Hola.
Vivir en lo alto de una colina tiene, indudablemente, sus ventajas. Por ejemplo, durante las madrugadas en que las condiciones son propicias, se puede disfrutar y contemplar desde lo alto de la atalaya cómo el mar de nubes, las brumas y los bancos de niebla se desparraman bajo sus pies. El espectáculo es sublime...
Una de estas privilegiadas atalayas está en Carmona, localidad de la Campiña sevillana encaramada en un promontorio, desde el que se divisan vastas extensiones del valle del Guadalquivir, así como la Sierra de Grazalema sin ir más lejos.
Imaginaros por un momento que os levantáis para contemplar el amanecer, abrís la ventana y os encontráis de bruces con esto...
Uno no da crédito...cambio de objetivo a toda máquina y focalización en los detalles...
En pocos minutos, nuestro astro rey saldrá de su letargo. Cuestión de minutos y...
voilà Ummmm...el milagro de la vida...
Simultáneamente, la niebla se extiende, se espesa y empieza a ascender por los cortados de nuestra atalaya, envolviendo momentáneamente Carmona en las tinieblas y adquiriendo tonalidades un tanto anaranjadas, fruto de los rayos solares (mejor dicho, de la refracción y dispersión de los rayos solares)...
Todo llega a su fin, todo es efímero...el sol ha salido, las tonalidades naranjas desaparecen (aunque persisten en la roca de nuestro alcázar) y la niebla tiene las horas contadas a partir de este instante, su apogeo.
Hasta la próxima, Campiña sevillana...
Un saludo.