La monumental de los tres ochos (1888)

Iniciado por triskelo, Viernes 17 Diciembre 2004 11:35:58 AM

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meteosat2

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Supercélula Tornádica
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Esperando a que Leon se convierta en un desierto
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Si la cronica está descrita como algo insólito, es que de aquella tmpoco estaban acostumbrados a una nevada de tal calibre.
Aquello tuvo que ser algo insólito, nunca visto, por lo que tampoco quiere decir que estuviera la nieve cubriendo los pueblos durante 4 meses seguidos.
Los inviernos serian como ahora, quizás un poquito más frios o quizás un poquito mas calidos, pero fue un hecho HISTORICO,nunca visto hasta entonces.

Mammatus

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Cita de: triskelo en Viernes 17 Diciembre 2004 22:40:38 PM
La verdad que parece que el relato se refiere a otro mundo... es como si fuera ciencia ficción. Vamos no me imagino el pueblo sepultado  

No te creas trisKelo, no es "tan del otro mundo", mi abuelo (que en paz descanse) natural de Navafria, pueblo de la provincia de Segovia situado a 1200 msnm, me contaba como allà por los años 40-50, caian tales nevadas en el pueblo, que tenìan que hacer TUNELES desde las casas a la iglesia, colegio y farmacia. Y las veces que menos, hacian una especie de pasillos en la nieve, que cuando mi abuelo llevaba a mi madre al colegio, se la subia a hombros, y solo se le veia la cabeza a mi madre por la parte superior de la capa de nieve.... :-\

Ya a finales de los 60 y con mi madre "enovia" de mi padre, me cuenta como iba en Autobus desde el centro de Madrid al pueblo de Barajas y a mitad de trayecto, el autobus tenía que poner las cadenas... :-X

meteosat2

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Supercélula Tornádica
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Esperando a que Leon se convierta en un desierto
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Cita de: Mammatus © en Sábado 18 Diciembre 2004 03:20:53 AM
Cita de: triskelo en Viernes 17 Diciembre 2004 22:40:38 PM
La verdad que parece que el relato se refiere a otro mundo... es como si fuera ciencia ficción. Vamos no me imagino el pueblo sepultado  

No te creas trisKelo, no es "tan del otro mundo", mi abuelo (que en paz descanse) natural de Navafria, pueblo de la provincia de Segovia situado a 1200 msnm, me contaba como allà por los años 40-50, caian tales nevadas en el pueblo, que tenìan que hacer TUNELES desde las casas a la iglesia, colegio y farmacia. Y las veces que menos, hacian una especie de pasillos en la nieve, que cuando mi abuelo llevaba a mi madre al colegio, se la subia a hombros, y solo se le veia la cabeza a mi madre por la parte superior de la capa de nieve.... :-\

Ya a finales de los 60 y con mi madre "enovia" de mi padre, me cuenta como iba en Autobus desde el centro de Madrid al pueblo de Barajas y a mitad de trayecto, el autobus tenía que poner las cadenas... :-X

Si, vamos, y pensar que hay mucha gente quepiensa que  nieva igual que antes....  :-X
Ojalá fuera cierto, pero los hechos ahí estan. Ahora poner cadenas para ir a Barajas...vamos, ya tendria que entrar la iso -20......  ;D

Y no solo en Madrid......en muchisimas zonas donde antes nevaba muchsiimo, ahora apenas lo hace o lo hace de forma muy débil.

Mammatus

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Cita de: meteosat en Sábado 18 Diciembre 2004 03:24:37 AM
Cita de: Mammatus © en Sábado 18 Diciembre 2004 03:20:53 AM
Cita de: triskelo en Viernes 17 Diciembre 2004 22:40:38 PM
La verdad que parece que el relato se refiere a otro mundo... es como si fuera ciencia ficción. Vamos no me imagino el pueblo sepultado  

No te creas trisKelo, no es "tan del otro mundo", mi abuelo (que en paz descanse) natural de Navafria, pueblo de la provincia de Segovia situado a 1200 msnm, me contaba como allà por los años 40-50, caian tales nevadas en el pueblo, que tenìan que hacer TUNELES desde las casas a la iglesia, colegio y farmacia. Y las veces que menos, hacian una especie de pasillos en la nieve, que cuando mi abuelo llevaba a mi madre al colegio, se la subia a hombros, y solo se le veia la cabeza a mi madre por la parte superior de la capa de nieve.... :-\

Ya a finales de los 60 y con mi madre "enovia" de mi padre, me cuenta como iba en Autobus desde el centro de Madrid al pueblo de Barajas y a mitad de trayecto, el autobus tenía que poner las cadenas... :-X

Si, vamos, y pensar que hay mucha gente quepiensa que  nieva igual que antes....  :-X
Ojalá fuera cierto, pero los hechos ahí estan. Ahora poner cadenas para ir a Barajas...vamos, ya tendria que entrar la iso -20......  ;D

Y no solo en Madrid......en muchisimas zonas donde antes nevaba muchsiimo, ahora apenas lo hace o lo hace de forma muy débil.


Bueno Edu, también hay que pensar que esas situaciones "excepcionales" no son, ni eran muy comunes, todas esas situaciones suelen tener un periodo de retorno de unos 50-100 años, con lo que sigamos esperando.... ;D

meteosat2

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Supercélula Tornádica
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Esperando a que Leon se convierta en un desierto
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Cita de: Mammatus © en Sábado 18 Diciembre 2004 03:28:42 AM
Cita de: meteosat en Sábado 18 Diciembre 2004 03:24:37 AM
Cita de: Mammatus © en Sábado 18 Diciembre 2004 03:20:53 AM
Cita de: triskelo en Viernes 17 Diciembre 2004 22:40:38 PM
La verdad que parece que el relato se refiere a otro mundo... es como si fuera ciencia ficción. Vamos no me imagino el pueblo sepultado  

No te creas trisKelo, no es "tan del otro mundo", mi abuelo (que en paz descanse) natural de Navafria, pueblo de la provincia de Segovia situado a 1200 msnm, me contaba como allà por los años 40-50, caian tales nevadas en el pueblo, que tenìan que hacer TUNELES desde las casas a la iglesia, colegio y farmacia. Y las veces que menos, hacian una especie de pasillos en la nieve, que cuando mi abuelo llevaba a mi madre al colegio, se la subia a hombros, y solo se le veia la cabeza a mi madre por la parte superior de la capa de nieve.... :-\

Ya a finales de los 60 y con mi madre "enovia" de mi padre, me cuenta como iba en Autobus desde el centro de Madrid al pueblo de Barajas y a mitad de trayecto, el autobus tenía que poner las cadenas... :-X

Si, vamos, y pensar que hay mucha gente quepiensa que  nieva igual que antes....  :-X
Ojalá fuera cierto, pero los hechos ahí estan. Ahora poner cadenas para ir a Barajas...vamos, ya tendria que entrar la iso -20......  ;D

Y no solo en Madrid......en muchisimas zonas donde antes nevaba muchsiimo, ahora apenas lo hace o lo hace de forma muy débil.


Bueno Edu, también hay que pensar que esas situaciones "excepcionales" no son, ni eran muy comunes, todas esas situaciones suelen tener un periodo de retorno de unos 50-100 años, con lo que sigamos esperando.... ;D

Ya,eso, es totalmente cierto.
Pero de momento no hay indicios que podamos estar ante un nuevo retorno del frio.
Desde el 2000 para acá igual nieva más que a principios de los 90 hasta mediados, pero no es ningun sintoma ( por lo menos eso creo yo)
Lo del minimo Mauder pronosticado desde ahora hasta el 2025 puede influir, pero de momento tanto la tecnología que tenemos como los diferentes modelos de predicción son insuficientes para saber cuando tendremos ese deseado retorno del frio.

Este invierno haber como se porta. Con una buena nevada bien repartida por toda España nos dejaría a todos contentos  ;D

TXIRIMIRI

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Cumulus Húmilis
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Zeta , no has contado si en Piedrasluengas las vacas y los pastores iban andando o volando .
Aretxabaleta a 250 metros s.n.m. La pequeña Suiza .

adarra

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Cumulus Congestus
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Adarra, el último monte de Pirineos
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Hola,
siento decirlo pero nevadas como las de 1888, enero del 45, feb del 54 y feb del 56 nunca volverán. Ni siquiera feb del 87.
Tendremos que contentarnos con episodios como el del año pasado, que tampoco están tan mal
Yo no creo que el calentamiento del futuro sea tan exagerado como dicen, pero calentamiento hay, y sólo el calentamiento de los últimos 30 años ya es espectacular y suficiente para evitar entradas como las de antes.
Saludos

Donostia - San Sebastian               ¿Hacia dónde iremos?

Corisa Bruguer

DesModerador
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Cb Incus
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Cita de: ZETA en Viernes 17 Diciembre 2004 20:55:13 PM

El otro día lo comentó mi abuela, que en el pueblo de Piedrasluengas a 1300m, (me supongo que sería ese año) ella se lo había escuchado comentar a los ancianos del lugar.

Pues cayo una gran nevada y unos pastores iban con las vacas y no encontraban el pueblo, hasta que una vaca metio la pata por la chimenea  :-X :-X :-X estaban pasando por encima del pueblo que estaba sepultado bajo la nieve....en fin una pasada  :D :D :D :D

Saludos.
Yo tambien lo he oido,y mi abuelo me contaba que tuvieron que hacer tuneles entre la nieve para que pudiera pasar los carros con víveres.
Es que este pueblo tiene algunas casas metidas en la ladera y cunando nieva bastante la nieve llegahasta los tejados.Me acuerdo la Nevada de carnavales del 93 ,fue a piedrasliengas 2 semanas mas tarde y habia lugares con mas de 2 metros de nieve aún . os dejo una pagina para que lo veais como es:
http://www.galeon.com/tremaya/Piedrasluengas.htm
Mudá 1002 m snm en plena Montaña Palentina / 187 habitantes,partido judicial de Cervera de Pisuerga / MONTAÑA PALENTINA

sudestada

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Cumulus Congestus
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FRENTEFRIO

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Cb Incus
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  1. ojaizmet@hotmail.com
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Saludos.

Enhorabuena David. Un trabajo de recopilacion muy bueno, que nos hace recordar lo que sucedió en tiempos pasados.
Debió ser "muy giorda" aquella nevada. Realmente impresionan los relatos.
Estación Meteorológica de Ojáiz-Peñacastillo (Cantabria) Página web: OJAIZMETEO
DETECTOR DE RAYOS
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sudestada

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Cumulus Congestus
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#22
"Uno de los guardamontes de la montaña de Covadonga, el que habita la casa sita en las proximidades del Lago de Enol, hombre de 70 años, llamado Ramos Junco, despidió a su familia mandándola al lugar de Olao en previsión de las grandes nevadas, quedándose sólo con su perro, pera hasta éste le abandonó bajándose al pueblo, donde su presencia produjo tal alarma, que organizaron una partida de hombres (...) que emprendieron la penosa ascensión para recoger al que creían cadáver, siéndoles difícil distinguir la casa envuelta entre nieves, desde la cual para recibirles el bravo Junco, abrió huella saliendo por el balcón del piso principal es decir que la nieve alcanzaba tres metros y medio de altura, y calificando de locura el acto de sus vecinos les mandó volverse encastillándose nuevamente" (intento de rescate del guardia de Covadonga – relato de El Carbayón)

Qué hombres aquellos !!  ;D Una nevadita de nada !! Anda ya, que me voy a bajar yo !! Hasta el perro se marchó ..  :mucharisa:




Vigorro...

FORERO TRISTE ALMERIA
La vieja guardia de Meteored
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Supercélula Tornádica
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GARBANZO NEGRO DEL FORO, GRRR...
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#23
Aquel año de 1888 parece que dejo nevadas extraordinarias no solo en Hispania, sino en Norteamerica tambien... ::)

Nueva York, 15 de marzo de 1888

Señor Director de La Nación:

Ya se había visto colgando su nido en una araucaria del Parque Central la primera oropéndola; ya cubría los álamos desnudos el vello primaveral, y en el castaño tempranero, como vecinitas parlanchinas que sacan la cabeza arrebujada después de la tormenta, asomaban las hojas; ya advertidos por el piar de los pájaros de la llegada del sol, salían los arroyos de su capa de hielo para verlo pasar; ya el invierno, vencido por las flores, huía bufando y desataba tras de sí, como para amparar su fuga, el mes de los vientos; ya se veían por las calles de Nueva York los primeros sombreros de pajilla y los trajes de Pascua, dichosos y alegres, cuando al abrir los ojos la ciudad, sacudida por el fragor del huracán, se halló muda, desierta, amortajada, hundida bajo la nieve. Los bravos italianos, cara a cara con la ventisca, llenan ya de la nieve, coruscante y menuda, los carros que, entre relinchos, cantos, chistes y votos van a vaciar su carga al río. El ferrocarril aéreo, acampado dos días en vela siniestra junto al cadáver del maquinista que salió a desafiar el vendaval, recorre otra vez, chirriando y temblando, la vía atascada, que reluce y deslumbra. Los trineos campanillean; los vendedores de diarios vociferan: los limpianieves, arrastrados por percherones poderosos, escupen a ambos lados de la calle la nevada que alzan de los rieles: con la nieve al pecho se va abriendo paso la ciudad hasta los ferrocarriles, clavados en la llanura blanca, hasta los ríos, que son puentes ahora; hasta los muelles, mudos.

Vibra, por sobre la ciudad, como una bóveda, el alarido de los combatientes. Dos días ha podido tener la nieve vencida a Nueva York, acorralada, aterrada como el púgil campeón que se ve echado a tierra de un puñetazo tundente por gladiador desconocido. Pero, en cuanto afloja el ataque el enemigo, en cuanto la ventisca desahoga la primera furia, Nueva York, como ofendida, decide sacarse de encima su sudario. Entre los montes blancos, hay leguas de hombres. En las calles de más tráfico, deshecha bajo los que la asaltan, huye ya en ríos turbios la nieve. Con botafangos, con palas, con el pecho de los caballos, con su propio pecho, van echando la nieve hacia atrás, que recula sobre los ríos.

Grande fue la derrota del hombre: grande es su victoria. La ciudad está aún blanca: blanca y helada toda la bahía. Ha habido muertes, crueldades, caridades, fatigas, rescates valerosos. El hombre, en esta catástrofe, se ha mostrado bueno.

En todo el siglo no ha visto Nueva York temporal semejante al del día trece de marzo. El domingo anterior había sido de lluvia, y el escritor insomne, el vendedor de papeletas en las estaciones del ferrocarril, el lechero que a la madrugada visita las casas dormidas en su carro alado, pudieron oír enroscando el látigo furioso en las chimeneas, como sacudiéndolo con mano creciente contra techados y paredes, el viento que había bajado sobre la ciudad, y levantaba sus techos, derribaba a su paso persianas y balcones, envolvía y se llevaba los árboles, mugía, como cogido en emboscada, al despeñarse por las calles estrechas. Los hilos de luz eléctrica, quebrados a su paso, chisporroteaban y morían. Descogía de los postes del telégrafo los alambres que lo han igualado tantas veces. Y cuando debió subir el sol no se le pudo ver: porque, como si pasase un ejército en fuga, con sus escuadrones, con sus cureñas, con su infantería arrollada, con sus inolvidables gritos, con su pánico, así, ante los cristales turbios, la nieve arremolinada pasaba, pasaba sin cesar, pasó durante todo el día, pasó durante toda la noche. El hombre no se dejó domar por ella. Salió a desafiarla.

Pero ya los tranvías vencidos yacían, sin caballos, bajo la tormenta; el ferrocarril aéreo, que pagó con sangre su primera tentativa, dejaba morir el vapor en sus máquinas inútiles; los trenes, que debieron llegar de los alrededores, echados de la vía por el ventarrón o detenidos por las masas de copos, altas como cerros, bregaban en vano por abordar sus estaciones. Tentaban los tranvías un viaje, y los caballos se encabritaban, defendiéndose con las manos del torbellino sofocante. Tomaba una carga de pasajeros el ferrocarril, sujeto a la mitad del camino, y tras seis horas de esperar presos en el aire, bajaban hombres y mujeres de la armazón aérea en unas escaleras de albañil. Los ricos o los muy necesitados hallaban, por veinticinco o cincuenta pesos, coches de caballo recio que los llevaran paso a paso a cortas distancias. Azotándolos, tundiéndolos, volcándolos, pasaba por sobre ellos, cargado de copos, el viento revuelto.

Ya no se veían las aceras. Ya no se veían las esquinas. La calle Veintitrés es de las más concurridas: y un tendero compasivo tuvo que poner en su esquina un poste que decía: "Esta es la calle Veintitrés". A la rodilla llegaba la nieve, y del lado del viento, a la cintura. La ventisca rabiosa mordía las manos de los caminantes, se les entraba por el cuello, les helaba las orejas y la nariz, les metía puñados de nieve por los ojos, los echaba de espaldas sobre el nevado resbaladizo, los sujetaba sobre él con nuevas ráfagas, los lanzaba danzando y sin sombrero, contra la pared, o los dejaba dormidos, dormidos para siempre, ¡sepultados! El uno, un comerciante, en la flor de la vida, había de aparecer hoy, hundido en el turbión, sin más señal de su cuerpo que la mano alzada por sobre la nieve. El otro, un mandadero, azul como su traje, sale en brazos de sus compañeros piadosos de aquella tumba blanca y fresca, propia de su alma de niño. El otro, clavado hasta la cabeza, con dos manchas rojas en el rostro blanco, y los ojos violáceos, duerme.

¡Y por Broadway y las Avenidas, levantándose y cayendo bajaban al trabajo, ancianos, mozos, niños, mujeres!. Unos, exhaustos, se sentaban en un quicio, sin más voluntad que la de perecer; otros, generosos, se los llevaban del brazo, animándolos, voceando, cantando: una mujer de mucha edad, que se puso como máscara con dos agujeros para los ojos el pañuelo, se reclina contra la pared, y rompe a llorar; el presidente de un banco que va a su puesto a pie, lleva en brazos la carga a la botica vecina, que en el turbión, se puede distinguir por sus luces amarillas y verdes. "¡No sigo!", dice uno, "¿y si pierdo mi lugar?" "Yo también sigo", dice otra, "yo necesito mi jornal de hoy." El dependiente toma de brazos a la trabajadora: la obrera joven lleva por la cintura a la amiga cansada. A la entrada del puente de Brooklyn, implora con tal angustia el secretario de un banco nuevo al inspector, que, aunque sólo la muerte puede pasar por el puente en aquel instante, lo deja pasar "¡porque si no perderá la secretaría que ha tardado tres años en conseguir!": y el viento, en aquella altura formidable, de una bufada lo echa abajo sobre el piso, lo alza de otra, le quita el sombrero, le abre el gabán, le hace morder el suelo a cada paso; él se repliega, se ase a la barandilla, adelanta gateando: avisados por el telégrafo desde Brooklyn, los policías del puente lo recogen en brazos al llegar a Nueva York exánime.

Y ¿a qué tanta fatiga si no hay apenas tienda abierta, si se ha rendido la ciudad, arrinconada como un topo en su cueva, si al llegar a sus fábricas y oficinas encontrarán cerradas las puertas de hierro? Sólo la piedad del vecindario, o el poder del dinero, o la casualidad feliz de vivir en la vía del único tren que por un lado de la ciudad, bregando valeroso, se arrastra de hora en hora, ampararán en este día terrible a tanto empleado fiel, a tanto anciano magnífico, a tanta obrera heroica. De esquina a esquina avanzan, recalando en las puertas hasta que alguna se les abre, llamando con las manos ateridas, como con el pico llaman a los cristales los gorriones. Arrecia la ráfaga de pronto; como piedras echa contra el muro a la bandada que volaba buscando el abrigo: unas contra otras se aprietan en medio de la calle las pobres obreras, que la racha sacude y hostiga hasta ponerlas otra vez en fuga. Y mujeres y hombres se van volviendo así ciudad arriba, braceando contra el vendaval, sacándose la nieve de los ojos, amparándoselos con las manos para buscar en la borrasca su camino. ¿Hoteles? ¡Las sillas están alquiladas para camas y los cuartos de baño para alcobas! ¿Bebidas?: ni los hombres hallan ya qué beber, en las cervecerías que consumieron ya su provisión: ni las mujeres, halando ciudad arriba sus pies muertos, tienen más bebida que sus lágrimas.

Ya a esa hora, repuestos de la sorpresa del amanecer, los hombres disponen sus vestidos de modo que no les lastime tanto la furia de la ventisca. A cada paso hay un vagón volcado; una persiana, que azota la pared suspendida del último gozne, como el ala de un pájaro moribundo; un toldo desgarrado; una cornisa a medio arrancar; un alero caído. Paredes, zaguanes, ventanas, todo es una masa de nieve. Y sin un minuto de tregua desde el amanecer, pasa, pasa cargado de copos el turbión blanco, arremolinando, devastando, zumbando, gruñendo. Y con la nevada a los brazos, los hombres y las mujeres caminan.

Uno ha hecho de la seda de su paraguas un tapacaras, con dos huecos para los ojos y otro para la boca, y así, con las manos a la espalda, va quebrando el viento: otros llevan los zapatos envueltos en medias, o en sacos de sal, o en papel de estraza, o en retazos de caucho, atados con cordeles: otros van abrigados con polainas y gorros de velocipedistas: a otro, casi cadáver, se lo llevan cargado, envuelto en su sobretodo de piel de búfalo. Este, botas de caballería, aquél de actor, aquél de cazador. "¡Señor!" dice una voz de niño a quien la nieve impide ver, "¡sáqueme de aquí, que me muero!" Es un mensajero, que una empresa vil ha permitido salir con esta tormenta a llevar un recado. ¡Muchos van a caballo!: alguno, que saca un trineo, del primer vuelo del viento celoso rueda con él, y a poco muere. Una anciana tenaz vino a comprar una corona de azahares para su hija que se casa hoy, y se lleva la corona. Y cuando ya era Nueva York, como campo ártico, y la noche cerraba sin luces, y sólo para el pavor había espacio; cuando los carteros generosos caían de bruces, transidos y ciegos, defendiendo con su cuerpo la valija de las cartas; cuando de las casas sin techo buscaban en vano las familias, con miedo mortal, salida por las puertas tapiadas; cuando bajo cinco pies de nieve, con la ciudad entera, yacían, ocultas a la mano más fiel, las bocas de agua abiertas en las calles para apagar los incendios, estalla con furia, tiñendo de luces de aurora el paisaje nevado, un fuego que echa abajo tres casas de vecindad en pocas dentelladas. ¡Y llegó la bomba! ¡Y los bomberos cavaron con sus brazos, y hallaron las bocas de agua! ¡Y de color de rosa parecían las paredes y la calle nevada, y de un azul de ojos el cielo! ¡Y allí, aunque el agua con que las batían se les volviese por la fuerza del viento, en chispas punzantes contra el rostro, aunque más altas que la cruz de una torre serpeasen en el aire las lenguas de fuego carmesí, aunque azotadas por el vendaval les vinieran a morder las barbas las columnas de humo sembradas de chispas de oro, allí, sin poner pie atrás las fueron combatiendo, con la nieve al pecho, hasta que las circunscribieron y domaron! Y luego, con sus brazos, abrieron camino a la bomba en la masa de nieve.

Sin leche, sin carbón, sin cartas, sin periódicos, sin tranvías, sin teléfonos, sin telégrafos, se despertó hoy por la mañana la ciudad. ¡Qué ansia por leer, los de la parte alta, los diarios que a fuerza de bravura de los pobrecillos vendedores, llegaban de las imprentas, que están en la parte baja! ¡Y hubo anoche, hasta cuatro teatros abiertos! ¡Y todos los negocios están suspendidos, y la falsa maravilla del ferrocarril aéreo puja en vano por llevar a su labor la muchedumbre que se agolpa colérica en las estaciones!.

En los caminos están los trenes detenidos, con sus cargas humanas. Del resto de la nación nada se sabe. Los ríos son hielo y los osados los están cruzando a pie; se rompe el hielo de pronto, y quedan flotando sus témpanos, con los hombres al lomo: un remolcador sale a salvarlos, costea el témpano, lo va empujando hacia los muelles, ya lo junta a muelle vecino, ya están salvados; de los dos lados del río se oye un enorme ¡hurra! ¡Hurra! gritan por las calles al bombero que pasa, al policía, al bravo cartero. ¿Qué será de los trenes que no llegan, y a donde las empresas del ferrocarril, con energía magnífica, envían víveres y carbón, a rastras de sus máquinas más poderosas? ¿Qué será de los de la mar? ¿Cuántos cadáveres habrá bajo la nieve?.

Ella, como ejército ya en fuga que vuelve sobre el triunfador en inesperada arremetida, vino de noche, y cubrió de muerte la ciudad soberbia.

Más que a cualesquiera otros, convienen estas embestidas de lo desconocido a los pueblos utilitarios, en quienes como ayer se vio, las virtudes que el trabajo nutre, bastan a compensar en las horas solemnes la falta de aquellas que se debilitan con el egoísmo. ¡Qué bravos los niños, qué puntuales los trabajadores, que infelices y nobles las mujeres, qué generosos los hombres! La ciudad toda se habla en alta voz, como si tuviera miedo de quedarse sola. Los que se codean en el resto del año brutalmente, hoy se sonríen, se cuentan sus riesgos mortales, se dan las señas de sus casas, acompañan largo trecho a sus nuevos amigos. Las plazas son montes de nieves, donde como recamo de plata lucen ya al primer sol los encajes de hielo prendidos a las ramas de los árboles.

Casas de nieve se levantan sobre los techos de las casas, donde el gorrión alegre cava nidos frágiles. Amedrenta y asombra, como si se abriese de súbito en flores de sangre un sudario, esta ciudad de nieve, con sus casas rojas. Publican y contemplan el estrago los postes del telégrafo, con sus alambres enroscados y caídos, como cabezas desgreñadas. La ciudad resucita, sepulta los cadáveres, y echa atrás la nieve, a pecho de caballo, a pecho de hombre, a pecho de locomotora, a bocanadas de agua hirviendo, con palas, con estribos, con fogatas. Pero se siente una humildad inmensa, y una bondad súbita, como si la mano del que se ha de temer se hubiera posado a la vez sobre todos los hombres.

JOSÉ MARTI

La Nación. Buenos Aires, 27 de abril de 1888



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