La extinción de aves se da a un ritmo 50 veces superior al natural por la presión humana
Fuente ABC.
A. ACOSTA
Muchos científicos consideran que el mundo está atravesando hoy la sexta gran oleada de extinción de fauna; la quinta fue la que terminó con los dinosaurios
MADRID. Si hace 65 millones de años los dinosaurios desaparecieron de la faz de la Tierra, protagonizando la quinta gran oleada de extinción de fauna, la sexta la estamos viviendo en la actualidad, según coinciden muchos científicos. Sin embargo, a diferencia de los episodios anteriores, la humanidad es ahora la causa de la mayoría de estas repentinas desapariciones. Así, y según recoge el último informe del Instituto Worldwatch sobre «La situación del mundo 2003», la cuarta parte de los mamíferos salvajes del mundo está amenazada o en peligro de extinción, al tiempo que el 25 por ciento de los reptiles, el 21 por ciento de los anfibios y un 30 por ciento de los peces también están amenazados.
Pero los datos recogidos hasta la fecha por los ornitólogos sobre la situación de las aproximadamente 9.800 especies de aves que existen en el mundo son los más alarmantes: las extinciones están aumentando y superan ya en más de 50 veces el ritmo natural de pérdida de especies, con al menos 128 especies desaparecidas en los últimos 500 años, de las cuales 103 se han extinguido desde 1800.
Por si esto fuera poco las previsiones no son nada halagüeñas. Según un estudio de la organización Birdlife International publicado en el año 2000 durante este siglo pueden extinguirse 1.200 especies más, aproximadamente el 12 por ciento de las especies de aves que existen en el mundo. Y aunque cada año se describen varias especies nuevas de aves en el mundo -una de las primeras de este siglo fue un búho descubierto en Sri Lanka en 2001- el saldo sigue siendo negativo, además de las que habrán desaparecido sin que ni siquiera hayan podido ser clasificadas por la ciencia.
Se deteriora el tejido de la vida
La causa para este declive hay que buscarla en multitud de factores pero en todas ellas la mano del hombre tiene algo que ver, pues de una forma u otra las presiones que la humanidad ejerce sobre los recursos naturales suponen un desequilibrio que acaba afectando a toda la cadena de vida. Así, la principal amenaza para las aves es la pérdida o deterioro de los espacios donde viven. Extensas superficies silvestres han quedado reducidas a pequeños enclaves a causa del crecimiento de la población de 1.600 a 6.000 millones de personas en el siglo XX. Dependiendo del ecosistema se verá afectado un distinto número de especies. Si los bosques desapareciesen, las especies que viven a su abrigo que se verían amenazadas serían unas mil, de las que un 74 por ciento habita en selvas tropicales.
En las praderas y estepas, que cubren la tercera parte de la superficie de la Tierra, viven poblaciones de especies únicas, pero en ellas habita también cerca de la sexta parte de la humanidad, por lo que apenas quedan zonas inalteradas.
En la actualidad, queda en el mundo alrededor de un 60 por ciento de la superficie original de praderas y estepas, en su mayoría distribuidas por Asia, África y Australia, pero en gran parte muy degradadas. El mayor riesgo de estas extensiones de tierra es el sobrepastoreo, el mismo que mantiene en peligro a 10 de las 25 especies de avutardas. En cuanto a las marismas y los humedales, que constituyen lugares de nidificación vitales para muchas aves, además de áreas de paso para millones de aves migratorias transcontinentales la mitad de ellos ha quedado destruido durante el siglo XX.
Especies invasoras
La actividad del hombre no se ha encargado sólo de destruir su hábitat, sino también de introducir especies exóticas. Según el estudio del Instituto Worldwatch, «las especies introducidas han sido un factor importante en la desaparición de especies a partir de 1800 y ahora amenazan a la cuarta parte de las especies de aves en peligro en todo el mundo».
Las especies invasoras son aún más destructivas en las islas: hasta hoy un 93por ciento de las extinciones de aves (119 de un total de 128) han ocurrido en islas. La forma en que actúan los «invasores» son varias, desde la predación (gatos domésticos y asilvestrados), la introducción de patógenos que causan enfermedades, la introducción de plantas que modifican totalmente su hábitat o simplemente especies a las que las aves nativas deben hacer frente para sobrevivir. Además, están las líneas eléctricas, las artes de pesca que enrredan a las aves marinas o la auténtica bomba de relojería que supone el transporte de crudo por todos nuestros mares.