Los Angeles está rodeada de los peores incendios forestales vividos en las tres últimas décadas en el sur de California. El fuego ha costado ya la vida a trece personas (nueve de los muertos quedaron atrapados entre las llamas cuando intentaban huir en sus vehículos), ha destruido más de 700 casas y se cierne sobre otros 30.000 hogares.
Se trata de una amenaza palpable que se deja sentir en todo el área, ensombrecida por una nube rojiza de humo y cenizas. «Es una situación terrible. Los peores incendios a los que nos hemos enfrentado en California en diez años», afirmó el aún gobernador de California, Gray Davis, comparándolos a los que en 1993 destruyeron numerosos hogares en el área costera de Malibú, entre ellos varias mansiones de estrellas de Hollywood.
Los más de 5.000 bomberos que están luchando en este infierno van incluso más lejos y algunos de sus veteranos han asegurado que nunca han visto nada igual en sus 30 años de servicio. En su opinión, lo más descorazonador son los múltiples frentes en los que prestan batalla, con unos diez incendios repartidos por todo el sur de California, al menos dos de ellos confirmados como intencionados.
La posible mano del hombre se ha convertido en el juguete de la Naturaleza, que aviva las llamas con los vientos de Santa Ana soplando desde el desierto, como es costumbre en otoño, y aumentando las temperaturas -ya por encima de los 35 grados centígrados- y acabando con la poca humedad en la zona. Los últimos informes meteorológicos no han ofrecido ninguna mejoría climática, lo que ha llevado a pedir la colaboración de otros estados, así como a ampliar la situación de emergencia a todo el sur de California, incluidas las ciudades de Los Angeles y San Diego.
Los afectados se cuentan por millares y han sido evacuados a lugares como el hangar del aeropuerto internacional de San Bernardino, donde pasarán el tiempo con la incertidumbre de lo que podrán encontrar de sus hogares cuando regresen a ellos. Los incendios han cortado dos importantes autopistas en la zona, utilizadas por aquellos residentes en estas áreas apartadas de la urbe en la que trabajan todos los días. Hoy no podrán acudir a sus puestos de trabajo.
Ni los aviones han podido escapar del fuego. El tráfico aéreo sufre una media de seis horas de retraso en la mayoría de los vuelos porque se ha incendiado un centro de control de la Dirección Federal de Aeronáutica Civil.
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