Hace como un año, aproximadamente, me tuve que ausentar unos días de casa y cuando volví, al cabo de tres o cuatro días, noté que el pluviómetro tenía como si le hubieran dado un golpe y un poco más abajo, como si una perdigonada lo hubiera atravesado.
La respuesta a mi, digamos, sorpresa, la tuve por la tarde: El hijo y unos amigos del hijo de uno de mis vecinos, se entretenían en tirarles con tirachinas, las bolas de cristal que vienen en las botellas de cierta bebida.
Conclusión: Cogidos "in fraganti"; se avinieron a comprarme uno igual y ahora se han convertido en los mejores guardianes del mismo.
Un saludo.