Es curiosa la situación pues según datos meteorológicos concretos hizo más frío en enero de 1891, en que el hielo fue traído por la corriente, que en la ola de frío de diciembre de 1788 y enero de 1789, cuando según se dice se heló en su totalidad en Tortosa, incluso en febrero de 1956 el frío fue mayor y no se heló el Ebro totalmente. Las tres olas de frío tuvieron una duración similar.
Para aclarar, y desmitificar, aspectos del invierno de 1788-89 os voy a comentar algo utilizando los escritos y datos del Dr. Salvà, primer observador meteorológico de Barcelona del que nos han llegado datos, que lo vivió en primera persona.
El invierno de 1788-89 viene marcado sin duda por la intensa y duradera ola de frío que comienza poco antes de Navidad y llega el 10 de Enero. El resto del invierno fue más bien suave.
El frío esta temporada comenzó en pleno otoño, estación especialmente lluviosa: "La estación fue más fría de lo que acostumbrado, y en extremo húmeda", según el Dr. Salvà, que habla de perjuicios a la vendimia y los campos sembrados. A pesar del frío no hubo heladas ni en Noviembre ni en Diciembre hasta que unos días antes de Navidad llega una ola de frío con mayúsculas. En palabras del Dr. Salvà podemos imaginar la magnitud de la situación meteorológica: "En el 23 heló en los parajes expuestos al ayre pero deselaba al medio día, no así desde el 28 hasta el 31, no obstante que los días fueron claros y serenos, pues en parajes que no tocaba el sol helaba a toda horas y en los días 30 y 31 llegaron a helarse las olas del mar al retirarse de la arena, lo que los más ancianos de la ciudad no se acuerdan haber visto ni oído decir que hubiese sucedido entre nosotros; igualmente lo que se helase el agua en piezas de dormir".
Para poder evaluar con datos concretos nos dice que "mi termómetro regular llegó á bajar 2 grados del punto del hielo, pero otro más expuesto al ayre, y que coloqué en paraje más elevado bajó un grado más en aquellos días al salir el sol, punto á que no había visto en el año 1765 que fué muy frío, según consta de las observaciones que entonces hacia nuestro difunto socio Dr. Pablo Balmes".
Es importante matizar que entonces no existían aún termómetros de mínima y que el mismo observador los tenía que calibrar, los datos, por tanto, corresponden al momento de la observación, 7 de la mañana con hora solar actual, y también hay que añadir que el observatorio se encontraba en la azotea de su casa en la calle Petritxol, en pleno centro de Barcelona. Extrapolando estos datos podríamos pensar que las mínimas en Barcelona estarían entre los -5º y -7º con lo que el episodio frío puede ser comparable al vivido en Febrero de 1956, con casi -7º en la misma línea de la costa de Barcelona. No hay nada que lleve a pensar que el frío en la ola de frío de 1788-89 fuera mayor en la comarca de Tortosa.
Los efectos del frío son propios de una advección ártica continental, popularmente conocida como ola de frío siberiana: "Lo grueso del hielo dentro de la ciudad no pasó de una pulgada y media (unos 4 centímetros), pero fue mucho mayor en varias partes del Principado en que se helaron los ríos, sobre cuyos hielos pasaban los carruajes sin romperlos." "Los efectos de este frío sobre la vegetación fueron abrasarnos o quemarnos todas las verduras, echarnos á perder todas las naranjas dulces y limones". La verdad es que los daños a los vegetales fueron muy considerables, como ya ocurrió en febrero de 1956 y en enero de 1985, especialmente porque no se tomaron medidas para protegerlos debido a que "como acá no acostumbra a sucedernos esto, la gente no tomo esta precaución".
Esta fue la primera parte de la ola de frío que continuó, incluso acentuándose alrededor de Reyes, en este caso también con nieve. El día 5 de enero nieva por la mañana aunque no parece una gran nevada. El día de Reyes, por la tarde, el cielo se va tapando con un ambiente muy frío, a las 2 de la tarde hay 3,8º C, y de noche ya nieva. Siguen cayendo copos gran parte de la madrugada y la mañana del 7 de enero, en un día muy frío, pues apenas se alcanzan los 2º C a las 2 de la tarde con cielo encapotado.
Según una crónica del Archivo Histórico: "Este año de 1789 fué un año muy frío que se hielaron las aguas del Claustro de la catedral y el día 6 de enero del presente llobió niebe que el día 7 quando se despertó la giente bieron dos palmos de niebe por las calles parajes de más y parajes de menos y en las fiestas de navidad del proximo passado 88 también se hielaron las aguas del Claustro de la catedral." Archivo Histórico Municipal de Barcelona, Ms. 165, fol. 22.
Esta nieve fue el epílogo de los fríos, como explica el Dr. Francesc Salvà: "Las tablas evidencian que desde el primero de enero hasta el cinco, el frío fue menguando y aunque del 5 al 7 amenazaba volver al grado del diciembre á causa de la nieve que cayo aquellos días, no obstante con los vientos meridionales y lluvias que sobrevinieron á ella se nos templó la estación y siguió así en lo sucesivo." A partir de aquí el mes de Enero quedó muy suave y no volvió a refrescar hasta mediados de Febrero en que "la lluvia del día 12, que fue nieve en los montes vecinos" en una breve entrada de aire frío.
Como hemos visto, el invierno de 1788-89 no fue "extremadamente frío" sino que hubo un periodo de unos 20 días extremadamente fríos en los días más cortos del año. Parecido a lo que ocurrió en 1891, aquí con mínimas más bajas, que tuvo lugar un par de semanas más tarde y como ocurrió en el invierno de 1955-56, aunque aquí los 20 días de frío intensísimo tuvieron lugar en febrero con días bastante más largos.