Un artículo en Nature de esta semana trata sobre un descubrimiento importante en las emisiones de metano: los bosques emiten metano en cantidades considerables.
Hasta ahora se habían identificado como fuentes de metano los humedales, los campos inundados de arroz, los animales rumiantes, las termitas, la quema de vegetación etc, pero parece que la propia vegetación viva también emite metano (entre un 10% y un 30% de las emisiones totales).
Esto debe plantear otro rompecabezas al cómo hacer disminuir la concentración de gases invernadero en la atmósfera. El metano es el segundo gas invernadero regulado por el Protocolo de Kioto. El aumento de su concentración en los últimos dos siglos, debido sobre todo a la agricultura, ha provocado un forzamiento radiativo (un aumento de la radiación infrarroja en superficie) de 0,7 W/m2 (la mitad de la del CO2: 1,4 W/m2)
El plantar árboles ha sido considerado un método para absorber CO2 del aire, ya que mientras los bosques crecen almacenan carbono en su madera. Ahora bien, si resulta que emiten CH4 (metano), que molécula por molécula es unas 20 veces más potente (o más) que el CO2 en cuanto a la absorción y emisión de energía infrarroja, es probable que la medida sea contraproducente para el fin buscado de reducción del efecto invernadero.
En el último párrafo del artículo se comenta (en plan alarmista, claro; si no no lo publican) que ya que el incremento del CO2 fertiliza el aire (!por fin lo reconocen en Nature!) el aumento de la vegetación hará que aumente también el metano.
Bueno, ¿y qué? En los ciclos de las glaciaciones la concentración de metano siempre ha subido cuando los tiempos eran más cálidos y biológicamente más productivos, y viceversa, siempre ha bajado en los tiempos glaciales y menos productivos. O sea, que el metano es, igual que el CO2, un acompañante de la vida terrestre y no su enemigo.
ref.: Keppler F., 2006, Methane emissions from terrestrial plants under aerobic conditions, Nature, 439, 187-191