El Cambio Climático es un problema (más económico que ecológico) que surgió hace unas décadas cuando se creía que se avecinaba un Peak-Oil y que nos acercábamos a un colapso del petróleo. Y surgió para frenar la creciente demanda y consumo de combustibles fósiles por parte de países emergentes como China, India y otros, para así evitar que se sumaran al estado de bienestar y no se pudieran convertir en potencias económicas que desestabilizaran la economía occidental.
Margaret Tatcher aprovechó para declarar ante la opinión pública que el planeta se calentaba por la combustión de carbón y petróleo para desarrollar su programa nuclear, el cual le haría reducir en mayor o menor medida la extracción de carbón y la importación de hidrocarburos de Oriente Medio. Países como Francia, Alemania y otros, apoyaron las tesis de la ministra Británica, y junto con la oposición Americana (Al Gore) crearon en 1988 el IPCC para concienciar a la población de la necesidad de frenar el consumo de combustibles fósiles. Y para frenarlo había que convencer a la población de que los gases de efecto invernadero que emitían a la atmósfera estos combustibles estaban provocando un calentamiento global en el Planeta que podría producir efectos indeseables en el futuro. Para compensar las grandes pérdidas que les supondría a los grandes grupos energéticos había que conseguir que la población mundial aceptara un impuesto global al C02 , y nada funciona mejor para conseguir este tipo de objetivos que "el miedo". Pero para ello se necesitaba un consenso de los principales países del mundo, cosa que todavía no se ha conseguido. Si estudiamos detenidamente el contexto socioeconómico de aquellos años deberíamos tener claro que no crearon el IPCC porque estuvieran verdaderamente preocupados por el planeta.
Pero no todos los países estaban dispuestos a frenar el consumo de combustibles fósiles a pesar de que se compensara con un ompuesto global al Co2, entre ellos los EEUU, y menos los casi tres mil millones de consumidores que se sumaban al “estado de bienestar” (China, India y otros). Además, hoy en día ya no hay peligro de un Peak-Oil, porque con el Franking y las enormes reservas petrolíferas de países como Venezuela junto con más reservas que se van descubriendo en otras zonas del planeta, parece que hay petróleo para rato. De forma que es cada vez más complicado que los países que componen los dos bloques económicos actuales que se disputan el mundo se pongan de acuerdo.
Pero mientras las potencias económicas se ponen de acuerdo el ecologismo mundial ha recogido el testigo y en la actualidad es el mayor abanderado del CC. De forma que cualquiera que lo ponga en duda será tachado de antiecologista, cosa que no tiene por qué ir asociada. Pero por otra parte, no hay mal que por bien no venga, porque de esta manera se crea conciencia mundial de que nos estamos cargando el planeta, y porque el CC representa para la mayoría de la población (ya sea por la falta de información o por la desinformación) no solo las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que representa también a todos los desastres medioambientales que el ser humano está provocando en nuestro planeta.
Ahora ya no hay peligro del Peak-lOil y a algunos de estos grupos de poder ya no les interesa tanto frenar el consumo de combustibles fósiles, pero “la religión” se ha extendido por todo el planeta y ya es imparable. Tras la caída del muro de Berlín y de la guerra fría, muchos militantes marxistas y/o anticapitalistas, se sumaron a las filas de grupos ecologistas, encontrando a través de dichos grupos un nuevo medio de ataque al sistema capitalista, esto es, promulgar que dicho sistema capitalista calienta el planeta con la emisión de CO2 a la atmósfera. Asimismo los medios de comunicación rara vez exponen opiniones amparadas por el rigor de la comunidad científica, por datos e investigaciones objetivas, sino que sacuden al lector o espectador con noticias apocalípticas, puesto que esa línea editorial genera enormes beneficios. Por otra parte, la clase política es consciente que sustentar su discurso ante la opinión pública con datos objetivos, rigurosos y científicos no les proporciona popularidad, es decir, votos, por lo que repiten sin cesar la consabida propaganda apocalíptica para ofrecerse posteriormente a sus electores como gestores que arreglarán el problema. Si a todo esto sumamos que subirse al carro del CC genera para las empresas, universidades, medios, etc, grandes beneficios económicos, pues se entiende que el CC se haya convertido en una religión.
Llegados a este punto hay que decir que sí que es cierto que estamos contaminando nuestro planeta (no precisamente por los gases de efecto invernadero o GEI) y que se requiere reducir las emisiones de gases verdaderamente contaminantes y hacer más eficientes los procesos en las energías limpias, pero amenazar con el fin del mundo para proponer un solo camino y una sola verdad, no es ciencia, es religión.
Se pueden discutir todos los temas científicos menos uno, que es tratado como tabú intocable y cada vez está más prohibido tratar de refutarlo, actitud ésta que es contraria a la esencia del conocimiento científico, ya que ser escéptico es uno de los pilares que hace que avance la ciencia, al contrario que una fe ciega. La ciencia no es democrática, la ciencia avanza cuestionando los dogmas y atacando las teorías dominantes, no defendiéndolas. Sin embargo, la ciencia moderna ha demostrado ser corrompible. El dinero está por encima de todo, a veces incluso por encima de algunos estudios científicos. Cabría preguntarse si existe ciencia sin financiación, es decir, científicos independientes que no se subordinan a los intereses de los grandes mercados y grupos de poder. No todos los científicos son ricos, de hecho hay muy pocos que tienen el poder económico para pagarse sus propias investigaciones. Y los que lo hacen, habría que ver qué credibilidad y prestigio es el que le otorgan a sus estudios los grupos de poder que financian ciencia y que a su vez controlan los medios de comunicación. Al fin y al cabo las corporaciones son dueñas de todos los laboratorios más importantes del mundo, y por tanto, de una forma indirecta, de la mayoría de los científicos y sus estudios. La imposibilidad de discutir y aceptar opiniones contrarias a la historia oficial hacen de ella, más que una ideología, una religión en la que está presente toda la parafernalia de las religiones con sus dogmas, mitos, profetas y pecadores. Hoy en día resulta mucho más factible poner en duda la existencia de Dios que la existencia del CCA, siendo más fácil que te publiquen un artículo o un libro en contra del cristianismo o el islam que en contra el CCA. De hecho no hay debate en los medios de comunicación.
A pesar de la insistencia de los medios no hay consenso en la comunidad científica, sobre todo entre científicos independientes que no se subordinan a los intereses de los grandes poderes y lobbies
https://www.rankia.com/blog/game-over/2909384-consenso-cientifico-clima-66-no-97. Nadie puede demostrar que los que más publican sean mejores o tengan más razón. Precisamente una de las razones para publicar más es conformidad con la teoría dominante, que hace más probable que las revistas acepten revisar y publicar tu trabajo, que hace más fácil que los revisores anónimos estén de acuerdo con tu trabajo y que hace más probable pertenecer a redes de colaboración donde es más fácil firmar los artículos de otros. ¿Entonces qué es el CC? Ni una teoría ni una certeza, se asemeja a una religión dogmática, con unas verdades incuestionables que mandan a la hoguera –por ahora social y políticamente– a aquellos que osen criticarla. El rasgo característico de las religiones es que sus postulados se aceptan por cuestión de fe, no por su lógica. Y el cuestionamiento de los mismos convierte a quien así procede en un pecador.
Es cierto que hay un sector que niega el calentamiento global. Los negacionistas son los que, por motivos económicos (empresas y lobbys del sector energético) o ideológicos, niegan que exista un calentamiento. Pero hay otro sector, los escépticos, muchos de ellos ecologistas y amantes de la naturaleza, que no ponen en duda el Calentamiento Global (CG) natural, pero que sí ponen en duda que sea antropogénico (CGA). Ponen en duda algunas cosas porque no les convencen las aportaciones “científicas” del IPCC. Como por ejemplo que "el calentamiento está provocado en su mayor parte por el ser humano", que "el CO2 lo pinten en las escuelas como un peligroso contaminante", o que "si la temperatura media de la Tierra pasara de 15 a 17 grados produciría grandes desastres medioambientales en el Planeta" (podríamos discutir qué produciría más desastres, si subiera a 17 o bajara a 13 grados). Y lo que a estos últimos les hace cada vez más escépticos es ver cómo no se cumplen las predicciones del IPCC, cómo surgen continuamente noticias de catástrofes apocalípticas absurdas que produce supuestamente el CC, y sobre todo, esa exageración en meter miedo al personal. Sin embargo, la religión del CC pone a todos los que dudan de sus postulados, y sin distinción, en el mismo saco, el negacionista, el de los herejes, el de los que los que dudan del supuesto consenso científico
Muchos de estos escépticos son científicos y ciudadanos informados que defienden que no es cierto que el CO2 sea un peligroso contaminante, ni que está demostrado que el ser humano sea el mayor culpable del calentamiento, ni que es seguro que pasar de una temperatura media global de 15 a 17 o 18 grados vaya a garantizar desastres medioambientales, ni tampoco es cierto que si se derriten los icebergs sube el nivel del mar (aunque se derritiera todo el Ártico, con todo su hielo flotante sobre el mar, éste no subiría ni un solo mm, solo hay que ver lo que pasa cuando se derrite un cubito en un vaso de agua). Por mucho que insistan los medios y las corporaciones dominantes, no hay consenso científico en todas estas afirmaciones. Y sin embargo nada hay tan sencillo como saber qué opinan los científicos sobre algo. En vez de analizar fragmentos de artículos que necesariamente han de conformarse a la teoría dominante para ser publicados, lo que hay que hacer es preguntarles. Siempre que se garantice su anonimato, una encuesta es la mejor manera de saber lo que opinan los científicos climatólogos. Hay dos estudios serios que han preguntando a los científicos de forma anónima sobre este tema, y el resultado es que solo hay 2/3 a favor y 1/3 que no lo tienen claro, por tanto no hay consenso
http://www.hvonstorch.de/klima/pdf/CliSci2013.pdf y
https://pubs.acs.org/doi/full/10.1021/es501998e. A los autores de este último estudio, entre los que se encuentra el famoso alarmista John Cook, no les gustó el resultado de la encuesta, y para evitar que saliera en titulares en la prensa anti-alarmista, lo ocultaron tanto como pudieron en una actitud de lo menos científica que hay. Ninguna ciencia permite que una pregunta directa abrigue respuestas tan heterogéneas. Según la encuesta, cuando a los científicos se les pregunta sobre qué factor consideran que influye o está mejor o peor recogido en los modelos, la diversidad de respuestas sirve para esclarecer algo que pasa desapercibido al gran público; y es que existen tantos modelos como científicos dispuestos a crear uno. Resulta inimaginable que cualquier disciplina científica, (véase Relatividad General o Mecánica Cuántica...), caso de someterse a una encuesta similar, arroje criterios tan dispares como el que se expone en ese artículo. Una manera brillante y discreta de mostrar el "descosido" que se oculta tras el CGA.
Pero es una cantidad millonaria la que fluye de gobiernos e instituciones internacionales hacia determinadas manos, que además tienen mucho de oportunismo y poco de científico, como para permitir que se pongan en duda las afirmaciones del IPCC.
Es así como el asunto del calentamiento global se convierte en el “camelamiento” global, mediante el que unos pocos se hacen muy ricos a costa de muchos. Es la historia de la humanidad, que ésta sí que no cambia por muchos siglos que pasen. La brutal presión que "los cruzados" del Calentamiento Global ejercen sobre quienes dudan sobre cualquiera de los “dogmas”, está dando lugar a un apartheid universitario e investigador donde los científicos más escépticos quedan apartados y marginados. Los Galileos de nuestro tiempo no arden en la hoguera, sino que se quedan sin fondos, son repudiados en público y desacreditados con criterios extracientíficos. Cualquiera que acabe una carrera de ciencias debe elegir entre dos caminos. A su izquierda se abre el camino del "climatismo", que conduce hacia contratos de investigación, riqueza, aprobación de los pares, premios, permanencia asegurada en la universidad y fama mediática. A su derecha se abre el camino del realismo, que conduce hacia la acusación de “negacionismo climático”, falta de contratos de investigación, burla de los medios, privación, crítica de los pares y pobreza. No es de extrañar que, por convicción o conveniencia (o una mezcla de ambas), la mayoría elija el camino del "climatismo". Sin embargo, nadie puede demostrar que los que más publican sean mejores o tengan más razón. Precisamente una de las razones para publicar más es la conformidad con la teoría dominante, que hace más probable que las revistas acepten revisar y publicar tu trabajo, que hace más fácil que los revisores anónimos estén de acuerdo con tu trabajo y que hace más probable pertenecer a redes de colaboración donde es más fácil firmar los artículos de otros. Pero es que, además de todos estos problemas en la investigación, a nivel del ciudadano de a pie, cualquiera que se atreva a poner en duda alguno de los postulados del CC será tachado poco menos que como un delincuente medioambiental.
El comentarista político Henry L. Mencken (1880-1956) nos advirtió de que el objetivo de los políticos, los poderes y sobre todo las religiones, es la de mantener alarmada a la gente para poder someterla con más facilidad. Pareciera que eso es exactamente lo que buscan los propagandistas del Calentamiento Global. Los fieles al CGA tienen una fe inquebrantable en que "las emisiones de carbono causadas por el hombre producen un clima más y más caliente, causando casi todos los desastres naturales contemporáneos". Si temblaba la tierra, Shean Penn decía que se debía al Calentamiento Global. Si había un Tsunami, Al Gore decía que se debía al Calentamiento Global. Si había una sequía, Clinton decía que se debía al Calentamiento Global. Pero es que si hay grandes nevadas, también se debe al Calentamiento Global. Si ocurren inundaciones, por supuesto, se deben al Calentamiento Global... y muchos más sucesos absurdos que son provocados por el CG:
http://www.numberwatch.co.uk/warmlist.htm https://foro.tiempo.com/ahay-que-joderse-con-el-cambio-climatico-t105464.0.html pero que obedecen más al sensacionalismo mediático que a la realidad, ya que esta línea editorial ofrece suculentos ingresos. Gore, que es profundamente religioso, usa frases como "A Noé se le dijo que salvase las especies vivas y ello hoy sigue siendo nuestra obligación". Y antes de aleccionar a los embajadores o discípulos que forman parte de su movimiento, 1.700 por todo el planeta, les pedía una "conexión espiritual". Al Gore ha vuelto a demostrar que moviliza mucho más algo parecido a la fe que la racionalidad". Es más vendible el mensaje emocional, sobre todo si implica a fuerzas superiores a nosotros. Ayuda a que la gente se mueva por algo. El de Al Gore es el ejemplo más visible, pero no el único. Frases como "Hay que salvar el planeta", "Tenemos una misión", "la culpa es del hombre (¿el pecador?)", "llega el cambio climático" (¿el castigo?),
En la religión del Calentamiento Global está presente toda la parafernalia de una religión típica y tiene sus dogmas, mitos, profetas y pecadores. Los creyentes en esta religión acuden a las conferencias de Río de Janeiro, Kyoto y Copenhague, así como los obispos católicos acudieron a los consejos de Constanza, Ferrara y Trento, a codificar el dogma y a establecer nuevas reglas. A quienes discrepan les llaman “negadores”, es decir pecadores, herejes. Como ocurrió con las otras religiones modernas, dependen de la fe, y no de la evidencia.
Pero lo peor de todo esto no es que nos vayamos a achicharrar, sino que por culpa de "un mal menor", como es el CC, se están dejando de lado y se están eclipsando otros peligros y desastres medioambientales que son los realmente graves y peligrosos, como la deforestación, el envenenamiento de tierras, aguas y mares, la destrucción de ecosistemas y recursos naturales, la extinción de las especies… Por ejemplo, uno de tantos... la FAO alerta de la grave contaminación del suelo del que nos alimentamos
http://www.fao.org/3/I9183EN/i9183en.pdf, y sin embargo nadie parece preocuparle esto, porque ahora resulta que todas estas problemáticas se deben al CC. Así que no hay mal que por bien no venga, ya que la gente asocia el Cambio Climático con todos los demás problemas medioambientales, y por tanto produce un mayor respeto hacia nuestro planeta y conciencia a la gente de que nos lo estamos cargando. Pero no nos equivoquemos, el CC eclipsa y hace que se dejen de lado todas estas problemáticas medioambientales y no se mueva ni un solo dedo ni se invierta un solo euro en ellas. Es decir, mientras nos mantienen preocupados por el CC, las grandes corporaciones tienen vía libre para seguir expoliando y envenenado el planeta, ya que no nos preocupamos tanto por los demás problemas medioambientales.
¿Pero por qué surgió todo esto? ¿Qué razones hay para meter tanto miedo en algo que aparentemente no es tan peligroso, habiendo tantas problemáticas medioambientales y no medioambientales mucho más urgentes que solucionar? ¿Por qué no son más realistas e inciden en que es necesario reducir las emisiones, no porque nos vayamos a calentar, sino porque son emisiones que envenenan a los seres vivos? ¿Tal vez este último es un argumento que no convencería a ningún gobierno para reducir las emisiones? ¿Tal vez el propósito del discurso del miedo es que la población acepte un gobierno mundial?
Este gobierno mundial, del que tanto se habla en los últimos años, comenzaría de facto con la creación de una primera institución global, que podría dictar normas vinculantes para los Estados en materia climática y estaría económicamente controlada por poderosos magnates del "Imperio occidental". De funcionar bien el modelo, se establecerían otras instituciones globales similares con el fin de resolver cuantos problemas afecten a la humanidad en su conjunto (terrorismo internacional, pobreza, armamento nuclear, etcétera).
Podrá parecer un argumento conspiranóico, pero hay razones suficientes para pensar que sea el hecho climático y no otro el que dé origen a la primera institución global. En primer lugar, porque la normativa internacional y las organizaciones reguladoras del cambio climático son de naturaleza y contenido muy diverso por haber sido establecidas en momentos muy distintos y por países diferentes. No existe, ni por asomo, una jerarquía normativa que integre y armonice la variedad de disposiciones en la materia, sino que se trata más bien de un régimen fragmentado y complejo, que engloba desde tratados multilaterales como la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, con acuerdos subsidiarios como el protocolo de Kioto o el acuerdo político de Copenhague, pasando por el Protocolo de Montreal, hasta iniciativas bilaterales (entre Rusia e India o China y Reino Unido, por ejemplo). También existen agencias especializadas de Naciones Unidas, clubes (como el G-20). En segundo lugar, porque el calentamiento global afecta a todos los humanos por igual con independencia de la raza, la religión, la posición social o la lengua. Este hecho facilita mucho las cosas pues evita tensiones ideológicas, que son a veces las más difíciles de superar.