Hola, soy el autor de las primeras fotos del post. Hay algunas más de naturaleza en:
http://homepage.mac.com/macduro/PhotoAlbum.htmlY aquí os dejo también, que veo que os ha gustado el sitio, un poema árabe y un pequeño articulillo que escribí sobre el sendero en el blog de la firma, más que nada para animar a que hagáis la visita, muy muy recomendable:
El río de la Miel
El sendero del Río de la Miel es uno de los más frecuentados del Parque Natural Los Alcornocales. Tradicionalmente ligado al abastecimiento y al recreo de la población de Algeciras, sus dulces aguas ya fueron glosadas por numerosos geógrafos e historiadores andalusíes del medievo. Está jalonado por molinos harineros, algunos de ellos aún en funcionamiento, por vetustos caos, por restos de canalizaciones para llevar agua potable a la ciudad y por vestigios de antiguas sendas empedradas de olvidados destinos. Extrañas inscripciones semiocultas de factura centenaria alusivas a tesoros y bandoleros acrecientan la atmósfera mágica de un lugar en que el ambiente destila historia y leyenda en las proporciones adecuadas para que nadie pueda sentirse indiferente a un paseo junto a sus aguas.
Pero, lo que realmente nos da la verdadera dimensión de que nos encontramos en un lugar especial es el impresionante puente que marca el primer contacto del paseante con el río. Su desproporcionado tamaño, medido por algún hábil pontífice de la época para evitar las frecuentes crecidas es indicativo de la relevancia que la ruta, sólo apta para caminantes y caballerías, tuvo en siglos pasados cuando era uno de los pocos y peligrosos caminos que unían las antiguas tierras de Gibraltar en su campo con la vertiente occidental de la provincia gaditana. La inusual forma que presenta—que recuerda a los puentes medievales—, su extrema delgadez y su aparente inutilidad invita a imaginar la mano de antiguos maestros constructores y canteros con desconocidos propósitos.
El repiqueteo del agua sorteando entre las piedras; el delicado soniquete del chorrillo de agua de la fuente que nace y muere junto al río; o el murmullo sordo de las cascadas en su ininterrumpidos trabajos de escultura, nos acompañará durante todo el trayecto. La omnipresente agua preside por completo el itinerario. Mensajera de la vida, su potencial creador facilita la existencia de una exuberante vegetación que enmarca perfectamente el escenario por el que discurre el sendero. La galería de alisos conforma un dosel que protege a las aguas de los rayos de sol, que llegan atenuados y tamizados de verde a la corriente. Bajo ellos es fácil hallar algún acebo u ojaranzo, reliquia de tiempos pretéritos cuando el clima era más húmedo y cálido que el actual y, sobre todo, helechos reales y hembras, que proporcionan al paseante percepciones muy similares a las que reinan en las selvas tropicales. En suma, una gozada para los sentidos, el intelecto y la imaginación.
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El río de la miel Detente junto al río de la Miel, párate y pregunta por una noche que pasé allí hasta el alba, a despecho de los censores, bebiendo el delicioso vino de la boca o cortando la rosa del pudor.
Nos abrazamos como se abrazan los ramos encima del arroyo.
Había copas de vino fresco y nos servía de copero el aquilón.
Las flores, sin fuego ni pebetero, nos brindaban el aroma del áloe.
Los reflejos de las candelas eran como puntas de lanzas sobre loriga del río.
Así pasamos la noche hasta que nos hizo separarnos el frío de las joyas.
Y nada excitó mi melancolía más que el canto del ruiseñor.
BEN ABI RUH Algeciras. Siglo XII