Doña Paquita...

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Doña Paquita...
« en: Domingo 28 Febrero 2010 20:54:43 pm »
Hoy ha sido nombrada, A SUS 99 AÑOS, Hija Predilecta de Andalucia (hace un tiempo tambien recibió el Galardón de Desarrollo Sostenible y el Premio Andalucía Medio Ambiente), y que mejor homenaje, por mi parte, que copiar aqui los textos que han publicado Ideal y La Voz de Almeria (este a mano, que no tiene edicion digital)... esta mujer (y lo fue su marido) es un fenomeno, y le debemos la virginidad de algunos de los paisajes mas excepcionalmnte bellos de toda Europa... :aplause:

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Lucha contra el devorador cemento. Andalucía nombra Hija Predilecta a una exquisita anciana por mantener casi vírgenes las playas y la lírica aridez del Parque Natural de Cabo de Gata.





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La salvadora de Gata
(texto de Ideal de Arturo Checa)

En los lindes de San José, en Almería, mientras el sol se empieza a acostar perezoso sobre el horizonte, un pastor recorre una loma junto a un rebaño de medio centenar de cabras blancas serranas. Un fuerte viento mueve a su antojo palmitos y pitas. Dos perros lanudos siguen al campero, solícitos, con los hocicos casi pegados a los talones de su amo. El cabrero acompaña sus pasos con un cayado en su mano derecha. En la izquierda, un destello rompe la armonía de la estampa. El hombre empuña un móvil y habla mientras agita la vara en el aire. Modernidad y tradición, ambas cohabitando sin anularse la una a la otra en pleno corazón del Cabo de Gata. El primer parque natural marítimo-terrestre de Andalucía, el punto geográfico de más baja pluviometría de toda Europa y lírica aridez, no sería lo que es hoy sin el tesón de una mujer casi ya centenaria: Francisca Díaz Torres, doña Paquita (Morella, Castellón, 1911). De físico delgado y menudo, pero con una decisión firme e inquebrantable que mantiene desde hace casi un siglo: defender del devorador cemento, la especulación inmobiliaria y el afán edificador un paraje inédito en la geografía española, las 3.300 hectáreas del yermo pero bello terreno de su finca, El Romeral, el alma del parque natural almeriense.

Francisca será nombrada mañana Hija Predilecta de Andalucía, un reconocimiento a una anciana que ha hecho posible que playas como la de Mónsul o los Genoveses sigan pareciendo casi vírgenes en un país de costas hormigonadas; que las cabras celtibéricas trashumantes continúen pastando en las mismas tierras en las que pacían hace ya 200 años; que uno se detenga en la quietud de El Romeral y tenga que pestañear para poder creer que, allá hasta donde te alcanza la vista, no se vea ni un centímetro de moderna edificación entre vetustos cortijos, eras, aljibes, montes, espartos y chumberas.

Ella es la señora del Cabo de las Ágatas, como llamaron los romanos al 'finisterre' suroriental de la Península, después de constatar la abundante presencia de este mineral en la rojiza superficie del paraje volcánico. Y en torno al Promontorio de las Coralinas, como lo bautizó Ptolomeo, ha girado toda la vida de doña Paquita. Nació en Morella, pues allí impartía justicia su padre, magistrado. Pero no tardó ni un año en volver a respirar los aires del sur en Canjáyar, a los pies de Sierra Nevada. El colegio de la Compañía de María de Almería fue escenario de los primeros juegos y carreras de una inquieta niña que pronto se hizo mujer. A los 21 años se casó con José González Montoya, el otro 'culpable' de que el Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar sea lo que es. Hijo de Antonio González Egea, banquero, senador y alcalde de Almería durante la Monarquía de los años 20 -con una calle en su honor en el centro de la capital-, heredó de su padre la finca de más de 6.000 hectáreas de la Bahía de San José. En el cortijo El Romeral, el buque insignia de la parcela, iniciaron su vida juntos Francisca y José. Muchos muebles aún conservan las iniciales de González Montoya.

Hasta que la contienda fratricida española se cruzó en su camino.

La Guerra Civil los separó. Las hostilidades sorprendieron a Francisca en Granada, donde cuidaba a una hermana enferma, esposa del gobernador civil de la República. José cayó preso en Almería y dio con sus huesos en la cárcel del Ingenio, una fábrica de azúcar convertida en amargo presidio de reclusos políticos. «Fue una época muy angustiosa para ella, tres años en los que no se vieron y en los que escribió un libro de páginas muy tristes y tapas negras», recuerda Ángela, amiga desde niña de doña Paquita. El final acechaba a José. Incluso llegó a entregar su alianza a un carcelero para que se la diera a su amada cuando llegara el momento de ser fusilado. Lo salvó 'La Gota de Leche'. La institución benéfica surgida en Francia y que durante la guerra veló por la alimentación de los más pequeños para paliar la mortandad infantil, reclutó a José para sus filas y lo salvó de una muerte anunciada.

Matanzas y migas

Del drama, la pareja pasó a la dicha. Empezó entonces una existencia plácida para ellos. José, educado en un colegio inglés y de cultura europeísta, despertó en doña Paquita el gusto por viajar. Estados Unidos, Sudamérica, Europa, Australia... La almeriense y su esposo recorrieron medio mundo. Ángela recuerda que incluso «conocieron a la Reina de Inglaterra». Y de allí se trajeron la costumbre tan 'british' de tomar el té por las tardes. Eso sí, adaptado a la española; a las seis de la tarde y tras la siesta. Ángela la acompañaba cada día. También era asidua a las fiestas que organizaban a menudo en sus tierras. Junto a los muros del cortijo El Romeral no cuesta mucho imaginar la música y el gentío que tomaban la zona durante las multitudinarias celebraciones. «Francisca siempre ha sido muy acogedora y disfruta agasajando a los que la rodean». Ángela no olvida aquellos encuentros con medio centenar de personas en el campo, en los que hacían matanza de cinco cerdos «y unas migas sensacionales con 6 kilos de harina que llevaban al salón entre dos hombres».

Doña Francisca nunca ha ido de rica. En su casa se juntaban tanto acomodados amigos como empleados. Que se lo digan a Antonio Ferre, agricultor, pastor y ahora cortijero. «Una vez estuvo allí don Manuel Fraga y repartió puros entre todos». Pocos conocen tan bien a la anciana como este hombre de unos juveniles 70 años. «El campo es muy bueno...», justifica. Antonio nació en El Sotillo, un cortijo rehabilitado ahora como hotel. «¿Ves dónde está el restaurante? Pues ahí vine yo al mundo», rememora mientras sostiene un palillo entre sus dientes y se escupe en las manos antes de aferrar el volante de un todoterreno con el que conduce por El Romeral. De sus andanzas por medio mundo no sólo se trajeron vivencias y recuerdos. Hicieron suyo un modo de vida. Así lo cree César Torres, sobrino de doña Paquita y encargado de gestionar ahora todo el patrimonio de la familia a través de la sociedad Grupo Playas y Cortijos. «En sus muchos viajes aprendieron lo que es un urbanismo humano».

La amenaza de la autovía

Y lo pusieron en práctica en El Romeral. Impulsaron en sus tierras una fábrica de crin vegetal. Crearon una reserva de riego para la alimentación de caballos, cabras y ovejas, algunas de estas especies americanas que el matrimonio se trajo del continente americano. Hasta que a mediados de los 60 estalló en España el boom del turismo. Por toda la costa empezaron a aflorar mastodónticas construcciones hoteleras. El Mediterráneo comenzó a languidecer. Por aquel entonces, «San José eran cinco casas», apunta César Torres. Francisca y su marido pudieron haberse enriquecido. Dinero fácil con sólo haber vendido sus terrenos al mejor postor como tantos y tantos hicieron. El Cabo de Gata no estuvo protegido como parque natural hasta 1987. Ninguna ley evitaba en aquella época construir donde fuera. Pero no era la idea de doña Paquita y José.

Ellos hicieron la primera normativa, la misma que luego se adoptó como buena en decenas de escrituras en la zona. Parcelas con un mínimo de 500 metros cuadrados, con un máximo urbanizable del 30% (como mucho 150 metros de construcción), a una sola altura y con la obligación de los propietarios de colocar árboles y aljibes. El matrimonio incluso batalló con el Ayuntamiento para que oficializara la norma. «Lo poco que vendieron fue por necesidades económicas», justifica el sobrino. Así ocurrió con más de 3.000 hectáreas adquiridas por el grupo Michelin y en las que hoy se extiende el Centro de Experiencias de Almería, uno de los puntos de ensayo de neumáticos más importantes del mundo. Hasta las ruedas de los vehículos de la NASA se testan aquí. Una vasta extensión industrial de la que la sierra del Cabo de Gata hace de barrera natural para no enturbiar la bella vista de El Romeral. Modernidad y tradición cohabitando en armonía. El afán conservacionista del matrimonio afrontó otro reto a mediados de los 70. Por su parcela se proyectó lo que hoy es la autovía del Mediterráneo. «Era un arañazo que partía en dos la bahía de los Genoveses». César no olvida a sus tíos batallando para evitarlo. Y se trazó otra ruta.

La señora del Cabo de Gata se quedó huérfana de amor en 1976. La muerte de José González no varió ni un ápice su ilusión: mantuvo los cultivos de cereal en su parcela y los rebaños pastando.

«Cuéntame cosas de las de antes»

Pero la vida aprieta. Los elevados costes de mantenimiento de sus vastas posesiones y la crisis en la que entró el campo español a comienzos de los 90 obligaron a Francisca a tomar una decisión. Aunque sin renunciar a sus principios. La empresa Torres y González Díaz S. L. fue el germen del Grupo Playas y Cortijos, encaminado a desarrollar en la zona un turismo sostenible. «Mi tía nunca se ha sentido empresaria. Era la única forma de conservar la zona y de que la parcela no se la acabara comiendo a ella». Así nacieron el cortijo El Sotillo y el hotel Doña Pakyta, un antiguo almacén de esparto frente a la playa de San José. Ambos no superan las 30 habitaciones «para que el impacto sobre el parque natural sea escaso».

Doña Paquita cumplirá este miércoles 99 años. Todo un siglo de existencia ha llenado de brumas su memoria y sus recuerdos. Ella sonríe y se confiesa «feliz» cuando le cuentan que la Junta de Andalucía la ha nombrado Hija Predilecta. Y al día siguiente, si alguien se lo repite, se alegra otra vez con una noticia que para su mente vuelve a ser nueva. Pero ahí sigue estando su Romeral, del que disfruta a menudo. Y en esas ocasiones, entre aljibes, montes, espartos y chumberas, coge a Antonio Ferre y le pide que la suba a un cerro para otear la playa de los Genoveses. Y allí, mientras contempla el Cabo de Gata, doña Paquita ruega con un susurro al cortijero: «Anda, Antonio, ven y cuéntame cosas de las de antes».

La bahía de San José, con partes de las cumbres de la finca de El Romeral al fondo, con casas todas blancas y de una sola altura, ejemplo del urbanismo sostenible en el paraje.


Francisca Díaz en su juventud, en una loma del Cabo de Gata, con el pueblo de San José y parte de la parcela de El Romeral al fondo.


Un rebaño de cabras celtíberas, presentes en el paraje desde hace dos siglos, pasta en El Romeral.

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Algarrobico, la horrenda cara del mismo paraíso

A sólo unos cuantos kilómetros de la inmaculada belleza de Mónsul y Genoveses, se levanta una monstruosa mancha dentro del Cabo de Gata. Un mamotreto de 22 plantas y 411 habitaciones. El primer paso de la empresa Azafata del Sol, al que seguirían después 1.500 viviendas, 7 hoteles y varios campos de golf. Algarrobico. Ese es el nombre que recibe el hotel de la infamia, la misma denominación de la playa de Carboneras en la que se levanta, a escasos 14 metros del agua cuando la Ley de Costas fija un mínimo de 100. Es la cara horrenda de la misma moneda, la postal de un turismo masificado que con tanto ahínco han logrado evitar doña Paquita y José González Montoya en el entorno de San José. Esta semana se han cumplido cuatro años de la paralización cautelar de las obras del hotel ordenada por un juez de Almería. Aunque de ahí a la desaparición del edificio dista un mundo. La Junta ha llegado a anunciar la demolición. Pero el asunto está aún enmarañado jurídicamente, después de que la promotora y el propio Ayuntamiento de Carboneras recurrieran al Tribunal Superior de Justicia andaluz.

Aunque la solución llegue, los lugareños dudan de que la playa del Algarrobico, que un día pareciera remota, salvaje y evocadoramente paradisíaca, vuelva a ser lo que fue. Seguirán girando su cabeza con vergüenza hacia Carboneras, en el margen más oriental de las 38.000 hectáreas del parque natural. Justo en el otro extremo, en la parte occidental de esta Reserva de la Biosfera, se halla el polo opuesto, uno de los mayores esplendores del lugar: las salinas o charcones del Cabo de Gata, marismas junto al mar en las que habitan miles de flamencos, garzas, cigüeñuelas y chorlitejos.

El parque también cuenta con tesoros abundantes entre su vegetación. Los palmitos están considerados como la única palmera autóctona dentro del continente europeo. Y en ningún punto de España hay una comunidad de azufaifos mejor desarrollados y que ocupen más extensión que en el páramo almeriense. La riqueza natural llega incluso más allá de lo que se observa a simple vista. Bajo las aguas del Mediterráneo, frente a los límites del parque natural, se encuentra una de las praderas de Posidonia oceánica más valiosas de Europa.


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Algunas de las joyas de Doña Paquita

Cala Chicré.


Cala de la Media Luna.


Playa de Monsul.


Cala Palmito.


Cala del Príncipe.


Playa de los Genoveses.


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Doña Paquita abre su casona para agradecer el título de Hija Predilecta
(texto de Manuel León de La Voz de Almería)

Bajó las escaleras de roble como la reina de la casa, como una hidalga de las de antes, como una duquesa de alba almeriense. Casi un siglo de vida ha desfilado bajo sus párpados ya ajados por el tiempo. Vestía la fragil mujer de verde botella y olía a Madera de Oriente, mientras los familiares la paseaban como a una reliquia por la estancia, perseguida por una nube de fotógrafos.

Francisca Díaz Torres (Morella, Castellón, 1911), la dueña de la casa vasca de la Plaza Circular, la propietaria del jardín mas lujurioso de Almería en pleno kilometro cero de la capital, abrió ayer (miercoles 24) por primera vez las puertas de su mansión a los informadores para expresar sus sentimientos tras ser distinguida como Hija Predilecta de Andalucía. Un título que recogerá en persona, de manos del Presidente Griñán, el próximo domingo a la vera de La Giralda, "aunque parará primero en Antequera para comprar molletes", matiza su sobrino y presidente del emporio familiar, Cesar Diaz. Es un reconocimiento del Gobierno de la Comunidad a su especial sensibilidad para preservar los terrenos de su propiedad en Cabo de Gata (17 kms de costa en pleno corazón del Parque) de la especulación urbanística.

Hija de magistrado y almeriense de pura cepa, Francisca Díaz, Doña Paquita, con las uñas pintadas y permanente de peluquería, se vió desbordada por la visita: "¡cuanta gente ha venido hoy a verme!", "¡sacadme guapa, eh!". Le brillaban los ojos de alegría y se atrevio a acariciar el piano, su piano, en la sala de música donde solia pasar las tardes ensayando alguna melodía. La casa sigue estando igual que cuando la diseñara el arquitecto Guillermo Langle unos años antes de la Guerra Civil. En las paredes reposan los retratos de los antepasados con monóculos y arañas de cristal de Bohemia cuelgan del techo. Hay sillas versallescas en los rincones, espejos bañados en oro, muebles de caoba, cortinas de raso aislando las estancias, y en la repisa de la chimenea el incensiario regalo del Caudillo.

En el jardín interior verdean gladiolos y pinsapos, frente a un gran álamo que mira al antiguo Banco de España y un columpio de los de Heidi. Títulos de propiedad de fincas en San José junto al hierro de una ganadería que data de 1887 y un retrato a espátula de la señora de la casa vestida de cazadora con rifle, galgo y El Romeral en lontananza.

Un carillón da los cuartos, y en la mesa del comedor la anfitriona ha dispuesto leche, café y repostería variada. Hay porcelana fina en los chineros y grandes ventanales por donde entra el sol a raudales. El jardín exterior se alegra con rosales, margaritas y boinillas japonesas.

La casa, cedida al Ayuntamiento para uso cultural desde 1984 una vez fallezca la propietaría, es un capricho en el epicentro de la ciudad. Desde sus ventanales ha visto pasar la vida Doña Paquita, escuchando boleros con una taza de té en la mano, mirando la Plaza de Emilio Pérez.

Las mil y una noches.

Fue, y es aún, una casa de ensueño, de las mil y una noches de Sherezade, que esconde inumerables historias: en la primera planta aún se conserva la cama y las sábanas de Holanda donde durmió Franco con Carmen Polo en su primera visita a Almería; alli organizaban Francisca Díaz y su esposo, José Gonzalez Egea, grandes fiestas amenizadas con la música de Frank Sinatra, en las que retozaba la clase adinerada de Almería; se celebraban las puestas de largo y pedidas de mano de las familias más lustrosas de Almería, en las que el alcalde Pérez Manzuco solía entrar al salón noble montado en moto y escoltado por el Gobernador Urbina Carrera; bailes de disfraces y memorables fiestas de fin de año, donde rezumaba el olor a coñac entre vestidos de miriñaques y corbatas de Paris; allí pernoctó algun obispo en alcoba reservada y retrete dorado; y en la cochera hubo carruajes y algun Rolls color humo.

El caserío cuenta con dos plantas y un sótano sobre un solar de 1.800 metros cuadrados y tiene nivel de protección dos, que obliga a conservar su fachada. Allí lleva mas de 60 años Doña Paquita tomando el té de las cinco, viendo Almería pasar.












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Una de las fortunas con mas lustre de Almería.

La Casa Vasca de la Plaza Circular fue construida en 1934 por el acaudaldo industrial y banquero Antonio Gonzalez Egea, suegro de Francisca Díaz, en un privilegiado solar herencia de su padre José Gonzalez Canet, senador y propietario de la plaza de toros (en sociedad con Felipe Vilches, primer marido de su nuera, Josefa Montoya) y del Teatro Apolo de la capital.

Los Gonzalez eran originarios de Canjayar y representaron la ascensión económica de algunos propietarios de parrales afortunados, que se trasladaron al puerto de Almería para dedicarse al negocio uvero a gran escala. Eran comerciantes sin tradición en otras actividades de exportacion y que, a diferencia de otros como Spencer y Roda, o Barrón y Cia, se van a dedicar exclusivamente a la uva de embarque. Gonzalez Egea, un potentado exportador de uva, habia aprovechado la céntrica finca años antes para instalar unas pistas de tenis, donde jugaban sus hijos José y Carmen Gonzalez Montoya, que habian adquirido la afición durante su estancia en colegios ingleses. Era la época del Lawn Tennis Club de Almería, que habia germinado gracias a la influencia britanica de los cónsules extranjeros, al que se sumó lo mas granado de la burguesia local. Gente rica y menesterosa como los Bulmer, Casinello, Roda Spencer o Romero.

El fundador de la saga, José Gonzalez Canet fue notable político. Ascendió poco a poco desde su peldaño de concejal a alcalde Almería y senador por la provincia. Era a principios de siglo el principal contribuyente por fincas rústicas y úrbanas de Almería con posesiones en el Pago del Perú, la Haza de Acosta, la Calzada de Castro y el barrio de Los Molinos de Viento. En la provincia contaba con un patrimonio inigualable con propiedades en Vicar, Dalías, Enix, Huercal, Gádor, Ragol, Illar, Ohanes y Abla. Poseia una flota de barcos, ganados, frutos y una colección de joyas. En 1902 se segrego una parte del predio situado junto a la Plaza Circular, que fue adquirido por el Banco de España para ubicar su sucursal en Almería por 23.595 pesetas de las de principio de siglo.

Gonzalez Egea, que habia sido dos veces alcalde de Almería, solia ir de veraneo con su familia a Biarritz y cuentan que quedo encantado con la arquitectura colonial de la zona y el uso generoso de la madera. Desmontó las pistas de tenis y aprovechó el solar herencia de su padre para edificar la casa mas singular de Almería, tierra donde los ricos se construian extensos cortijos de recios muros y cal viva, pero no mansiones como los indianos que volvian a Asturias, Cantabria y Vascongadas.

Pero en la casona nunca llegó a vivir su constructor. La estrenó su hijo, José Gonzalez Montoya, recien casado con Francisca Díaz, que murió en 1976 si. hijos.








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Referencia al asunto en la web de la Consejeria de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía

La Junta de Andalucía ha distinguido hoy a Francisca Díaz Torres como Hija Predilecta de Andalucía, en un acto celebrado en Sevilla con motivo del Día de Andalucía y presidido por el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán. La distinción reconoce la labor de esta almeriense en la protección del medio ambiente en el Parque Natural de Cabo de Gata Níjar.

Francisca Díaz Torres, conocida como ‘Doña Paquita`, nació en 1911 y es la propietaria de la finca ‘El Romeral`, situada en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar (Almería). Primero junto a su marido, José González Montoya, y en solitario tras el fallecimiento de éste en 1976, Francisca Díaz ha dirigido y asegurado la conservación del que hoy es el paraje más emblemático y visitado del Parque Natural, en torno a la Bahía de San José. Su empeño en la gestión sostenible de esta finca de 3.300 hectáreas frente a las presiones urbanísticas ha sido fundamental para el mantenimiento de los valores ecológicos del Cabo de Gata.

Cuando en los años 60 se intentó hacer atravesar por su finca la Autovía del Mediterráneo, el matrimonio González Díaz inició la urbanización ordenada del paraje más desolado de la zona, San José, imponiendo a las ventas limitaciones de edificabilidad y condiciones de protección ambiental. Desde entonces, a través de sus empresas, Francisca Díaz ha impulsado este enclave un urbanismo sostenible, respetuoso con el espacio y ejemplar en cuanto al uso de tipologías constructivas acordes con el entorno.

Dedicada tradicionalmente a la producción cerealista y ganadera, la finca 'El Romeral' ha acogido a lo largo de su historia proyectos innovadores como la apertura de una fábrica de cuerda de crin vegetal y la creación de una reserva de riego para alimentación del ganado. En los últimos diez años se han invertido más de nueve millones de euros en la rehabilitación y puesta en valor de antiguas edificaciones de valor histórico y etnográfico. Actualmente, a través de una empresa creada por ella y gestionada por sus familiares, Francisca Díaz impulsa iniciativas para orientar la reconversión de la finca hacia una oferta turística integrada con las formas de vida tradicionales y la cultura del entorno.

El compromiso de Francisca Díaz con los principios de la sostenibilidad ha obtenido, entre otros reconocimientos, la declaración de ‘El Romeral' como finca ecológica; la designación de su empresa como la primera que obtuvo la marca Parque Natural de Andalucía en su modalidad Turismo de Naturaleza, y el diploma concedido por la Consejería de Medio Ambiente por su papel en la conservación del Parque Natural.

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¡¡UN BESO, ABUELA!!... :D




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Re: Doña Paquita...
« Respuesta #1 en: Domingo 28 Febrero 2010 21:20:30 pm »
Pues agradezco a esta señora el poder haber visto por primera vez el verano pasado el maravilloso legado que dejo, vine encantada de la zona del Cabo de Gata y sus playas..si me permites vigorro pongo unas foticas..










« Última modificación: Domingo 28 Febrero 2010 21:31:09 pm por Punsuly »
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Re: Doña Paquita...
« Respuesta #2 en: Domingo 28 Febrero 2010 21:37:58 pm »
Todo un ejemplo de sentido común, desconocía de su existencia pero me alegro que aún queden personas como ella.

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Dios nos libre del día de las alabanzas. Hostalets de Pierola (Serra Alta) 385msnm. Teruel en el corazón!

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No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo (Voltaire).

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Re: Doña Paquita...
« Respuesta #3 en: Martes 02 Marzo 2010 20:39:18 pm »
Ojalá hubiera muchas "Doña Paquita". Una en cada comunidad autónoma de esta, nuestra Península.
Con personas así, que tiemblen los especuladores.....y los "otros" (políticos de media pelo)
Estación Meteorológica de Ojáiz-Peñacastillo (Cantabria) Página web: OJAIZMETEO
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