Vivimos en un entorno al filo de la navaja por el asunto de los recursos energéticos y las materias primas: lo de Ucrania, sin ir más lejos, no es otra cosa, y TODOS los movimientos geopolíticos de los últimos 30 años van por ahí también.
Y en este sentido, un país que no tiene un litro de petróleo en su subsuelo, cuyo carbón es de mala calidad y difícil de extraer, y que ha de importar gas de sitios como Argelia o, en menor medida, el Golfo Pérsico, ¿qué otra alternativa tiene sino es apostar por las renovables en sustitución progresiva de las centrales convencionales?
Un estado debe tener la vista larga y el paso corto, y en esas atribuciones está garantizar el suministro energético con independencia de que alguno de los países exportadores de hidrocarburos diga de cerrar la llave o que a terceros les interese crear inestabilidad para manejar el cotarro a su gusto. ¿Son más caras las renovables que las otras? Sí, pero no tanto como se dice, porque sibilinamente entre estas últimas se obvian costes que no computan. Por otro lado, al menos las renovables tienen margen de mejora, los materiales aumentan la eficiencia, los molinos se hacen más baratos y potentes en cada generación... ¿Qué puede dar más de sí la tecnología basada en los hidrocarburos, sino es el fracking, consistente en taladrar hasta el último palmo de terreno al tiempo que se crea una burbuja económica sideral? Se habla del boom del molinillo, pero es que el fracking va a dejar en mantillas todo esto: pan para hoy, hambre para mañana.
¿Nucleares? En mi escala estarían a medio camino entre los hidrocarburos y las renovables. No tengo prejuicios al respecto, siempre me ha parecido "mágico" que una pastilla metálica dé para generar megawatios de energía, pero me gustaría saber qué se piensa hacer con unos residuos que no se desintegrarán hasta pasados miles de años (creo recordar que alguien propuso ir tirándolos al mar, como en los años 60). Por no hablar de que producir un kilo de uranio enriquecido requiere mover toneladas y toneladas de sustrato, y a fin de cuentas no deja de ser un recurso finito sobre el que pronto se cerniría la competencia entre países demandantes.
No es tan fácil el asunto, desde luego.