Asturias confunde a las isobaras

Asturias confunde a las isobaras

Los fallos en las predicciones meteorológicas se producen porque los satélites no reconocen la orografía de la región               


Alejandro ÁLVAREZ. Oviedo,

Pronosticar el tiempo con acierto siempre ha sido una tarea muy complicada, y en el caso de Asturias aún más. Las lecturas de los satélites meteorológicos que barren de Sur a Norte la península Ibérica no diferencian las distintas cotas de altitud, sino que lo promedian todo, valles y montañas, como si se tratase de una planicie. Para el Meteosat, Asturias es una meseta de 600 metros de altitud [ , ¿¿para el Meteosat??? será para los modelos], por lo que a la hora de realizar las previsiones meteorológicas no se tienen en cuenta la cota de altura ni los efectos de ladera o valle, factores determinantes en la climatología. En las zonas con un pronunciado relieve, como es el caso de Asturias, no es raro encontrarse con una montaña en la que hace sol en una ladera y llueve al mismo tiempo en la otra.

Íñigo Caballero, director de la Agencia Estatal de Meteorología de Asturias (Aemet), reconoce que la «complicada» orografía de la región se ha convertido en el principal problema al que se enfrentan a diario los meteorólogos a la hora de elaborar las predicciones, pero no el único. Asegura que la situación geográfica de España, en el extremo occidental de Europa, tampoco ayuda. «Los principales movimientos meteorológicos se producen de Oeste a Este [ , pero los movimientos no eran de aire??], y más allá de Finisterre no se tienen prácticamente datos, si exceptuamos las islas Azores y Madeira, que puedan prever el comportamiento de los distintos frentes que azotan a Europa. El resto del continente, en cambio, utiliza las lecturas de los países vecinos, lo que ayuda bastante a la hora de pronosticar», subraya. La colaboración entre los países asegura que es tal que incluso durante la guerra fría lo único que cruzaba del Este al Oeste eran los datos y la información meteorológica.

Actualmente, hay modelos informáticos conceptuales que pronostican a mesoescala, pero, según este experto meteorólogo, no tienen en cuenta el retorno. «Yo puedo pensar que cierto fenómeno ocurre de una determinada manera, pero luego puede no coincidir con las predicciones». En Asturias, las mediciones se realizan principalmente en la costa: Ribadesella, Llanes, aeropuerto de Asturias, Gijón, Oviedo, aunque también hay estaciones meteorológicas en los puertos de Pajares y San Isidro. «Podemos pronosticar lo que pasa en las inmediaciones de todos esos lugares, pero es muy complicado hacerlo con acierto unos kilómetros más allá, donde las condiciones ya no son las mismas». Una posible solución podría pasar por instalar más medidores meteorológicos, pero las ecuaciones que se utilizan, advierte el máximo responsable del Aemet en Asturias, son inexactas de por sí. «Trabajamos con derivadas parciales, matemática pura, a base de polinomios. Pero siempre hay lugar para el error, porque estamos tomando una solución aproximada, nunca real».

La atmósfera se mueve gracias a la energía que desprende el Sol. El calor que genera el astro rey es el responsable de que el agua se evapore y de que las nubes se desplacen. Para que una partícula viaje desde Coruña hasta Oviedo, por ejemplo, hace falta energía, que, según Íñigo Caballero, no procede de la rotación de la Tierra, sino del Sol.

Asegura que a pesar de que hay lugares de España donde es más fácil hacer pronósticos, como en la Meseta, el Aemet tiene estandarizadas las predicciones para toda España. Reconoce que en la cornisa cantábrica es muy complicado acertar con exactitud, aunque también existen otros puntos, como el golfo de Cádiz, donde las predicciones son particularmente complejas. Con respecto al cambio climático, Íñigo Caballero cree que lo hay que analizar con mucha prudencia y tranquilidad. Reconoce que en los últimos diez años es cierto que se ha notado un ligero incremento de las temperaturas máximas, sobre todo en los meses de marzo, abril y septiembre, en toda la cornisa cantábrica. En cambio, ese dato se contradice con las temperaturas mínimas, que «continúan manteniéndose en el mismo nivel».



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