LA CATÁSTROFE DE BIESCAS Y LA PREDICCION DE
RIESGOS HIDROMORFOLÓGICOS
José M. García Ruiz
Instituto Pirenaico de Ecología, CSIC, Campus de Aula Dei, Apartado 202, 50080-Zaragoza
La tormenta que descargó en la tarde del 7 de agosto de 1996 en la cuenca del barranco de Arás, junto a la localidad de Biescas (Pirineo Central) pone de relieve, una vez más, las limitaciones a que se enfrenta el análisis de riesgos hidrológicos y geomorfológicos
en áreas de montaña. La avenida desencadenada en el barranco tuvo consecuencias catastróficas para los residentes en un camping localizado en el cono de deyección (87 personas muertas) y las preguntas que surgen a partir de ahí giran en torno a nuestra
capacidad de predicción de riesgos y si es posible en el futuro evitar situaciones similares.
La cuenca del barranco de Arás tiene una superficie de 18.8 km2, alcanzando su punto más elevado a 2189 m y el más bajo a 940 m. La cuenca se divide en tres subcuencas, la de Aso (10.4 km2), la de Betés (4.2 km2) y La Selva (3.1 km2). Las tres se unen cerca de la localidad de Yosa, precipitándose como barranco de Arás hacia el
fondo del valle del Gállego. En su tramo final, con una pendiente muy fuerte (en torno al 20 %), el barranco atraviesa depósitos glaciares fácilmente erosionables, por lo que en la primera mitad del siglo XX se habían construido en torno a 30 presas de retención de
sedimentos y el cauce se había canalizado.
La tormenta, que descargó sobre un suelo bastante húmedo, provocó una precipitación de 160 mm en la localidad de Biescas. La lluvia caida en la cuenca de Arás no se registró en ningún pluviómetro, de manera que sólo puede calcularse a partir de las
estimaciones del caudal. Las medidas de campo sugieren que la mayor intensidad de la tormenta se concentró en el pequeño barranco de Betés. En la cabecera del barranco de Aso el pico de crecida fue de 37 m3/s , que puede considerarse propio de una crecida previsible en un periodo de retorno de 1 a 2 años. Poco antes de la confluencia con el barranco de Betés el caudal estimado asciende a 100 m3/s. En el barranco de Betés el caudal punta de crecida llegó a ser de 300 m3/s en su desembocadura, con un aporte de excepcional intensidad en su tramo medio, donde el caudal específico pudo ser de hasta 128 m3/s.km 2. Tras la unión de los dos barrancos el pico de caudal fue de 400 m3/s, volumen
muy superior a la capacidad del canal artificial, que se ha calculado en unos 100 m3/s. En todo caso, el barranco de Betés, cuya cuenca representa el 28.7 % del total, contribuyó con el 75 % del caudal.
La utilización del método racional permite deducir que en su núcleo más activo la tormenta causó una precipitación de unos 225 mm, mientras que en la cabecera del barranco de Aso la precipitación no superó los 50 mm. Cifras similares han sido estimadas por el Instituto Nacional de Meteorología a partir de imágenes radar.
La mayor actividad geomorfológica tuvo lugar en los cauces: en el último tramo del barranco de Arás se movilizaron grandes bloques de origen morrénico, se destruyeron 19 presas de retención de sedimentos y en un tramo de más de 200 metros se abrió un nuevo
cauce de entre 15 y 20 metros de anchura y 11 metros de profundidad. La mayor parte de los sedimentos tomados de las presas rotas fueron desplazados hacia el cono de deyección,
donde bloquearon el canal artificial y obligaron al pico de crecida a desviarse hacia un lateral del cono, arrasando el camping. Un cálculo aproximado permite evaluar el volumen de sedimentos removidos en el último tramo del barranco de Arás entre 45.000 y 50.000
m 3, a los que deben añadirse los materiales procedentes de la erosión de las laderas en la parte media y alta de la cuenca y, sobre todo, los removilizados en los barrancos de Aso y Betés durante la avenida.
El estudio de las precipitaciones máximas en el Pirineo español confirma que las tormentas más intensas presentan una gran irregularidad espacial y temporal. Por ejemplo, para una lluvia de 150 mm el periodo de retorno puede variar entre menos de 20 años y más de 60.000 años, incluso entre localidades muy próximas. La ausencia de relaciones significativas entre precipitaciones máximas y altitud es una prueba más del carácter caótico de las lluvias intensas, lo que hace muy difícil el empleo de los habituales análisis
probabilísticos para el control de riesgos. Algunas localidades pirenaicas han registrado valores de precipitación muy altos en 24 horas: 517 mm en Sin, 307 mm en Urdiceto, 252 mm en Capella, 214 mm en Gistaín, más de 600 mm en Góriz, pero generalmente afectan a espacios muy reducidos.
La catástrofe del barranco de Arás confirma que las áreas de montaña, especialmente las de la zona mediterránea, están sujetas a precipitaciones muy irregulares en el tiempo y en el espacio. Su intensidad puede alcanzar valores próximos a los máximos del mundo, con efectos catastróficos en cauces, conos de deyección y llanuras aluviales. La información disponible -incluso cuando, como en este caso, la red de estaciones meteorológicas es muy densa- es insuficiente para predecir con qué recurrencia puede ocurrir un evento de gran magnitud. De ahí que sea imprescindible investigar otros indicadores de la torrencialidad de las cuencas. En el caso del barranco de Arás el cono de deyección se había mostrado muy activo hasta mediados del siglo XX, creciendo por medio de coladas de piedras durante avenidas súbitas, y el tramo final del torrente se
caracteriza por una pendiente muy fuerte sobre materiales fácilmente erosionables. Un estudio geomorfológico detallado, acompañado de prospecciones geobotánicas, hubiera desaconsejado la ubicación de infraestructuras frágiles en un cono de deyección que, aunque sometido a obras de control de gran envergadura, se había mostrado activo muy pocas décadas antes.