No recuerdo el dia; sé que era agosto del 94 ó de 95. Me dirigía a Mazarrón desde Calasparra. Habíamos acabado de comer y mi padre y mi hermano Antº decidieron marcharse a la playa después de terminar la visita de pésame a la ciudad del arroz.
Serían las tres de la tarde o así y el coche en el que viajábamos era un Peugeot 309 sin aire acondiconado. La mañana había sido angustiosa y ansiábamos volver al chalecito de la playa, así que recién terminada la ceremonia en el cementerio, nos armamos de valor y pusimos rumbo a Mazarrón.
Conforme avanzábamos hacia el sur, el calor se hacía más y más sofocante. Ibamos con las ventanas abiertas y el aire que entraba quemaba; el interior del coche ardía, no podías tocar nada; yo, que contaba con 10 años o así no paraba de llorar, según me dijeron luego.
Era como ir dentro de una bola de fuego, espantoso.
Pasada Murcia noté que mi hermano se puso a llamar a mi padre insistentemente; el coche se detuvo con brusquedad. Mi padre yacía incosciente sobre el asiento.
Menos mal que alguien paró (quizás porque el coche estaba muy mal aparcado en el arcén). Vi a mi padre como muerto. Luego llegó la gusrdia civil; entre todos lo reanimaron aplicándole agua a su cara...
Terminamos en el hospital y allí pasamos la noche hasta que el médico le dio el alta a papá.
No he pasado tanto miedo en mi vida ni creo que haya llorado tanto, pero gracias a Dios, todo acabó bien.
Al acabar el verano, mi padre se metio en un banco y a los dos dias teníamos coche nuevo; este llevaba AIRE ACONDICIONADO.
Desde entonces yo siempre digo que por el sureste, la diferencia real entre un seat 600 y un mercedes es que el segundo tiene climatizador