No soy científico y menos meteorólogo, por lo que mis conocimientos de meteorología son limitadísimos. Soy ingeniero, lo que significa que tampoco soy un completo ignorante en algunas materias técnicas e, incluso, científicas.
Lo que sigue es un intento de ofrecer una visión sencilla, pero relativamente completa, de las principales variables que influyen en el CGA y de cómo lo hacen.
Ruego benevolencia si he cometido errores relevantes o si he omitido cuestiones importantes. En cualquier caso, aceptaré con mucho gusto comentarios y correcciones.
El CO2 presente en la atmósfera, debidamente secundado por el vapor de agua, produce el “efecto invernadero”, por el cual la Tierra/Mar/Atmósfera almacena una cierta cantidad de energía calorífica con la que alcanza la temperatura (en adelante “temperatura de equilibrio”) necesaria para que se re-emita hacia el espacio, por unidad suficientemente grande de tiempo, una cantidad de energía radiante que, junto con la que se refleja, equivalga a la que llega procedente del Sol en el mismo tiempo.
De la cantidad de energía radiante que nos llega del Sol depende en gran medida la temperatura de equilibrio del sistema Tierra/Mar/Atmósfera. Si esa cantidad de energía aumentase o disminuyese, también aumentaría o disminuiría la temperatura de equilibrio. Evidentemente, el hombre poco (o nada) puede hacer para influir en la cantidad de energía que recibimos del Sol.
La concentración de CO2 en la atmósfera es otra variable que influye en la temperatura de equilibrio a través del efecto invernadero. A mayor concentración de CO2, mayor temperatura de equilibrio y viceversa. Pero, al contrario de lo que pasa con la energía que nos envía el Sol, la concentración de CO2 en la atmósfera es, en gran medida, manejable por el hombre, sobre todo para hacerla subir.
La concentración de vapor de agua en la atmósfera es la tercera variable importante que influye en la temperatura de equilibrio. A más concentración de vapor de agua, mayor temperatura de equilibrio y viceversa. Sin embargo, esta concentración de vapor de agua es menos (si es que lo es en alguna medida) manejable por el hombre que la de CO2.
En resumen, tenemos tres variables fundamentales:
Energía que nos envía el Sol.
Concentración de CO2 en la atmósfera.
Concentración de vapor de agua en la atmósfera.
Hay otras variables que también influyen en la temperatura de equilibrio, pero parece que su efecto es muy pequeño comparado con el de las tres citadas arriba.
Pero tenemos que tener en cuenta también a los mares y océanos, cuya superficie es más del 70% de la superficie total de la Tierra.
Por una parte, el mar es un enorme depósito de CO2. Contiene muchísimo más CO2 (en forma de bicarbonato soluble) que toda la atmósfera. La temperatura del mar (muy sensiblemente igual a la de la capa más baja de la atmósfera en contacto con dicho mar) tiene gran influencia en la cantidad de bicarbonato que el mar contiene en su capa superior en contacto con la atmósfera. Si la temperatura sube, el mar admite menos bicarbonato disuelto y, por tanto, se deshace de él desprendiendo CO2, que pasa a aumentar su concentración en la atmósfera. Si la temperatura baja, el mar disuelve más CO2 procedente de la atmósfera, con lo que la concentración de CO2 en dicha atmósfera disminuye.
Por otra parte, el vapor de agua presente en la atmósfera depende fundamentalmente de la temperatura de las capas del mar y de la atmósfera que están en contacto. Si esa temperatura sube, se evapora agua del mar y aumenta la concentración en la atmósfera. Si la temperatura baja, se condensa vapor de agua y la concentración en la atmósfera baja.
Si,
a) damos por básicamente cierto lo anterior,
b) imaginamos un sistema Tierra/Mar/Atmósfera en equilibrio,
c) suponemos un Sol haciéndonos llegar una energía constante por unidad de tiempo y,
d) de golpe, añadimos una cantidad relevante de CO2 a la atmósfera (quemando carbón fósil en enormes cantidades durante una buena temporada), podríamos verosímilmente esperar que sucediese lo siguiente:
La mayor concentración de CO2 en la atmósfera causaría mayor efecto invernadero y la temperatura de la atmósfera subiría.
Ese aumento de temperatura provocaría que disminuyese la cantidad de bicarbonato disuelto en el mar, con la correspondiente emisión de CO2 a la atmósfera.
Por otra parte, el aumento de temperatura también provocaría que se evaporase agua del mar, con lo que aumentaría la concentración de vapor de agua en la atmósfera.
Pero esas mayores concentraciones de CO2 y vapor de agua en la atmósfera producirían los correspondientes aumentos del efecto invernadero, con subidas adicionales de temperatura… y vuelta a empezar… y otra vez… y otra… y el hielo fundiéndose, y el nivel del mar subiendo, y las costas inundándose, y los desiertos avanzando, y los bosques y las selvas secándose y… ¿hasta cuándo?
En la naturaleza a veces se producen efectos de “auto-frenado”: una causa da lugar a un efecto, pero ese mismo efecto produce la mitigación de la causa.
Así como el aumento de la temperatura provocaría que el mar desprenda CO2 y vapor de agua, la menor concentración de bicarbonato en el mar y la mayor humedad de la atmósfera resultantes, probablemente darían lugar a menores desprendimientos subsiguientes de gases hacia la atmósfera. Posiblemente se producirían movimientos de temperatura y concentraciones tendentes asintóticamente a nuevos valores de equilibrio.
La cuestión es: ¿dónde y cuándo se parará el revuelo que hemos creado con nuestra quema masiva de carbón?, ¿antes o después de que el planeta haya quedado inservible por el calor? Y siempre contando con que al Sol no le dé por empezar a enviarnos energía en cantidades apreciablemente superiores a las actuales.
Los defensores del CGA opinan que, si seguimos quemando carbón, petróleo y gas natural al ritmo que lo venimos haciendo, la concentración creciente de CO2 en la atmósfera (con la ayuda del vapor de agua) producirá tal efecto invernadero, también creciente, que en “pocos años” efectivamente tendremos un planeta poco menos que inhabitable.
Pero, ¿y si existiese una cierta concentración atmosférica de CO2 (más vapor de agua) que, si fuese efectivamente alcanzada, absorbería toda la energía infrarroja absorbible procedente de la Tierra, y sólo dejaría escapar las longitudes de onda que el CO2 y el vapor de agua son incapaces de absorber, a cualquier concentración, a causa de sus propias estructuras moleculares?
Si esa “concentración crítica” existiese, a partir de ella, por mucho CO2 adicional que contuviese la atmósfera, no aumentaría el efecto invernadero ni, en consecuencia, tampoco la temperatura final de equilibrio.
Y si, además, nuestra atmósfera hubiese superado esa concentración crítica (o estuviese próxima a ella), podríamos estar ya en el máximo de temperatura del sistema Tierra/Mar/Atmósfera, o próximos a dicho máximo y... tendrían razón quienes niegan el CGA.
Pero, si no existiese la concentración crítica o si, existiendo, nuestra atmósfera estuviese muy lejos de ella, tendrían razón los defensores del CGA.