A mi me parece que, en realidad, no importan los ciclos astronómicos en sí mismos, sino los cambios que los tres ciclos provocan en la insolación en cada zona de latitud y en el gradiente latitudinal de insolación, tanto en promedio anual (debido solo al ciclo de inclinación) como estacional (debido a la acción conjunta de los tres ciclos). Estos cambios son de gran magnitud y deben tener un impacto considerable en la circulación general atmosférica y, en parte, en la oceánica, determinando la intensidad del transporte meridiano de energía.
Los ciclos de Milankovic están calculados con "precisión matemática" y los cambios que ejercen conjuntamente sobre la insolación en el límite de la atmósfera también pueden calcularse con la misma precisión. Por tanto, podemos "independizarnos" de los ciclos y hablar sólo de sus efectos, reales, sobre la insolación y sus efectos, hipotéticos, sobre la circulación general.
Si las ideas del escrito son correctas, nos encaminamos a unos inviernos más fríos y secos (disminuye el gradiente invernal de insolación en el HN) y a unos veranos solo un poco más frescos (la insolación estival cambia poco porque, aunque la inclinación del eje disminuirá, el solsticio de junio se producirá cada vez más lejos del afelio), pero bastante más húmedos (aumentará el gradiente latitudinal de insolación en verano entre 20N y el PN). Estos cambios hacen que salgamos de una configuración astronómica que en los últimos 2 Ma casi nunca ha generado cambios importantes en la cubierta del hielo del HN, para entrar en otra configuración que, también en los últimos 2 Ma, ha provocado en muchas ocasiones crecimientos importantes de esa cubierta. Permaneceremos en esa configuración "históricamente" favorable al crecimiento acelerado del hielo durante unos 17000 años.
También quería destacar un hecho del que no suele hablarse. Siempre se supone que, dado que los ciclos de Milankovic son muy lentos, los cambios climáticos provocados por ellos son también poco intensos, aunque finalmente, debido a su persistencia de miles de años, lleguen a ser enormes. Pues bien, esto no es así, al menos en los "momentos" en que el hielo aumenta o disminuye de forma rápida. Por ejemplo, en la última deglaciación, hubo periodos en los que el nivel oceánico aumentó a una velocidad de 1 cm por año, durante varios miles de años, a lo largo del Neolítico, remitiendo con claridad a partir del 4000 ac. Este aumento del nivel oceánico, apreciable a lo largo de una vida y persistente durante muchas generaciones, así como su final, podría ser el origen del mito del Diluvio (también podría estar ligado este mito a la inundación de la cuenca del mar Negro en ese mismo periodo).
Los crecimientos de la cubierta de hielo no llegan a ser tan rápidos como su fusión, pero aún así, hay periodos, como al principio de la última glaciación, en los que el descenso del nivel oceánico podría haber llegado a unos 0,7 cm por año durante unos pocos miles de años. Asusta pensar en la presión que el avance acelerado de los glaciares, imparable un año tras otro durante muchas generaciones, tuvo que ejercer sobre las poblaciones neandertales de Eurasia y en general sobre todos los ecosistemas terrestres de las latitudes medias y altas del HN.