Hay una cuestión aquí que, por un exagerado academicismo laboratorial y de oficina, se ha pasado totalmente por alto:
El drama humano.
A mí me toca recorrer mi región en otra de las múltiples actividades que hago para ganarme el sustento diario... y les puedo asegurar que la gente sufre muchísimo este Calentamiento Global.
He hablado con gente de más de 90 años y no recuerdan que el clima variara tan abruptamente en toda su vida. No es extraño este fenómeno, habida cuenta que literalmente desapareció la selva interior atlántica de Paraguay (deforestación de más del 96%) y que modificaron violentamente las cuencas hídricas del país en los últimos 20 años, lo cual revolucionó el microclima regional. Pero además están los estudios del IPCC.
La gente sufre muchísimo, demasiado, más en un país del tercer mundo dónde literalmente no existe conocimiento alguno sobre técnicas agrícolas y agropecuarias para enfrentar situaciones de sequía y fríos extremos.
El hambre en mi región no es una fantasía apocalíptica, es una realidad visible, palpable. Por ahora fue subsanada con ayudas de emergencia del gobierno, solución temporal.
Lo que sí sé es que los agricultores paraguayos lo pierden todo debido a que no hacen nada frente al Calentamiento Global.
Mientras, en otros países de sudamérica sí hacen algo y sí ya adoptan las previsiones del IPCC para capacitar y ayudar técnicamente a sus agricultores desde hace 5 años.
Esos países no solo no tienen problemas de adaptación, sino que incluso están manteniendo o aumentando su producción agrícola.
Ese es el mundo de los hechos, no de los debates académicos de cuatro paredes y computadoras interconectadas.
En el mundo de los hechos o seguís las recomendaciones del IPCC y te adaptás según sus pronósticos... o no hacés nada y sufrís hambre, enfermedades, miseria, migración a los cinturones de pobreza de las ciudades con el aumento de la inseguridad, la decadencia social y el caos político permanente.
En Paraguay no necesitamos debatir sobre los modelos de predicción del IPCC, es cuestión de salir a las calles y recorrer los campos de plantación para ver la realidad de dichos modelos predictivos.