Una semana de desastres y de bienes ha sido para España la última. Crecidas de ríos con pérdidas de vidas humanas por perecer bajo las aguas —en el Júcar y en Denia— o por algún rayo; multitud de heridos en desprendimientos de andamios, de paredes o de cornisas, etc. Y todo ello por una gota, pero no por una gota cualquiera, sino por una gota de aire frío. Desde que la divulgación meteorológica ha empezado a utilizar la Prensa, la radio y la televisión, las gentes han comenzado a oír hablar en términos científicos de la ciencia del aire. Y ahora ya se citan en las conversaciones vulgares las expresiones frente frío, frente cálido, corriente aérea en chorro y gota de aire frío. Del mismo modo que todos vamos empleando y entendiendo —a nuestro parecer— los nombres más o menos griegos de las enfermedades, nombres que antes sólo pronunciaban los galenos cuando entre ellos hablaban o cuando querían sugestionarnos —y curarnos— con su misterioso lenguaje. Pues, sí, estos días se ha estado hablando de gota de aire frío como causa —de apariencia inofensiva, pero harto dañina— de todas las calamidades que se han producido y que detalladamente ha referido la Prensa de cada día. Que este término sea da uso relativamente moderno, aun entre los científicos, nada tiene de extraño. Pues ha sido preciso comenzar a usarlo desde que los cada vez más numerosos y frecuentes sondeos de la atmósfera hasta alturas de 10 y aun 12 kilómetros o más de altura, han demostrado que de las corrientes polares muy frías se desprenden en algunos casos masas de aire qué ya aisladas llegan a las latitudes medias o bajas. Una de ellas es precisamente la que ha penetrado sobre España en los días de la semana última. La corriente aérea fría venía del nordeste de Rusia quizá, pero por el Mediterráneo se destacó sobre nuestro suelo una de esas gotas aéreas frías, que por la altura especialmente cruzó las provincias levantinas y llegó hasta las centrales. Cuando tal cosa sucede entre las capas bajas más o menos calientes y las capas altas donde se halla la gota fría se registra una gran diferencia de temperatura y de aquí una gran Inestabilidad —otra palabreja técnica que se va divulgando—y de esta inestabilidad resulta un movimiento ascendente de gran violencia de aire caliente hacia las alturas y, una caída en cascada del aire frío hacia el suelo. Con ello se originan los, chubascos o las tormentas en los casos de mayor intensidad del fenómeno y un descenso de temperatura muy rápido junto al suelo. Todo eso es la teoría de los fenómenos ahora acaecidos en España. La práctica es que en sitios como Málaga, con aire inferior muy caliente el contraste con el frío de las alturas dio origen a los 185 litros por metro cuadrado en once horas del sábado 28 de septiembre último; y otra serie de chubascos de 60 litros en Madrid y de 40 o más en muchos puntos de Levante, se desplomó también con pesadez. Conviene aclarar que estas lluvias tan copiosas han caído en Levante y en el Centro de nuestra Península- Pero que ni en la totalidad de las cuencas del Duero y del Ebro, ni tampoco en la del Guadalquivir, han sido tan generosas. De todos modos para las siembras tempranas y podrán servir en muchas comarcas. Y aún pudiera resultar excesiva en donde la vendimia ande atrasada. Los naranjos van reponiéndose de los graves daños que experimentaron en las terribles heladas de febrero de 1956. Una cosecha de más de un millón de toneladas métricas se calcula que se recolectará en la próxima campaña, si alguna helada no las quema de nuevo... Pero no es muy probable porque heladas tan terribles como la de 1956 no se suelen repetir con frecuencia. Ahora de momento parece que vamos a disfrutar unos días de tiempo apacible. La temperatura no suele bajar mucho en la primera quincena de octubre. Al contrario, lo que suele hacer es mantenerse en una estabilidad muy agradable. Pasada la semana que ahora entra... ya hablaremos.
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METEOR
Publicado en La Vanguardia el 6 de octubre de 1957.
http://hemeroteca-paginas.lavanguardia.com/LVE07/HEM/1957/10/06/LVG19571006-011.pdf