Si os parece bien os cuento mi hipótesis de por qué están fallando los modelos del IPCC:
Fuente:
http://homepage.mac.com/uriarte/tempsestrat.html
Las erupciones volcánicas provocan una inyección de aerosoles en la estratosfera, lo cual supone un incremento de núcleos absorbentes de la radiación solar por lo que durante 2 años la estratosfera se calienta, sin embargo, acto seguido los aerosoles volcánicos reaccionan con el ozono, formando compuestos óxidos que precipitan.
Al precipitar los óxidos, el ozono estratosférico disminuye
http://homepage.mac.com/uriarte/ozono.html
Por lo que además de desaparecer los núcleos adicionales absorbentes de la radiación solar, también disminuyen los átomos de oxígeno y las moléculas de ozono, por lo que la temperatura de la estratosfera forzosamente baja.
Puesto que al precipitar los aerosoles junto al oxígeno disminuye el ozono, no parece que la temperatura de la estartosfera vaya a recuperarse a corto plazo, sino que supone una tendencia al enfriamiento a medida que se acumulan grandes erupciones volcánicas en períodos cortos de tiempo.
[Otra hipótesis alternativa es que el oxígeno reacciona con los aerosoles, pero no precipita apreciablemente, por lo que se debería recuperar, como parece que lo hizo después del Chinchón, pero no después del Pinatubo]
En cualquier caso, esto no está bien modelizado por el IPCC, de tal modo que afecta al resto de capas.
Debido al enfriamiento de la baja estratosfera, los equilibrios radiativos cambian, por lo que necesariamente se debe enfríar la alta troposfera, y por tanto se debe calentar menos la troposfera media. Ese efecto, sin embargo, no llega a transmitirse al nivel de superficie, donde la densidad de la atmósfera es muy elevada.
Lógicamente, las erupciones volcánicas no fueron previstas por el IPCC, por eso (pienso) fallaron los modelos para los niveles medios y altos de la atmósfera.
Saludos
Un artículo interesante:
http://www.cienciahoy.org.ar/hoy38/volcan5.htmLOS VOLCANES CONTRIBUYEN A DESTRUIR LA CAPA DE OZONO
Si no fuese detenida en la estratosfera por el filtro natural que forma el ozono, la radiación ultravioleta proveniente del Sol sería fatal para la vida en la Tierra. Debido a la presencia del ozono, la mayor parte de esa radiación no alcanza la superficie terrestre. Las moléculas de ozono están constituidas por tres átomos de oxigeno y se forman mediante reacciones fotoquímicas durante las cuales se absorbe radiación ultravioleta. Si bien el ozono está presente en toda la atmósfera, se concentra principalmente en la estratosfera, entre los veinticinco y treinta kilómetros de altura. Esa región es llamada capa de ozono.
En esta década, los estudios de Mario Molina y Sherwood Rowland indicaron que dicha capa se estaba destruyendo a un ritmo de entre 1,3% y 4,1% cada diez años, debido a la contaminación atmosférica con compuestos clorofluorocarbonados (CFC), gases fabricados por el hombre para usarlos como propelentes de aerosoles domésticos, en la manufactura de plásticos y en equipos de refrigeración. Según los mencionados autores, que en 1995 recibieron el premio Nobel de química por sus estudios de este problema, al llegar a la estratosfera, las moléculas de CFC resultan destruidas por acción de la radiación solar; quedan así libres átomos de cloro, flúor y bromo, que reaccionan con el ozono y lo destruyen (véase 'Los clorofluorcarbonos y el ozono estratosférico, un problema global', Ciencia Hoy, 36:51-61, 1996).
Sin embargo, la cantidad de cloro liberado a la atmósfera por acción del hombre es ínfima, comparada con la originada en fuentes naturales. En 1991, la producción total de CFCs en el mundo fue de 1,1 millones de toneladas, lo que incluyó 750.000 toneladas de cloro. De ellas, según las estimaciones de Molina y Rowland, cerca del uno por ciento, esto es, 7500 toneladas, escapa a la troposfera baja y, con el tiempo, asciende a la capa de ozono (o se transforma antes en substancias inocuas). Según los nombrados, una molécula de CFC demora cerca de cinco años en llegar de la atmósfera inferior a la estratosfera. La troposfera baja recibe cerca de 600 millones de toneladas de cloro de los océanos, y solo los volcanes difusivos diseminan otros 36 millones de toneladas anuales en forma de ácido clorhídrico ( este ultimo valor, el mas aceptado, responde a una estimulación baja o prudente: algunos autores lo llevan a 200-250 millones de toneladas por año), mientras que los volcanes explosivos pueden lanzar directamente a la estratosfera, de una sola vez, algunos millones de toneladas. La mayor parte del cloro de origen volcánico, sin embargo, no llega a la estratosfera, porque regresa a tierra lavada por las lluvias.
Los modelos matemáticos elaborados, entre otros, por Arnold Tabazadeh y Robert Trucco (1993) sugieren que solo el 1% del cloro expulsado por los volcanes explosivos llega a la estratosfera. Sobre esa base, puede calcularse que la erupción del Pinatubo habría lanzado a la estratosfera 4,5 millones de toneladas de ácido clorhídrico, esto es, seis veces el cloro proveniente de los CFCs en un año. En el año siguiente a la erupción (1992), se observaron reducciones de entre 9% y 14% en la concentración de ozono de algunas zonas, con una media diaria global 2% a 3% inferior a la mínima recogida por observaciones satelitales en los últimos trece años. Pasado el efecto de la erupción, a comienzos de 1994 las concentraciones de ozono estratosférico retornaron a los valores anteriores a aquella. A pesar de ello, algunos científicos no aceptan que el Pinatubo fue el responsable del fenómeno.
Se ha mencionado que en épocas anteriores la actividad volcánica fue mas intensa que hoy, y que, consiguientemente, hubo mayor diseminación de cloro en la estratosfera. Si la fotoquímica de la estratosfera fuera tan simple resulta de algunos de los de modelos matemáticos elaborados, la erupción del Tambora, en 1815, que fue algunos cientos de veces mayor que la del Pinatubo, hubiera destruido totalmente la capa de ozono mucho antes de la existencia de CFCs. En realidad, no se advierten evidencias de una reducción de la capa de ozono en serie temporales prolongadas de datos sobre su concentración en la atmósfera, como las obtenidas en Escandinavia, en Tromsoe (69�N) y en Abisko (68�N), desde 1926, que fueron analizadas y publicadas en 1950 por Randolph Pendorff, el primer investigador que hablo de agujeros en la capa de ozono. Sus datos solo registran variaciones consideradas naturales en la concentración del ozono atmosférico, que dependen, entre otros factores, de la actividad solar y de las cantidades de cloro, flúor y bromo diseminado en la estratosfera precisamente por volcanes.
En el periodo entre 1935 y 1955, la actividad solar fue creciente y la volcánica, decreciente. Ello aumento la cantidad de radiación ultravioleta que llego a la atmósfera y produjo un incremento de la capa de ozono. Esta comenzó a ser controlada con algunos cuidados desde la superficie terrestre a fines de 1950; desde entonces se verifico un aumento de la actividad volcánica, una disminución de la actividad solar y una reducción de dicha capa.
El fenómeno que ha recibido más comentarios en los últimos años es el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida, que las teorías prevalecientes en la actualidad atribuyen a los CFCs. Sin embargo, ya en 1960, cuando no era común el uso de los CFCs, Sir Gordon Dobson demostró existencia de dicho agujero y atribuyó a las condiciones meteorológicas especiales del continente Antártico.
El invierno antártico se caracteriza por la ausencia de irradiación solar, por las bajisimas temperaturas que se registran en la estratosfera ( inferiores a 80�C bajo cero) y por el hecho de que soplan vientos de mas de 200 kilómetros por hora, los cuales rodean al continente y aíslan su atmósfera, lo que impide la penetración del ozono formando en los trópicos, que llegaría a los polos por acción de otros vientos. En tales condiciones, no se renueva el ozono progresivamente destruido.
La Antártida posee doce volcanes activos. Sólo uno de ellos, el monte Erebus, que es del tipo difusivo-explosivo, tiene cerca de 4000m de altura, hecho importante si se tiene en cuenta que, en invierno, la estratosfera de la Antártida comienza a los 5000m de altura. El Erebus expulsa, en promedio, 1230t de cloro y 480t de flúor por día; por lo tanto, disipa anualmente en la atmósfera antártica cerca de 450 millones de toneladas de cloro, sesenta veces las liberadas por el uso de CFCs. A pesar de ello, la capa de ozono vuelve a la normalidad sobre la Antártida cuando los vientos invernales mencionados -el llamado vórtice circumpolar- desaparecen al comenzar la primavera austral.