CORTES DE PALLÁS-VALENCIA
Al castillo de Chirel llegamos después de que las primeras rampas hayan sosegado al más animoso de los visitantes.
Ya con el ánimo más templado; un camino estrecho y serpenteante nos conduce por lo que un dia no muy lejano fue un extenso pinar y hoy seria el escenario más idílico para el más exigente de los ascetas.Parecemos acercarnos al destierro; a lo que parece naturaleza muerta.
La geometría clara de la torre del homenaje.Cual faro vigía de tierras yermas; nos recibe esgrimiendo su orgulloso, erecto y aun consolidado porte.
Chirel te inocula casi al instante un efecto de complicidad que nos ara al momento introducirnos al culto al silencio y a la historia.
Sus muros nos irán desgranando un sinfín de odiseas pletoricas de luchas; un sinfín de leyendas de asentamientos de culturas y de hombres y un sinfín de aventuras de guerreros capitaneados por la cruz y la media luna.
Deambulando a su alrededor, una lengua de tierra nos conduce al mismo nivel que el abismo; donde solo las cabras montesas se atreven a desafiar la roca siempre vertical, de sus paredes inacabables y desnudas.
Siempre acompañados por el vértigo, contemplamos a nuestros pies un placentero paisaje fluvial.Por la impresionante garganta, sestea el Jucar.Un rio calificado otrora “el destructor” que por aquí languidece ahora ya represado.
Un atronador zumbido nos substrae del letargo; es el impresionante picado de un halcón peregrino; nos devuelve a la realidad; se hace tarde.Emprendemos la vuelta; y mientras descendemos, una duda va royendo nuestra conciencia. ¿Cual será el futuro del castillo? ¿Podrán sus murallas aguantar otros quinientos años de olvido, de ingratitud y de indiferencia?