Dicen que las comparaciones suelen resultar odiosas, pero uno a veces se ve abocado a la necesidad de hacerlas. Comparaciones entre la manera de gestionar los accesos a los espacios naturales en la Región de Murcia y como hacen lo propio en otras regiones. Y al hilo de este comentario recuerdo el lamentable día de excursión que emprendí al Cañón de Almadenes en Cieza, uno de los lugares más hermosos (dicen) de nuestra región.
En el trayecto desde la central eléctrica de Almadenes río arriba por su margen derecha, el camino parecía señalizado, pero no me atraía la idea de ir siempre cabizbajo buscando señales escondidas entre matorrales como a quien se le caen los euros, y preguntándome continuamente: ¿encontraré la siguiente? Además, la senda transcurre por arriba, ofreciendo vistas del cañón esporádicamente y sin la menor información sobre la flora, fauna, ni cuanto llevo, ni cuanto me queda, ni de la posibilidad de bajar al cañón por algún lugar, algo que me ilusionaba especialmente.
Me crucé con otro excursionista que me aconsejó, para poder transcurrir por el fondo del cañón, la visita entrando por la carretera de Calasparra hasta el km. 10. Al volver por la tarde a Cieza me sorprendió que no existía en la ciudad, en el que resultó ser el cruce de salida a dicha carretera, señal alguna que indique que por ahí se va ni a Calasparra, ni a Almadenes, ni a ningún lugar (quizás los ciezanos lo tengan tan claro que no necesiten indicación alguna, los foráneos nos buscamos la vida)
A unos 10 km. me encuentro la indicación hacia Almadenes (bendita señal) desviándome a la izquierda por un camino rural y ahí se acabó el mundo conocido. Un enjambre de bifurcaciones sucesivas sin indicación alguna. Lógicamente me perdí. Al dar casualmente con el río intenté seguir su orilla aguas abajo creyendo que me llevaría hasta la Presa de la Mulata y de hecho me animé al encontrar unos escalones de descenso al agua (¿será dónde se flotan embarcaciones?) bajo un cartel que ponía:
“Cañón de Almadenes: Observe la flora, observe la fauna”. Faltó añadir: “pero no te digo cuál no sea que además te enteres y, por supuesto, tampoco te diré el camino a seguir desde aquí”. Como soy obstinado decidí continuar por la orilla del río pero pronto la senda se perdió entre bancales de huerta, y un servidor tiene por costumbre respetar la propiedad privada.
Vuelta a casa cansado y cabreado.
Pedro Antonio Gómez y Purificación Martínez