La vida en si es muy sencilla. Se basa en unas moléculas muy básicas, los polímeros naturales basadas en el Carbono, con bases nitrogenadas y grupos fosfatos.
En el espacio hay muchísimos aminoácidos que son los núcleos de esas moléculas. Moléculas muy largas basadas en elementos muy simples, Hidrógeno, Carbono, Nitrógeno, Fosforo y Nitrógeno. Son los elementos más comunes.
La vida es una reacción química que se replica a si misma.
La espectrografía astronómica ha detectado moléculas orgánicas por un tubo en todas partes. Actualmente esta rama de la ciencia intenta identificar aminoácidos en las bandas difusas de los espectros estelares con éxito, pues ya han identificado a la Glicina.
Científicos en Inglaterra han demostrado que un simple choque de meteorito con una superficie helada genera aminoácidos.
También se sabe que la electricidad pudo generar aminoacidos en el caldo primordial de la Tierra primitiva.
Sabemos que hay rayos, choques de meteoritos y cometas en casi todos los planetas.
Tambien tenemos los extremófilos, bacterias que aguantan pegadas en los cohetes espaciales y que se han pasado meses sin oxigeno y han vuelto a la vida al llegar a la Tierra, bichos que viven a 100 º C o algunos que viven en las turberas de las dorsales, o a 4 km de profundidad.
En fin, podría seguir. Las indicios y evidencias de vida en el espacio son aplastantes. La conjetura científica es absolutamente perfecta.
El único problema de la conjetura es su difícil demostración. Lo más triste es que con todo nuestro saber, con la tecnología actual, si estuviéramos en una estrella cercana a unos 100 años luz, mirando al planeta Tierra, no sabríamos ver vida en él.
De hecho, antes de 1940 no hubiéramos sabido siquiera si había vida sencilla en la Tierra mirando desde Alfa Centauro a solo 4 años luz. Curiosamente en un radio de 100 años luz es más fácil detectar vida civilizada que vida sencilla sobre la Tierra, porque les llegan las emisiones de radio.