Resulta apasionante ver cómo crece el frío desde el Polo Norte, poco a poco. En agosto las curvas de frío eran muy pequeñas. Pero en septiembre el frío comienza a agrandar sus fronteras. Las islas norte canadienses y los macizos rusos, desde Putorana, en Siberia Central, hasta los que rondan el lago Baljash. Groenlandia es aparte, siempre es una nevera, sólo que en invierno el botón de frío está al máximo. En Norteamérica comienzan a crecer los manotazos de frío, que bajan desde Canadá hacia el sur, giran al sureste, y desaparecen por el este, cada vez más bajos. Al norte de New York ya ven que las fauces del invierno las tienen cada vez más cerca. En Asia lo mismo. Mongolia ve que los zarpazos gélidos cada baza están más cerca. En el Tíbet, las nieves eternas del Pamir y de los Himalayas se van agrandando, escalón a escalón. En el extremo oriente Kamchatka y Sajalin ya ven las entradas en primera fila. Manchuria es la siguiente. Y pronto, las dos Coreas empezarán a ver que el calor se les va rápido y el frío se les va colando por el noroeste hasta la cocina.
La banquisa está aún muy cerrada porque la inercia el agua (hielo) es mucho mayor que la del aire. Es a mediados de septiembre, casi en el equinocio, cuando comienza a crecer.