Transcribo este pequeño artículo, aparecido en el Investigación y Ciencia de este mes (pág 4) que me parece muy interesante.
Cuando engordamos, solemos echar las culpas a la dieta y a la falta de ejercicio.
Sin embargo, los monos titíes y los macacos de un laboratorio de Madison han venido engordando desde 1982, a pesar de haber seguido la misma dieta y la misma actividad física desde entonces. David B. Allison, bioestadístico de la Universidad de Alabama en Birmingham, opina que la causa podría deberse a factores ambientales. Junto a otros colaboradores, estudió los cambios de peso de unos 20.000 animales, desde primates y cobayas empleados en investigación hasta perros y gatos domésticos o ratas urbanas. Registraron el cambio de peso que los animales habían experimentado en una década, así como su probabilidad de padecer obesidad. Ambas cifras mostraron una fuerte tendencia al alza. Los chimpancés engordaron un 33,6 por ciento en diez años; los ratones, un 12,46 por ciento.
Como causa, Allison apunta a determinados factores, como algunas toxinas presentes en el agua potable y que afectan al sistema endocrino o ciertos patógenos que alteran el metabolismo de los mamíferos. Otros afirman que los datos podrían obedecer a cambios en la dieta y en el ejercicio, quizá provocados por un aumento en el número de animales de laboratorio que se guardan en la misma jaula. Allison concede que las condiciones de vida podrían influir en el metabolismo, pero insiste en que también los humanos viven cada vez más aglomerados. Es justo la clase de novedad que atribuye a sus resultados. «Si la densidad de individuos en una jaula afecta al peso de los animales, quizá la densidad de viviendas también afecte al peso corporal de las personas», afirma.
Katsnelson, Alla