Saludos a todos.
Esta ascensión a Torrecerredo la realicé en Septiembre de 1.990 y aunque luego he subido allí tres veces más (y ya cuentan seis), la de aquel dia fué una de las mejores y de la que guardo un recuerdo muy bonito. La hicimos en un tiempo récord: Un fin de semana, cuando las veces anteriores y las que siguieron a ésta siempre aprovechamos un puente de tres dias.
Además, la ruta por la que subimos a Torrecerredo era la primera vez que la pisábamos. Seguramente muchos otros montañeros ya la habrían utilizado, sin embargo para nosotros era la primera vez. El camino hasta la cumbre lo iniciamos en Fuente Dé (Cantabria).
Aquí os pongo lo que escribí al cabo de unos dias despues de aquella tercera ascensión, a modo de diario:
Un año más se dejó oir entre nosotros, como un leve susurro, la llamada amiga de la montaña. Una vez más pusimos en marcha los preparativos del viaje, impregnados de esa excitación tan característica que aparece en los momentos en que algo grande va a ocurrir.
El monte nos estaba esperando. Nos atraía de una manera especial, como si fuese nuestro destino acudir una vez mas a su llamada; como si todo él se hubiese convertido de repenebte en un gigantesto imán que nos atrajese con una fuerza irresistible.
Nuestras ilsuiones y esperanzas, tambien nuestros temores, formaron parte de la mochila. Pero todo ello hace al montañero superar las dificultades. Es como un escudo protector contra las adversidades y un estímulo para vencerse uno a sí mismo también.
Las miradas de todos estaban fijas en el horizonte, ansiosas por descubrir la silueta tan característica y tan conocida de Torrecerredo. Otro monte que no se queda atrás en cuanto a categorías nos saludaba con los últimos rayos del sol reflejándose en sus paredes. Un peñasco a semejanza de un gigantesco monolito, con todos su flancos verticales, tallado hábilemnte por el hielo, se erguía hacia el cielo desde la Vega de Urriello. El "Picu", el Naranjo de Bulnes, cuya cumbre es la meta soñada para muchos montañeros, nos servía de aguía para no perder el camino. La senda, que hasta el collado del Pico Tesorero donde ahora nos encontrábamos era conocidísima por todos nosotros, se internaba misteriosamente en el grandioso Jou de los Boches, cuya soledad y aridez se acentuaban a medida que la luz del día tocaba a su fin.
Apresuramos el paso pues la noche comenzaba ya a teñir con sus colores característicos las impresionantes peñas que rodean el circo de los Boches. Allá, a lo lejos, en lo alto, relativamente cerca pero en realidad con un buen tramo de camino por delante, divisamos un pequeño collado. Hacia él nos dirigimos con la intención de pasar la noche, reponer fuerzas y continuar nuestro camino al dia siguiente. Una vez llegados al collado, amontonamos las piedras y cosntruimos una especie de murete que nos protegiera de la brisa nocturna; acondicionamos un poco el suelo y después de una cena frugal y rápida nos metimos en los sacos. A poco de esto apareció hacia el horizonte, por el este un disco rojizo debido a la neblina y a la humedad del aire. La luna nos acompaño durante toda la noche y nosotros nos fuimos durmiendo contemplando aquel cielo oscuro y radiante a la vez.
De mañana, nos levantamos antes de amanecer. El sol a punto de salir, ya empezaba a recortar las siluetas de las montañas, haciendo un bonito juego de luces y sombras. Al fondo teníamos el macizo de Torrecerredo, nuestra meta. Ya había más luz y al bajar de nuestro "dormitorio", situado a 2.500 metros, y desde un nuevo punto del camino denominado Horcada de caín, divisamos un bello plano del Naranjo, recortándose entre la luz del amancecer
Tras un breve descanso, más que nada hecho para estudiar por donde debería seguir el camino más cómodo, nos encaminamos hacia un nuevo collado que se abría por encima de nosotros, llamado Horcada de Don Carlos. Fuimos subiendo más y más a cada paso y por fin nos encontramos en lo alto del collado. Delante de nuestros ojos asombrados se levantaba inmenso y sobrecogedor, grandioso, firme como un gigantesco centinela de caliza, recortándose en el azul puro del cielo y herido por los nacientes rayos del sol, el Rey de los Picos. Se mostraba entero, emergiendo de un profundo Jou que lleva también su nombre, surcado por cientos y cientos de cicatrices labradas por los elementos. La grandiosidad de Torrecerredo nos dejo boquiabiertos. Cuatro insignificantes personas se dispondrían, algo más tarde, a tratar de ganar su cima trepando por una de sus caras. ¿Cómo se nos vería a lo lejos comparados con aquel gigante?
Nos quedamos largo rato contemplando aquella mole de piedra y saliendo de nuestro asombro nos dispusimos a reanudar el camino. Bajo nuestros pies se abría el Jou de Cerredo, el onbstáculo final que nos separaba de la cumbre. Al poco tiempo ya estábamos encarados frente a la pared. El camino a cada paso se hacía evidente. A diferecnia del año anterior nuestra ruta hacia arriba no presentaba grandes dificultades. Ganando altura a cada momento, íbamos restando metro a metro a aquella pared, subiendo por donde nos había parecido imposible para nuestros pocos medios unas horas antes. Al doblar un recodo de la pared, vimo ya muy cerca el monolito de la cumbre y tras unos minutos más de esfuerzo, salimos a la cima.
Eran las 9:48 horas del 29 de Septiembre de 1.990. Por tercer año consecutivo habíamos llegado hasta la misma cumbre de Torrecerredo. Tras admirar las vistas desde aquella posición, como es tradicional hicimos la foto en la cumbre. Después, en el pequeño diario que se guarda en el buzón, al abrirlo, vimos las notas del año pasado, y cada uno escribió las correspondientes a ése dia. De entre las que puese yo destaco sobre todo estos párrafos:
DEDICO ESTA ASCENSION A MIS PADRES, QUE TAL DIA COMO HOY CONTRAJERON MATRIMONIO. ELLOS HAN HECHO POSIBLE QUE HOY ME ENCUENTRE YO AQUI CONTEMPLANDO ESTAS MARAVILLAS. FELICIDADES.Desde la misma cima comenzamos a estudiar la segunda parte de nuestra marcha. El objetivo siguiente era atravesar el cordal del Neverón de Urriello y pasar a la Vega. El terreno se nos mostraba desde la cumbre como el más detallado de los mapas
Comenzamos a bajar de la torre y poco después nos encontrábamos caminando hacia la Horcada Arenera a donde llegamos muy pronto. A medida que nos alejábamos de Torrrecerredo esta parecia crecer más y más
El camino hasta la Corona del Raso, conocido ya del año pasado, también se nos hizo corto y entretenido. Poco después nos encontrábamos en ése balcón colgado sobre Vega Urriello, con una bonita imagen del Naranjo frente a nosotros
Una vez en el refugio, paramos para descansar, llenamos de agua las cantimploras y emprendimos de nuevo la marcha. El regreso a Fuente Dé atravesaba primero el Jou sin Tierra y más tarde el Jou de los Boches, por su fondo. Desde aquí veíamos frente a nosotros la Torre de Horcados Rojos cuya ladera es la única salida de los Boches, el cual fácilmente se convierte en una ratonera cuando el mal tiempo se abate sobre los Picos. Con las manos y los pies primero y ayudados de un cable metálico a modo de pasamanos en los metros finales, llegamos al collado de Horcados Rojos, desde donde se distinguía el Collado de Arenizas, el lugar que la noche anterior nos había servido como domitorio
Tras una breve parada para comer y reponer fuerzas, al tiempo que contemplábamos aquel hoyo ya desde un lugar seguro, iniciamos la última etapa de nuestra marcha que nos llevaría al cabo de unas pocas horas a Fuente Dé.
En el plano, ruta seguida en la tercera ascensión a Torrecerredo.