La asturiana Rosa Fernández logra coronar el Everest después de una ascensión en condiciones muy duras y con temperaturas gélidasCAMPO BASE. Rosa Fernández, junto con otros montañeros, en el campo base antes de iniciar el asalto definitivo al Everest . / R. F.
CARLOS GARCÍA COBIÁN/GIJÓN
A las 4.40 horas del sábado, la asturiana Rosa Fernández puso sus pies en la cumbre del Everest después de una ascensión por la cara Norte, y se convertía en la primera montañera que este año corona la montaña más alta del mundo, con sus 8.848 metros de altitud. Ningún montañero -hombre o mujer-, había pisado todavía esta temporada el techo de mundo, un lugar en el que Rosa Fernández se une a Jorge Egocheaga en el ránking de deportistas asturianos en lograrlo y se convierte en la primera mujer del Principado en hacerlo. Rosa Fernández hizo cumbre con Dawa, un sherpa de su plena confianza que la acompañó durante toda la expedición, y permaneció en la cima aproximadamente media hora, hasta que se le unió un montañero americano que llegó posteriormente acompañado por varios sherpas más.
Era casi la única oportunidad que tenía Rosa Fernández para hacer cumbre. Las previsiones meteorológicas anunciaban un empeoramiento del tiempo para los próximos días en la zona del Everest. Las dificultades eran máximas, hasta el punto de que una expedición catalana había abandonado definitivamente su asalto cuando se encontraban a doscientos metros de la cumbre, debido a las bajas temperaturas.
A Rosa Fernández la describió ayer Daniel Gutiérrez Granda como «una trabajadora nata y muy cabezona, que es lo que se necesita para alcanzar los grandes retos». Ese trabajo y la concienciación de que podía llegar hizo que la asturiana, de Cangas del Narcea, pudiese colocar una tienda a 8.300 metros de altura, para poder descansar unas dos horas. Después diponía de otras ocho para asaltar la cumbre, tras dos intentos sin conseguirlo.
Para lograr coronar, Rosa Fernández tuvo que sortear muchas dificultades, puesto que ni siquiera estaban fijadas las cordadas de ascensión, e incluso tuvo el temor de tener problemas de congelación en alguno de los últimos tramos de la ascensión, ya que la temperatura máxima era de 25 grados bajos cero.
Contraste de emociones
El contraste de emociones también fue fuerte para la montañera asturiana, que pasó cerca de los restos de una expedición que se quedó en el camino de la cumbre hace algo más de un año. Allí reposaban los cuerpos de cuatro montañeros que perecieron en el intento.
La cara alegre del éxito llegó cuando hizo cumbre y cuando comenzó a ser manteada por los sherpas de otras expediciones que le mostraron de esa forma su admiración por la fortaleza exhibida en una ascensión realizada en condiciones de extrema dureza. Los últimos 500 metros de la ascensión la montañera asturiana tuvo que hacerlos con oxígeno, aunque el objetivo inicial era la de convertirse en la segunda española en coronar el Everest sin este elemento, para lo que realizó una preparación especial.
«Estaba muy emocionada, tremendamente feliz y muy agradecida a los sherpas por el apoyo constante que le han mostrado durante toda la ascensión», relató a Efe Javier Morán, marido de la montañera, quien añadió que Rosa Fernández desconocía si otras expediciones habrían logrado alcanzar la cumbre posteriormente, aunque indicó que el empeoramiento repentino y brusco del tiempo «apenas dejaba opciones».
La asturiana, conocedora del corto espacio de tiempo del que disponía para intentar llegar a la cumbre, decidió arriesgarse en compañía de Dawa, el sherpa con el que ya logró coronar el pasado año otro de los catorce ochomiles del planeta, el Makalu.
La propia montañera le confesó a Javier Morán que tuvo «miedo» y que lo pasó «realmente mal» cuando tuvo que esperar para cruzar el segundo escalón, una zona muy complicada para transitar y en la que temió ser víctima de un estado de congelación ante las gélidas temperaturas. Según el testimonio de su marido, «Rosa recuerda ese instante como de especial dureza, pero supo que cuando empezó a caminar y sintió un dolor tan fuerte en sus pies, era señal de que se reactivaba la circulación".
«A falta de 300 metros para la cumbre, los sherpas desplegaron las banderas de oración y las esparcieron por la zona, un momento que ella describió como «mágico. Parece que la llegada a la cima coincidió con una bonanza repentina del tiempo, durante la media hora en la que permaneció allí incluso lució el sol, pero el tiempo cambió y cuando descendías empezaba a nevar de forma copiosa», añadió Morán.
Fuente: EL COMERCIO DIGITAL