Cambio Climático (III): A La Vuelta de la Esquina
A finales del siglo XIX, la humanidad se enfrentaba a un serio problema medioambiental: el estiércol. La población urbana se disparaba y, dado que el medio de transporte principal eran los coches de caballos, los excrementos se acumulaban peligrosamente en la ciudad causando hedor, enfermedades respiratorias y fiebres tifoideas. Los sabios, que proyectaban una explosión demográfica a lo largo del siglo XX, predijeron una crisis ecológica sin precedentes.
Han pasado doscientos años y el miedo a morir sepultados por excrementos ecuestres se ha evaporado. Los que no han desaparecido son los sabios catastrofistas. Es como si tuvieran su propia ley de la termodinámica: ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman. Ahora nos dicen que durante el siglo XXI el planeta se calentará hasta 6,4 grados, el nivel del mar subirá provocando inundaciones masivas, los huracanes serán más destructivos y habrá más sequías y más inundaciones.
La pregunta es: Y todo eso, ¿cómo lo saben? La respuesta honesta es que, en realidad, no lo saben: lo proyectan con modelos matemáticos que simulan con ordenador, modelos que predicen que si la cantidad de CO2 en la atmósfera sigue aumentando, el planeta se calentará y vendrán las calamidades.
Para que esos pronósticos sean acertados se necesitan tres cosas. La primera, un ordenador. Eso es fácil. La segunda, un modelo que sea correcto. Sobre esto yo, que no soy climatólogo, no puedo opinar. Pero los propios climatólogos explican que sus modelos son altamente imperfectos ya que dependen de multitud de factores (como la formación de nubes, efectos del magnetismo solar etc.) que no acaban de comprender.
Pero aún suponiendo que los modelos sean más o menos correctos, para que las predicciones sean fiables es necesario un tercer elemento: saber cuántos gases de efecto invernadero como el CO2 va a haber en la atmósfera durante el siglo XXI. Y aquí es cuando abandonamos el terreno de las ciencias del clima y entramos en el de la especulación económica. Entre otras cosas, hay que saber cual será al crecimiento de la población, su nivel de renta, la composición de esa renta (ya que la industria, por ejemplo, emite mucho más CO2 que los servicios) o la tecnología que se utilizará para producir esa renta. Todo eso requiere pronósticos económicos y déjenme que yo, que no soy climatólogo, les recuerde que no tenemos la más mínima capacidad de predecir ninguno de esos factores con ningún tipo de fiabilidad.
Y como el IPCC lo sabe, en lugar de predecir la evolución económica del siglo XXI, lo que hace es proponer diferentes escenarios: uno en el que la población crece poco (y por lo tanto las emisiones suben mucho), otro que crece mucho, otro que nos hacemos ricos, otro que no, otro en el que seguimos utilizando petróleo, otro en que no, etc. Luego el IPCC utiliza los modelos para estimar los aumentos de temperaturas bajo cada uno de esos escenarios y los hace públicos en su informe quinquenal.
La ONU piensa que con eso de los escenarios soluciona el problema, pero no: las predicciones sólo son realistas si los escenarios son realistas. La pregunta es: ¿lo son? Pues la verdad es que algunos claramente no. Por ejemplo, en el escenario que la ONU llama A2 se hace el supuesto de que la renta de los países pobres crecerá hasta los niveles que tenemos los países ricos hoy y que, a pesar de ello, la población mundial seguirá aumentando hasta alcanzar los 15.000 millones de personas. Eso es muy poco probable ya que es sabido que cuando sube la renta (especialmente la femenina), la natalidad baja, como atestigua lo acaecido en España y Europa en las últimas décadas.
Otro ejemplo: en los escenarios llamados A1B y A1FI, se proyecta que la renta per cápita mundial subirá desde los 3.900 dólares actuales hasta los 75.000 y que, a pesar de ello, seguiremos utilizando las mismas tecnologías intensivas en petróleo y carbón. Ese escenario es muy poco probable ya que la mayor riqueza incrementará la demanda de petróleo y carbón y, en consecuencia, su precio subirá (miren, si no, lo que ha pasado en los últimos años a raíz del crecimiento de China). Eso hará que la gente sustituya aparatos que consumen mucha energía por otros que consuman menos (miren, si no, cómo bajó la demanda de 4x4s en Estados Unidos cuando el petróleo se puso a 70 dólares/barril). También hará que las energías alternativas que ya existen pasen a ser rentables y sustituyan a las energías fósiles. La ley de la demanda es una de las más infalibles de la economía y hasta el momento nadie a sugerido que el calentamiento global vaya a alterar esa ley durante el siglo XXI.
Como era de suponer, estos tres escenarios tan poco probables desde del punto de vista económico son los que generan ese exagerado de aumentos de temperaturas de hasta 6,4 grados. Si miramos las predicciones de los otros tres escenarios que seguramente son un poco más realistas, el calentamiento pronosticado se sitúa entre los 1,8 y 2,4 grados.
Claro que incluso esos escenarios más razonables son poco fiables ya que incurren en el mismo error que los catastrofistas cometieron en el siglo XIX: ignoran las innovaciones que se van a producir a lo largo del siglo y que ahora no podemos ni imaginar. Al fin y al cabo, en el siglo XIX no sólo nadie imaginó que aparecerían el teléfono móvil, Internet, los transbordadores espaciales o el bikini, sino que fueron incapaces de ver que el automóvil –que a la postre fue la solución al problema del estiércol- estaba a la vuelta de la esquina.
La Vanguardia, X-02-2007
Back to Sala-i-Martin's Articles EN CATALÀ
Back to Sala-i-Martin's Articles EN ESPAÑOL
Xavier Sala-i-Martín és Catedràtic de Columbia University i Professor Visitant de la Universitat Pompeu Fabra
© Xavier Sala-i-Martín, 2007