Una de cal y otra de arena, ante el optimismo de ayer hoy nos encontramos con esto:
Las áreas reproductivas en la zona osera oriental se redujeron un 20% en los últimos quince años.
La Fundación Oso Pardo asegura que la situación está mejorando en el Occidente, con un aumento del 12% El CSIC considera que ahora la especie es «más vulnerable» al aumentar en número pero ocupar menos territorio
L. L. R./GIJÓNNATURAL. Dos ejemplares jóvenes de oso pardo cantábrico de la población occidental juegan en la cordillera. / E. C.
Los osos pardos de la zona oriental han visto como en los últimos quince años se han reducido de manera sustancial sus áreas reproductivas. Según los datos de la Fundación Oso Pardo, entre 1989 y 2004 los territorios ocupados por osas y sus crías han reducido su extensión en un 20%. Pese a eso, el presidente de la organización conservacionista, Guillermo Palomero, asegura que la evolución de los últimos años es positiva.
Al parecer, desde finales de los años ochenta se produjo «un bajón muy fuerte que llegó a su tope en 1995», temporada en la que la especie pasó sus peores momentos al borde de la extinción, tanto en el área oriental como en el occidental. El problema con las osas reproductoras es que durante toda su vida permanecen en una zona, que en el futuro ocupan sus hijas. Así, aquellos lugares donde murieron las hembras en aquellos años, no fueron ocupados por otras osas.
Con el paso de los años la población osera se fue recuperando y aumentando el número de ejemplares hasta los aproximadamente treinta del Oriente y el centenar del Occidente. Sin embargo, en la zona oriental muchas de las áreas donde había osas no fueron reocupadas. Y las nuevas generaciones que engordan las cifras se quedaron en las zonas que ocupan sus madres, de manera que hay una densidad mayor.
«Cada vez hay más osas, pero concentradas en menos superficie», asegura Palomero. «Cuesta mucho ir recuperando territorio, porque las hembras se buscan otras zonas cuando en la que están se encuentra en una situación de presaturación». En la Fundación Oso Pardo aseguran que durante los últimos tiempos la tendencia es más positiva, ya que «se ha recuperado como osa reproductiva el límite entre Cantabria y León». A pesar de ello, el saldo negativo respecto a 1989 es de un 20% menos de territorio.
El mal estado de la población oriental es moderadamente compensado con la evolución de la occidental. Según Palomero, de 1989 a 2004 las zonas con osas reproductoras han aumentado un 12%. Este incremento se ha producido sobre todo en los últimos años con la llegada a Proaza de una hembra y con la «consolidación de los núcleos del alto Sil, el alto Narcea y Somiedo».
Pero el mayor de los problemas es que las principales zonas reproductivas se encuentran en los extremos de ambas poblaciones, es decir, en la montaña palentina en el caso de la oriental, y en el alto Sil y el alto Narcea en el caso occidental. De ese modo, el intercambio entre las dos zonas, uno de los principales retos para la conservación de la especie, sigue estando lejos, aunque haya presencia en el área de Proaza. Estas reflexiones están recogidas en una publicación coeditada por el Ministerio de Medio Ambiente sobre distribución, demografía y genética del oso pardo que será presentada en próximas fechas.
Con todo, y pese a la reducción de áreas reproductivas, en la Fundación Oso Pardo rechazan que se haya reducido también el área de distribución del oso pardo. Sin embargo, el biólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Javier Naves tiene otra opinión. A su juicio, «ahora puede haber veinte o treinta osos más que hace unos años, pero están en un territorio más reducido». De ser cierto, supondría un importante inconveniente para la especie porque «es más vulnerable ya que si algo ocurre en una zona no hay otras de reserva» a las que los osos se puedan desplazar.
Además, Naves mantiene que el problema de los osos «no es de reproducción, sino de mortalidad»; el problema es saber qué la provoca. En cualquier caso, asegura que no conviene echar las campanas al vuelo con el incremento de osas reproductoras constatado en los últimos años. «En el Occidente hay entre diez y doce, igual dos o tres más que a finales de los años ochenta. Pero son magnitudes tan ridículas que cualquier factor puede cambiar la situación».