Ahora tengo que irme, sigo en otro rato...
Gracias por subirlo Antonio, se me había olvidado por completo que había dejado este asunto a medias.
Hablaba de
evaporación y de
difusión.
Cuanto mayor sea la evaporación, más moléculas olorosas se incorporarán a la atmósfera. Esto creo que se entiende facilmente.
Si tengo un puchero con sopa fría en la cocina no me llega olor alguno de sopa al salón de casa. Sin embargo, si pongo el puchero al fuego, a medida que se va calentando la sopa va evaporándose cada vez más caldo y el olor de la comida va extendiéndose por toda la casa (difusión).
En la atmósfera ocurre lo mismo. Ahora bien, una vez que ese proceso de evaporación expontánea se ha iniciado, la alta concentración de moléculas olorosas en torno a la fuente del olor provoca una difusión natural de las mismas por el medio aéreo.
Esa difusión es turbulenta, ya que está regida por los movimientos turbulentos del aire a microescala. La turbulencia no es más que el grado de agitación de las moléculas del aire, lo que depende directamente de la temperatura.
Cuanto más alta sea la temperatura más agitado estará el aire en las cercanías del suelo y más efectiva será la difusión de moléculas de cualquier sustancia en su seno. Adémás, el calor favorece también el proceso evaporativo.
Llegamos a la misma conclusión que habeis manifestado algunos por vuestra propia experiencia: Los olores son más intensos en las estaciones cálidas que en el invierno. El insoportable hedor de la basura en verano sería un buen ejemplo.
Sin embargo, en los meses invernales entra en escena un factor que en verano pasa a un segundo plano:
El viento. El olor a leña de una lejana chimenea nos llega muy eficazmente en invierno debido a que el mecanismo de difusión recibe un empujón adicional por parte del viento que suele reinar muchos días de "mal tiempo".
Los olores campestres de la primavera y el otoño encuentran su explicación en las lluvias y chubascos que suelen acompañar a estas dos estaciones. En primavera, el agua de lluvia da vitalidad a las plantas que abran sus pétalos y permiten que el oloroso polén escape al aire y viaje por él. Las lluvias otoñales mojan el reseco suelo y la vegetación y provocan la expontanéa emanación de moléculas olorosas. Sobre esto se contaban cosas muy interesantes en el enlace de la RAM que ha puesto nimbus.
Un saludo