Esta semana me ha contado un biólogo una historia que no es descabellada. Me ha contado que unos laboratorios, dedicados entre otras cosas a fabricar vacunas de la polio para su venta en África, decidieron utilizar macacos en lugar de caballos o cerdos como siempre. Parece que una partida salió contaminada (ni ellos deben saber aún por qué) y se retiró del mercado. También se retiraron los macacos. Pero para entonces ya se habían vendido cientos de unidades, aparecía gente infectada, y se extendía el mal como un reguero de pólvora. La ciencia oficial llamó a ese mal “Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida”, abreviado generalmente como SIDA. Se dijo que un macaco había mordido a un hombre y había liado la de Dios. Debía ser la primera vez en la historia de África que un hombre era mordido por un mono, supongo, ...qué mala pata. También me ha contado ese biólogo que quedan al menos dos frascos de la partida original en el laboratorio, guardados bajo siete llaves.
El dossier sobre Camarles y sus monos (sobre el Centre de Recherches Primatologiques Ltd., que ahora se llama Noveprim Ltd., que ha absorbido a su filial catalana Camerney SL, y que ha formado un paquetito con la granja que ha comprado el laboratorio de Covance) parece que también está bajo siete llaves en el Departament de Agricultura de la Generalitat de Catalunya.
Hay que ver, ¡Para cuántas llaves dan de sí los macacos!.
Ayer domingo 25 de abril los ví. Ayer ví los macacos de Camarles. Es imposible llegar hasta la granja si no te acompaña alguien de la zona. No puede estar más escondido ni con peores caminos de acceso. Desde la finca colindante, un montón de piedras y una valla con un cartel colgado de un alambre: “Fauna Salvaje”. Tras la valla un espacio de unos 10 metros de ancho, lleno de escombros, una carretilla volcada, unos sacos de cemento a medio usar, varios montículos de restos de obra, pedazos de ladrillo y otra valla, con otro cartel: “Peligro Valla Electrificada”. Y allí mismo empiezan las filas de barracones. Cada barracón es un búnker de cemento con un patio vallado por todas partes. Las primeras filas de barracones están vacías. En la cuarta, hay un patio que hace saliente, y allí vemos algo que se mueve. El periodista de la televisión alemana que nos acompaña lleva una cámara con zoom. Son los macacos. Me deja mirar. Hay un bebé aferrado a su madre, mirando cómo otro, una pizca más grande, se golpea con las rejas del techado intentando salir. Se oyen gritos. He visto una foto de la BUAV (British Union Anti Vivisection) hecha dentro de Covance (Munster, Alemania), en la que un bebé como éste aparece solo en una jaula minúscula, con un charquito de sangre, sin la piel de la espalda, y con un implante sabe Dios de qué. Recuerdo la foto y vuelvo a mirar al bebé. Giro la cabeza señalando una bobada lejana para que el cámara no me vea llorar.
Acompaño al periodista a rodear el perímetro. Se oye algún pájaro, y golpes intermitentes contra las rejas. Siguen los gritos. Descubrimos junto a los búnkers un edificio. Hay ropa tendida, unas sábanas, unos pantalones. Siguen los carteles de “Fauna Salvaje”. Parece abandonado todo. Creemos descubrir un guarda de seguridad doblando alguna esquina. Sigue la valla y al girar nos encontramos, a cien metros de los monos, con que la valla exterior está toda tirada, los postes en el suelo y las bases de cemento al aire. Hace mucho calor. Todo dentro es una sucesión de montículos, con basura diferente. Alguien ha tirado por allí bricks de refrescos de fruta, incluso unos periódicos que informan que otro alguien fue a cagar dentro del perímetro. Pieles de plátano, dos paquetes de tabaco arrugados. Hace mucho calor. Siguen los gritos y los golpes. El cámara y yo caminamos en silencio. Un camino nace de repente paralelo a la valla, con una cadena oxidada que lo cruza de lado a lado, invitándonos a parar. En medio cuelga una señal de tráfico de prohibido el paso, completamente abollada, y más oxidada si cabe que la cadena. Detrás hay un poste de madera, un poste chungo, con dos chapas: la de arriba naranja, con un signo de exclamación, y la de abajo blanca, con la silueta de un Doberman. Juzgo que no es prudente exponer al cámara, y decido dar media vuelta.
Entonces me pregunta por los monos, por las medidas de control, por los análisis globales que había que hacerse para estar cerca, por la asepsia, por la seguridad sanitaria hacia el entorno, por todo eso que la empresa había manifestado y esgrimido para no dejar que se aproximara la inspección de la Generalitat. No le contesto. Miro alrededor, a ese vertedero, global también, que es la granja de cría de macacos de Camarles, y alucino. No sé que decirle. ¿Que hay una valla electrificada para que no pase la gente a cagar? Y me acuerdo de Berlanga, y su magistral retrato de ridículo hispano. Hasta me noto en el pelo una peineta. El cámara se hace cargo del bochorno de este gol sanitario metido a mis autoridades, y opta por no insistir. Debe pensar que sí, que Spain is ciertamente diferent.
Volvemos atrás. El bebé sigue aferrado a la madre. No sabe que está lejos de la selva africana, no sabe que está en un olivar del Delta del Ebro, en Catalunya, y que el martes 27 de abril estará sin madre, en una jaula en Alemania, sin piel en la espalda, y con un implante cortesía de Covance. También ignora que miles de personas, en todo el mundo, están ahora luchando por él. La batalla está perdida, como la piel de su espalda, como el cuerpo de su madre. Nadie escucha. Ni el gobierno ni la prensa. Triste vida la de todos.
Nos acompaña una bióloga. Nada más llegar, ya ha anunciado que la fauna autóctona debe estar contaminada. Que no hay medidas sanitarias. Que los búnkers no son estancos. Que los patios están al aire libre. Que los pájaros se contaminan picoteando restos de comida. Los macacos están sanos, pobres bestias secuestradas. El resto de la fauna, no. Ni las aguas subterráneas, ni los malecones de cultivo. Es curioso. Reparo en que hay pocos pájaros, en que no he visto hormigas. Hace calor. Siguen los golpes solitarios, y los gritos. Creo que nos están suplicando volver a casa. Pero el eje Catalunya – Covance, el Eje C, está haciendo su trabajo.
Lunes 26 de abril. Buen viaje hacia el infierno, bebé asustado. Cortesía de Catalunya.
Matilde Figueroa
Fundación Altarriba, Amigos de los Animales
Lunes, 26 de abril de 2004