Fué en el transcurso del año 1.842 cuando el Aneto, el pico más alto de la Cordillera Pirenaica aunque esto se tardó bastante en precisar, fué conquistado por primera vez.
En el mes de Junio de aquel añom un joven extranjero, noble y rico, recorre las calles del barrio viejo de Luchón, dirigiéndose a todos con estas preguntas: ¿Conoce Vd. La Maladeta?, ¿Podría guiarme hasta allí?...
Es un antiguo oficial ruso nacido en 1.802 en Gatchina, cerca de San Petersburgo: Platón de Tchitatcheff. Esta en los Pirineos para recuperarse de las fatigas de la guerra. A los poco meses, la cura de reposo ha comprendido cacería de sarrios y ascensiones al Mido, Monte Perdido y Vignemale. Quiso empezar por el Aneto pero en Luchón los guías no quieren acabar como Barrau (guia desaparecido en una grieta del glaciar). Así que se marchó a la zona de Luz a ejercitarse en montaña y regresó de alló con el guia Pierre Sanio, el 17 de julio. Luego consigue que se le unan dos cazadores de sarrios, Bernard Arrazau y Pierre Redonnet. Un tercer luchonés, guia de oficia, vacila: Ha sido contratado por un "señor" que también quiere subir a La Maladeta. Es "señor" es el Conde Albert de Franqueville y Platón propone que se unan al grupo.
Fué la conveniencia los que les unió pero parece ser que la iniciativa fue llevada siempre por el ruso. Los cazadores los dirigen al abrigo denominado La Renclusa. Suben lentamente porque los guías van muy cargados y Franqueville se detiene a cada paso a examinar las plantas.
Durante la noche estalla una enorme tempestad de la que resultan protegidos por los desplomes de la roca. Mientras, los dos cazadores deliberar: Quieren evitar a toda costa el glaciar y marchar por el sur, ya que la roca es su elemento. Sanio, que no conoce la zona y va con abarcas y sin crampones, no pone objección. A muchos les puede el recuerdo de Barrau y quedan de acuerdo en rodear la montaña.
Marchan hacia el Pico de Alba, pasan el collado, bordean sobre el lago de Cregüeña y siguen penosamente por el caos de grandes bloques hasta una mísera cabaña en el valle de Vallibierna a donde llegan agotados por la impedimenta, a las tres de la tarde. Por la noche se les incendia el techo de la cabaña.
A las cuatro de la madrugada se ponen de nuevo en marcha. Los cazadores van delante porque conocen el terreno hasta la base del glaciar. A las 5:30 horas llegan a una meseta donde hay un lago helado: El Lago y el Glaciar de Coronas. Allí cerca esta la arista de llosás, tres de cuyas agujas, un siglo después serán bautizadas con los nombres de Tchihatcheff, Franqueville y Argarot. Ahora los guias pasarán a la cabeza dispuestos a mostrar su ciencia. Los señores y el guia Argarot suben con crampones, pero los cazadores no respiran hasta pisar su familiar roca en el Collado de Coronas, en la base misma del pico, en donde la niebla les envuelve.
Deliberan los guias y una vez más prevalece la opinión de los cazadores. Los cuatro montañeros intentan la escalada por la pared rocosa; el ruido de las piedras desprendidas les indica que la calidad de la roca es frágil...reaparecen los guías dando grandes voces en la niebla para hallarlos. Han desistido: Es imposible pasar por allí. Saben que sólo les queda una posibilidad: El glaciar.
Pierre Sanio, el guia de Luz, irá delante. Encordados se ponen en camino. Durante un rato se oye el golpe del hacha tallando los escalones. Luego han encontrado una nieve harinosa por la que avanzan fácilmente y llegan por fin a una cúpula cubierta por fragmentos de roca. Están llegando a la meta. Pero ¿por qué esos gestos de desesperación en los que abren la marcha?...La niebla se ha entreabierto sobre una visión de pesadilla: Una cima aguda, descarnada, libre de nieve, se eleva prolongándose como una flecha a siete u ocho metros del lugar donde se hallan.
Es la cumbre, no cabe duda, pero esta separada de ellos por aquella inquietante cresta. Los guias apenas vacilan y atacaan con valor ese agudo y destrozado trozo de cresta entre dos abismos por los cuales hacen rodar con estrépito bloques inestables. LLegan a la cima y gesticulando, vuelven para ayudar en el paso a los "señores".
Su estancia en la cumbre dura cerca de una hora. Los guias construyen una pirámide, en la cual depositan, dentro de una botella, un pergamino con los nombres de todos. Tchihatcheff consulta su termómetro anotando su observación y deplora su falta de material: "Mi ascensión ha sido inútil. Será preciso volver".
Durante el descneso de la cumbre, pueden examinar la llanura de nieve hasta la Cresta de los Portillones, observando que por allí no hay ningún obstáculo. Probablemente si no volvieron por allí fue debido a que tienen que bajar por el sur a recoger la impedimenta. Vuelven rodeando de nuevo el macizo y llegan a Luchón el dia 21 de Julio.
Los Tresmiles del Pirineo
Juan Buyse