En el Terciario, (hace 20 millones de años), estos bosques estuvieron extendidos por toda la cuenca mediterránea, norte de África y sur de Europa, como así lo atestiguan los fósiles encontrados en estas zonas. Debido a los cambios climáticos ocurridos desde entonces, glaciaciones y periodos áridos que originaron la barrera de desiertos del norte de África, esta vegetación desapareció de los continentes sirviendo las islas de Azores, Madeira y Canarias, en las que los cambios fueron atenuados al actuar el océano de termostato, como refugio de estas especies terciarias hasta la actualidad.
La necesidad de un alto grado de humedad para el desarrollo de las masas forestales condiciona su distribución a las vertientes norte entre los 400-1500 m de altitud que es la zona de mayor influencia de los vientos alisios que dan lugar a la formación del mar de nubes. La laurisilva es una formación de tipo subtropical predominantemente arbórea, siempre verde, cuya gran masa de hojas coriáceas y brillantes favorece la condensación de las nieblas produciéndose una lluvia local al pie de cada árbol que se conoce como «precipitación horizontal».
Esto se da durante todo el año, de modo que es muy normal caminar en pleno Agosto bajo la laurisilva estando todo empapado y cayéndonos gotas gotas de agua encima, mientras todo rezuma humedad y no vemos a 4 palmos de nuestras narices debido a la espesa niebla que los envuelve habitualmente.
En la actualidad, son pocos los bosques de laurisilva que quedan; en pocos lugares de la Macaronesia se puede hoy en día sentir la magia del Terciario...los principales reductos de Canarias se encuentran en la isla de la Palma (los tiles), la Gomera (Parque Nacional de Garajonay), las cumbres de la isla del Hierro; En Tenerife, los Montes de Anaga (donde están tomadas estas fotografías), el Monte de las Mercedes y el Monte del Agua (Teno); y en Gran Canaria, los tiles de moya, en el Parque Natural de las Nieves.
De nosotros depende su conservación.