La amenaza que viene
POR MIGUEL OLIVER
ILUSTRACIÓN CG. SIMÓN/E. SEGURA
MADRID. Los primeros estudios datan la presencia de la cotorra argentina en Madrid en 1985. Simpáticas aves de no más de 30 centímetros, cola larga, plumaje verde brillante y azul, pico amarillento y pecho gris. Su comercio como especie exótica fue todo un éxito. Pero todo cambió desde que a un particular le dio por soltar una pareja de estas aves en un campo de golf. Desde entonces, la agradable y cómica cotorra argentina se ha convertido en una amenaza y pesadilla para las personas que conviven cerca de sus colonias. Sus vocalizaciones, graves y estridentes, ya no hacen tanta gracia.
Sobre todo porque se trata de una especie que se reproduce a una velocidad de vértigo. En libertad, estas cotorras pueden llegar a vivir diez años. En cautividad, hasta 35. La reproducción tiene lugar de octubre a febrero, y cada puesta es de 1 a 11 huevos. Su incubación dura 24 días. Esto significa que cada ave puede procrear casi medio centenar de crías a lo largo de su vida. Es por ello que en la región están a punto de ser consideradas como una plaga. La Consejería de Medio Ambiente ha decidido ponerse manos a la obra para controlar su expansión. El primer paso ha sido la realización de un estudio para conocer el número de cotorras que hay en la región y dónde.
Las mayores colonias de esta especie invasora se han localizado en Pozuelo de Alarcón, Majadahonda, Boadilla del Monte, Arganda del Rey, Chinchón, Aravaca, Casa de Campo, Parque del Oeste y Ciudad Universitaria. En la actualidad, la Consejería analiza las conclusiones de dicho informe para concretar la afectación de esta especie exótica en los hábitats de la Comunidad, así como la posterior toma de medidas de control.
Rivalidad con otras aves
No se descarta nada. Ni siquiera la eliminación anual de un porcentaje de los ejemplares. La introducción de la cotorra argentina, ya sea de forma accidental o intencionada, puede llegar a ocasionar la destrucción del entorno, la pérdida de biodiversidad, daños a la agricultura y el desplazamiento de especies autóctonas. La suelta ilegal de este «invasor» es una de las mayores amenazas para las aves de la zona, máxime si algunas de éstas está en peligro de extinción.
En concreto, la presencia de cotorras argentinas en Madrid afecta negativamente a las palomas, las urracas y las carracas. La introducción de esta especie exótica en los parajes naturales de la región se debe al escape o liberación de ejemplares mantenidos en cautividad. El comercio de cotorras es frecuente en nuestro país, que ha importado un gran número de ejemplares en los últimos años. La población cautiva de la especie puede así seguir originando nuevos núcleos de población en libertad.
Las cotorras argentinas ocupan generalmente medios urbanos, frecuentando parques, jardines y arboledas tanto dentro de las zonas habitadas como en su periferia.
En el medio urbano, esta especie puede provocar otros problemas. La construcción del nido, para el cual las cotorras cortan numerosas ramas, puede causar daños sobre los árboles más próximos a las colonias. Los eucaliptos, pinos, plataneros, cipreses, enredaderas y los postes eléctricos (en zonas desarboladas) son sus lugares favoritos para instalarlos. El peso de estos nidos ha llegado a provocar cortocircuitos en este último caso.
Un ejemplo de sociabilidad
La cotorra argentina es una ave altamente sociable. Se caracteriza también por su fácil adaptabilidad al entorno. El nido no sólo sirve para la cría, sino también como dormitorio durante todo el año. Constituye así el centro de actividad diaria de los individuos, del cual parten cada día en pequeños grupos.
Es la única especie de loro cuyo nido, situado normalmente entre las ramas más elevadas del árbol elegido para nidificar, es construido entrelazando pequeñas ramas cortadas en otros árboles. Un nuevo nido puede ser construido adosado a uno ya preexistente, formándose de esta forma un nido compuesto. En Argentina se han encontrado casos de hasta 70 nidos juntos.
La especie se alimenta de semillas, frutos, flores, brotes de hojas y larvas de insectos. En zonas rurales también se alimenta de semillas. Es por eso que tampoco está muy bien vista entre los agricultores.