Los seres vivos ocupan una franja de temperaturas que oscila entre los -18ºC y los 50 ºC. Por encima y por debajo de dichos límites se puede encontrar vida en estado latente. Considerando ésta, los márgenes quedan redefinidos entre los -200ºC y los 80ºC/110ºC.
Según las investigaciones científicas que se han realizado al respecto para averiguar cuál es la temperatura ambiente máxima que resiste el cuerpo humano, éste sería capaz de soportar una temperatura máxima de 127º, pero durante solo unos 20 minutos. Sin embargo, la mayoría de los seres humanos tenemos una temperatura límite de 55 grados con humedad normal, y sufrirán hipertermia después de no más de unos minutos expuestos a un calor con 60 grados en el aire. Si la temperatura del aire es, por ejemplo, de 2 °C, la temperatura superficial interior no debe ser inferior a 17 °C ni superior a 23 °C. De lo contrario se siente frío o calor, respectivamente, sobre la piel desde la superficie radiante en cuestión (el caso típico se produce cuando uno se ubica frente a una ventana, en invierno se siente frío y en verano, calor)
Se dice que la temperatura de confort se encuentra entre los 21º y los 26º. Sin embargo, en los países desarrollados, se han hecho miles de experiencias para conocerla y el resultado es aproximadamente 20 °C o bien su equivalente 68 °F (a esta temperatura se le llama temperatura normal). Se han encontrado pequeñas diferencias entre mujeres y hombres, entre niños y adultos, entre gente del sur y del norte, entre gente que se alimenta principalmente de carbohidratos o de proteínas, etc. Sin embargo, estas diferencias no superan los 2 °C, siempre que la humedad del aire no sea ni alta ni baja (50 – 60%) y la velocidad, un metro por segundo, todo esto con una vestimenta de tipo medio. Pero variaciones de la velocidad del aire y de la humedad relativa sobre los límites señalados, hacen variar la temperatura de confort, de modo que se produce una “sensación térmica” distinta a la que marca un termómetro común y corriente. Así pues se considera un movimiento del aire inferior a 1.0 m/s y una humedad relativa comprendida entre 35 y 75%. Bajo estas condiciones el organismo humano se siente en equilibrio térmico cuando el aire a su alrededor es de aproximadamente 20 + - 2 °C.
Experimentos realizados en el Consejo Nacional de investigación de Canadá ilustran como la actividad muscular nos libra del frío. Se demostró que la misma ropa necesaria para conservar confortablemente el calor en un clima de 20 grados centígrados, estando alguien sentado en reposo, le mantendrá el calor en un ambiente de 5 grados centígrados si camina deprisa o de -20 grados centígrados si corre. Si no se combate el frió mediante el ejercicio voluntario, los músculos se encargan de hacerlo, y se calientan solos tiritando. Como los músculos producen más calor en los climas fríos, necesitan mayor suministro de energía de alimentos, fenómeno que la naturaleza regula aumentando el apetito. En promedio se consumen treinta calorías más al día por cada grado centígrados que baja el termómetro. En lugar de aumentar la producción de calor cuando hace frío, puede lograrse casi el mismo resultado, conservando el calor existente. Todo el mundo conoce un método sencillo: cuando hace frío se uno se acurruca como formando un ovillo, y de esta forma reduce la superficie de irradiación del calor interior.
Menos conocidos son los cambios automáticos cutáneos y sanguíneos. Normalmente la sangre y la piel actúan como sistema de enfriamiento, a la manera del agua y el radiador de un automóvil: la sangre caliente que sale de los órganos internos se enfría circulando por la piel a razón de 190 a 300 litros por hora. En cambio cuando hace frío, muchos pequeños vasos sanguíneos de la piel se cierran, reduciendo la circulación a un quinto de lo normal, con el resultado de que la piel se convierte, de radiador que despide calor, en manta que lo conserva. La eficacia de esa manta cutánea depende en parte del espesor de la grasa subcutánea. En general, las personas con abundante grasa soporta más el frío que las personas delgadas.
El pelo de los animales aísla en la misma forma. Muchos de ellos pueden conservar el calor corporal por medio de diminutos músculos que erizan los pelos y engruesan así la capa pilosa cuando el animal tiene frío. Los humanos tenemos también músculos que erizan el pelo de la piel, que se contraen cuando nos enfriamos repentinamente, produciendo el efecto conocido como “carne de gallina”. Si bien el aire en reposo es un excelente material aislante, el aire en movimiento se lleva rápidamente el calor. Incluso una brisa que sople a solo 8 kilómetros por hora arrasa con consigo unas ocho veces más calor corporal que el aire en reposo.
Entonces yo me pregunto, ¿si la temperatura media del planeta es de 15º y la temperatura de confort del ser humano están entre los 20ºC y los 23ºC, no es mejor que se caliente el planeta a que se enfríe? ¿A qué se debe esa histeria colectiva temerosa del calor?