hay que añadir a todas esas dificultades el que los días son cortísimos ahora y seguro que han tenido que subir de noche, buff, que cojones..
Impresionante, vuelta al alpinismo de antes, fuera de la vorágine de los escaladores superstar.
Tremendo.
Pero me quedo con aquella banda de geniales polacos (Kukuczka, Wielicki y compañía) que rompieron el mito de los ochomiles invernales en la década de los 80, con unos medios y material que darían risa a mucho pirineísta de nuevo cuño.
Suban ustedes al Aneto o al Perdido en agosto y verán la antítesis de lo que busca un montañero de verdad.
Claro que el Mont Blanc no se debe quedar atrás.