Hola a todos.
Retomo este hilo (aunque podría haber tirado de cualquier otro sobre hielos marinos, zonas polares o circulación oceánica) porque se me ha ocurrido una idea (seguramente peregrina o que ya ha sido explorada sin éxito o que se trata de un claro caso de descubrimiento del Mediterráneo) que podría explicar algunas relaciones entre la constante solar y el clima. Ahí va.
Con un programa que da la irradiancia solar (w/m2), en función de una constate solar que puede variar, para diferentes zonas de latitud en distintos momentos del año y en promedio anual, he visto que, cuando la constante solar cambia, la variación relativa correspondiente en la irradiancia recibida en superficie no es uniforme en todo el globo. Al contrario, los cambios en la irradiancia son proporcionalmente mayores conforme pasamos de las latitudes altas a las bajas. Esto es evidente en el solsticio de invierno de cada hemisferio: la irradiancia en las latitudes bajas aumentará o disminuirá según cómo lo haga la constante solar, pero en las áreas polares, al ser nula la insolación, la irradiancia no cambiará. El caso es que el aumento de la insolación en las áreas polares conforme nos acercamos al solsticio de verano correspondiente no compensa totalmente el efecto invernal y, en promedio anual, el aumento o disminución relativos de la irradiancia frente a un cambio en el valor de la constate solar es mayor en las latitudes bajas que en las altas.
Si esto es así, la sucesión de unos cuantos ciclos solares intensos llevaría a un aumento del gradiente térmico (quizá mejor, energético) latitudinal en cada hemisferio y, por tanto, a un reforzamiento de los vientos del Oeste en las latitudes medias. El efecto sería mayor en invierno, y especialmente en el Hemisferio Sur, donde este flujo del oeste queda poco obstaculizado por la orografía. De la misma forma, unos cuantos ciclos solares débiles (o una ausencia de ciclos solares, como en el Mínimo de Maunder) llevarían a unos vientos del Oeste menos intensos.
Según investigaciones recientes, la AMOC (Atlantic Meridional Overturning Circulation) e incluso toda la circulación global oceánica, está originada no sólo por el hundimiento de agua fría y salada (muy densa) en el sector más septentrional del Atlántico Norte, sino también, y sobre todo, por la surgencia ("upwelling") de agua profunda en el Océano Antártico. Los vientos circumpolares del Oeste arrastran las aguas superficiales, que, por el efecto de Coriolis (desviación a la izquierda en el Hemisferio Sur), tienden a girar hacia el norte, de forma que la Corriente Circumpolar Antártica no esta dirigida exactamente hacia el este, sino que adquiere una cierta componente hacia el norte. Es esto lo que obliga al agua fría profunda a surgir alrededor de la Antártida, movilizando toda la cinta transportadora oceánica.
Según este razonamiento, durante una época prolongada de actividad solar intensa los vientos del Oeste más fuertes en el Hemisferio Sur mantienen una circulación oceánica vigorosa. En superficie, esto de traduce en un transporte de agua hacia al norte a nivel global y, particularmente, en el Atlántico. Alrededor de la Antártida el agua fría en superficie llega a latitudes más bajas, lo que permite que la banquisa se extienda más que la media durante el invierno austral. En el Hemisferio Norte, la rama superficial de la circulación oceánica procede de áreas cálidas, lo que hace disminuir el tamaño de la banquisa ártica, especialmente en verano.
Es de suponer que una época prolongada de actividad solar débil provocará el efecto contrario: unos vientos del oeste más flojos en el Hemisferio Sur, una menor surgencia de agua fría en torno a la Antártida y, en consecuencia, una ralentización de la circulación oceánica. Esto llevaría, al menos, a una contención del tamaño de la banquisa invernal antártica y a una menor erosión de la banquisa ártica estival.
El balancín bipolar ("bipolar seesaw"), mecanismo por el cual cada zona polar se comporta de forma opuesta a la otra, se ha mantenido desde que tenemos un seguimiento por satélite de la extensión de las banquisas (1979) en la fase de expansión de la banquisa antártica y de disminución de la ártica, si bien con una disminución global del hielo marítimo. De hecho, en los últimos años, los mínimos estivales más destacados de la banquisa ártica (2007,2012) se corresponden casi exactamente con los máximos invernales más destacados de la antártica. Desde 1979 hasta hace poco los ciclos solares han sido intensos. ¿Se dará un cambio de fase de este mecanismo bipolar, incluso con un aumento global del hielo marítimo, ahora que parece que entramos en una época de ciclos solares débiles? El asunto es muy interesante, pero habrá que esperar unos cuantos años (seguramente no muchos) para ver hacia dónde vamos.
Saludos