Posteriormente, la tarde del 2 de junio, Eisenhower se encontró con el Primer Ministro inglés Winston Churchill, con su cúpula de generales y con sus meteorólogos para revisar los últimos pronósticos. No eran buenos. La llegada de una borrasca prometía traer nubes bajas, fuerte oleaje, lluvias intensas y vientos fuertes soplando en el Canal de La Mancha, una combinación desastrosa. Pese a las malas noticias, Eisenhower decidió esperar y ver si las predicciones cambiaban.
A las 4:15 horas del 4 de junio, a menos de 24 horas del momento previsto para el ataque, Eisenhower se encontró de nuevo con sus asesores y le fue dada la que posiblemente sea la predicción meteorológica más importante de la historia. El meteorólogo jefe, James Stagg, le dijo al comandante que dejaría de llover la tarde del 5 de junio, y que el día 6 mejorarían las condiciones meteorológicas, lo que haría posible la invasión. Si finalmente por un cambio de tiempo la operación se retrasara, dijo Stagg, las mareas no serían favorables de nuevo en dos semanas, lo que podría permitir a los alemanes descubrir la operación secreta. Eisenhower, según cuentan, se alzó en pie encima de una mesa y puso en marcha todo el engranaje de la máquina de guerra aliada con unas sencillas palabras: “ok, vamos allá”.