Plomo en las entrañas
CHARO BARROSO
En la cordillera cantábrica son muchos los ríos que acumulan ingentes cantidades de plomo como consecuencia de la técnica empleada durante siglos para la pesca del salmón. En el Sella se estima que sus fondos están tapizados con 500 toneladas de este tóxico material, un peso que equivaldría a sumergir en sus aguas dos aviones Boeing 767
MADRID. Un plomo de unos 50 gramos desciende por la vena principal del aparejo, el pescador espera a sentir el ligero toque contra el suelo para saber que el cebo ha llegado a su destino. Después, suelta sedal y lo deja correr corriente abajo en busca del «campanu», el primer salmón que se pesca cada temporada en los ríos asturianos. Una brusca parada indica que el plomo no avanza y que ha quedado enganchado en algún obstáculo. No hay problema: un tirón basta para recuperar el aparejo. Atrás queda otra pieza más de este tóxico material, que se almacenará en el fondo del río. Por delante, continuar con la jornada para hacerse con el primer salmón y conseguir un buen pellizco económico y un poco de gloria.
Esta técnica de pesca, utilizada desde hace siglos -que supone la pérdida obligada de plomos siempre que se produce la picada de un salmón o el sedal queda enganchado en alguna roca, tronco o resquicio- ha convertido el fondo de muchos ríos españoles en auténticos almacenes de este grisáceo material. Un hecho que ha sido ignorado hasta hace tan sólo tres años, cuando la productora Animal´s House realizaba una filmación sobre el salmón atlántico en el río Sella. Después de meses de grabación descubrió que los guijarros que cubrían el suelo del río no eran más que plomos camuflados.
Seiscientos buceadores
A partir de entonces surgió un proyecto pionero en toda Europa, «Ríos sin plomo», que bajo el auspicio de la asociación Océano Alfa (dedicada al estudio y conservación de la naturaleza) tiene como objetivo la recogida manual de estos «residuos» de los que se calcula existen, sólo en el río Sella, más de 500 toneladas, repartidas entre sus 144 pozos salmoneros.
«La eliminación de los plomos sólo puede hacerse de manera manual -explica José Ángel Sanz, director del proyecto- porque emplear otra técnica de extracción supondría un considerable impacto sobre el río». La removida de los plomos que se encuentran a mayores profundidades impactaría especialmente en el perifiton, una compleja comunidad microbiótica que sirve de alimento a numerosas especies.
La compleja labor de recogida se realiza gracias a la ayuda de buceadores profesionales que, de manera voluntaria y desinteresada, realizan numerosas inmersiones para sacar los plomos. Para la próxima campaña, que tendrá lugar entre los meses de septiembre a noviembre, ya se han apuntado más de 600 buceadores. No obstante la complejidad que implica la inmersión en determinadas zonas del río en donde las condiciones del agua no son favorables debido a las bajas temperaturas, las fuertes corrientes y la poca visibilidad, la asociación realiza una selección de alrededor de 300 buzos para garantizar la seguridad de la operación. A pesar de las dificultades, en poco más de veinte minutos un buceador es capaz de recoger con la sola ayuda de sus manos cerca de 25 kilos de plomo.
La asociación ha solicitado ayuda al Principado para las próximas tareas de limpieza porque son ellos quienes costean el material y las bombonas. «Pedimos apoyo para el alojamiento y la manutención de los buceadores voluntarios», señala Sanz, que se muestra poco esperanzado en que el proyecto pueda salir adelante con ayudas oficiales.
Otro de los objetivos es animar a los pescadores para que utilicen materiales alternativos: se calcula que cada uno de ellos puede llegar a perder 1,5 kilos de plomo en cada jornada de pesca. Así, se barajan alternativas ya utilizadas en otros países como Noruega, Canadá, Inglaterra o Estados Unidos: pesos de cinc, acero, cemento, tungsteno... El problema es que supondrían un coste adicional para los pescadores, ya que son fabricados de manera industrial y no artesanal como los de plomo. Para solucionarlo, la asociación ha creado un premio a la mejor iniciativa de elaboración artesanal de un producto que no altere la técnica de la pesca del salmón y no sea contaminante.
Aunque el alcance de una posible contaminación es difícil de evaluar, los expertos consideran que la presencia de tales cantidades de plomo en el fondo de los ríos es una «bomba de relojería que podría suponer una catástrofe ambiental». Para Ramón Guitart, director del laboratorio de toxicología de la Universidad Autónoma de Barcelona, «el impacto negativo de los plomos no ha sido todavía investigado», pero señala que al desintegrarse tendrán «un efecto contaminante de suelos y aguas, y podrían incorporarse a la cadena trófica a través de su absorción por vegetales, hongos o animales».
Niveles de toxicidad
El plomo es absorbido de manera más rápida por las especies pequeñas debido al mayor flujo de agua sobre las branquias y una baja concentración de oxígeno disuelto. Por ahora, los estudios de la Confederación Hidrográfica del Norte aseguran que los niveles de plomo en el Sella no superan los permitidos para los ríos salmoneros: 0,02 miligramos de plomo por litro de agua frente al máximo permitido de 0,05.
No obstante, Sanz precisa que para saber el nivel de toxicidad no basta con un análisis de las aguas, «hay que realizar uno de sustrato, donde están los invertebrados y donde se acumula el plomo derivado del proceso metálico». Reconoce que aún no hay datos definitivos, pero precisa que «si esperamos a que existan certidumbres científicas, el daño puede ser irreversible». «Hay que sacar el plomo y evitar nuevas acumulaciones», explica.
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