Los océanos contienen el 96 por ciento del agua de la Tierra,
contribuyen con el 86 por ciento de la evaporación en el planeta y
reciben 78 por ciento de las precipitaciones en el planeta y son, por
tanto, un elemento clave del ciclo de agua mundial a ser estudiado,
dicen los científicos. Debido a que el fenómeno de evaporación
concentra la sal sobre la superficie del océano, las tasas de
evaporación en aumento causan subidas considerables del nivel de
salinidad de la superficie de los océanos. Por el contrario, la
disminución de la salinidad generalmente resulta de un aumento de agua
dulce en el océano por las precipitaciones y afluencias de los
continentes.
Curry, Dickson y Yashayaev analizaron abundantes muestras de salinidad
recolectadas a lo largo de décadas recientes en una región clave del
Océano Atlántico, desde la punta de Groenlandia hasta el extremo sur
de América. Sus análisis demuestran que las propiedades de las masas
de agua del Atlántico han cambiado --en ciertos casos, radicalmente--
a lo largo de las cinco décadas para las que existen registros
confiables y sistemáticos de medidas de salinidad de los océanos,
informan los científicos.
Observaron que las aguas de la superficie en las regiones tropicales y
subtropicales del Océano Atlántico se habían convertido en aguas
muchos más saladas. Simultáneamente, la mayor parte de la columna de
agua de las altas latitudes del Norte y del Sur del Atlántico se
habían vuelto más dulces.
Parece que esta tendencia se ha acelerado desde 1990 -año a partir del
cual se sucedieron los 10 años más calurosos desde 1861, fecha en que
comenzó el registro de datos--. Los científicos estiman que la tasa de
evaporación neta de las aguas tropicales del Atlántico ha aumentado
del cinco al diez por ciento en las últimas cuatro décadas.
Los resultados indican que se ha perdido agua dulce en bajas latitudes
y ha aumentado en las altas a un ritmo que excede la capacidad del
océano para compensar, según dicen los científicos. Junto con otros
estudios recientes que revelan cambios paralelos en la salinidad del
Mar Mediterráneo y de los océanos Pacífico e Indico, existe un mayor
conjunto de pruebas que sugiere que el ciclo hidrológico mundial se ha
acelerado en décadas recientes.
Entre otros de los posibles impactos climáticos, el ciclo acelerado de
evaporación y precipitación podría seguir endulzando las aguas del
Atlántico Norte. Esta zona es uno de los pocos lugares de la Tierra
donde las aguas de la superficie son lo suficientemente densas como
para hundirse en el abismo del mar. El hundimiento de esa gran masa de
agua fría y salada impulsa un sistema de circulación oceánica mundial,
frecuentemente denominada Correa Oceánica. Esta correa traslada las
aguas calurosas de la corriente del Golfo de México hacia el norte del
Atlántico, inyectando calor a las regiones del norte, que modera
considerablemente las temperaturas del aire durante el invierno,
especialmente en Europa.
Si el Atlántico Norte se vuelve demasiado dulce, sus aguas no se
hundirán y la velocidad de la Correa Oceánica podría disminuir. Los
análisis de muestras de hielo, muestras de sedimentos del océano
profundo y otras pruebas geológicas demuestran claramente que en la
historia de la Tierra la Correa Oceánica muchas veces pronto ha
disminuido su velocidad o se ha detenido. Ello ha causado que la
región del Atlántico Norte se haya enfriado considerablemente y ha
originado condiciones de sequía a largo plazo en otras zonas del
Hemisferio Norte por lapsos de tiempo tan cortos como de años hasta de
décadas.
Los glaciares que se derriten y el hielo de mar del Artico, otra de
las consecuencias del calentamiento mundial, son otras fuentes de agua
dulce que llega al Atlántico Norte. Parece ser también que el ciclo
acelerado del agua aumenta la precipitación en las latitudes altas, lo
cual contribuye al endulzamiento de las aguas del Atlántico Norte y
aumenta la posibilidad de que disminuya la velocidad de la Corre
Oceánica.
Un enfriamiento de la zona del Atlántico Norte disminuiría el proceso
de derretido, acortaría la afluencia de agua dulce al Atlántico Norte.
La Correa Oceánica movería de nuevo las aguas oceánicas. Pero el
calentamiento mundial y el ciclo acelerado del agua seguiría
transportando agua dulce a las altas latitudes --posiblemente lo
suficiente como para establecer un alto a la Correa Oceánica aun si se
detuviera el derretimiento del Artico. El monitoreo del ciclo
hidrológico de la Tierra es crítico, dicen los científicos, debido a
los posibles impactos de corto plazo sobre el clima en la Tierra.
La investigación también fue apoyada por el V Programa Marco de la
Comunidad Europea, el Consorcio sobre la Función del Oceáno sobre el
Clima, de la Administración Nacional de Asuntos Oceanográficos y
Atmosféricos y el Instituto sobre Océanos y Cambio Climático de la
Institución Oceanográfica Woods Hole.
La NSF es una agencia federal independiente que apoya la investigación
básica y la enseñanza en todos los campos de la ciencia y la
ingeniería. Dispone de un presupuesto anual de casi 5.300 millones de
dólares. Los fondos de la NSF cubren los 50 estados del país con becas
a casi 2.000 universidades e instituciones. Cada año la NSF recibe
unas 30.000 solicitudes de fondos y desembolsa unos 10.000 nuevos
financiamientos. La NSF también destina más de 200 millones de dólares
anuales en contratos profesionales y de servicios.
(termina el texto)
(Distribuido por la Oficina de Programas de Información Internacional
del Departamento de Estado de Estados Unidos. Sitio en la Web:
http://usinfo.state.gov/espanol)