Hoy se cumplen 257 años de una de las mayores tragedias que ha vivido nuestra ciudad, el conocido como Terremoto de Lisboa. A continuación os dejo el romance del terremoto, un interesante reflejo de lo que sucedio la mañana del 1 de Noviembre de 1755 en Huelva.
En fúnebres consonancias
El destemplado instrumento,
Al compás de tristes ayes,
Surque la Región del viento,
Sin detener de mí musa
Los periodos, ni epítetos;
Gastando el papel la tinta
En inútiles conceptos;
La verdad sola diré
Del caso, y assi comienzo.
En la Gran Villa de Huelva,
Theatro donde hace assiento,
Si de Seres la abundancia,
Se Palos no es nada nuevo,
Coronada de de murallas tiene Puerto,
Traficase por la Mar
Con abundante Comercio,
Rígela un Gobernador,
Se hallan quatro Conventos,
Tres de Frayles, uno de Monjas,
Sus vidas sirven de exemplo;
Hermitas tres, y unas mil
Casas bien á lo moderno.
Las más labradas a uso
De las que hay en el Puerto.
En el día de Noviembre,
Año mil y setecientos
Cincuenta y cinco, la Iglesia
Celebra el día primero
De los Santos, á las diez
Del Matutino Reflexo,
En el Arco de la Estrella,
Resplandeciente Sol bello,
La Luna más sin menguante,
Fue mi gula, y mi consuelo;
Al oír los estampidos
Del temblor, parte corriendo
Y amparado de los arcos
Se estremecen los cimientos
Al temblar el Santuario
Varios pedazos cayeron
Caen casas por delante,
Por todos lados (¿qué es esto?)
Reparo el rio acercas
Tan pronto a cercar el puesto
Aunque a carrera partí.
El andaba más ligero,
Siendo preciso arrojarme
Al agua y si unos barqueros
No me acogen pereciera
Sin duda ninguna en ello.
Sosegado ya el temblor
En una lancha con emos
Fuera de Huelva me echaron
Donde vide tanto Templo,
Tantas Casas derribadas,
Y en ejios los mas de ellos,
En chozas, y en los corrales
Habitando yá sus dueños.
La tierra segunda vez
Volvió a temblar aunque menos,
Atemorizados salen
A buscar lo más ameno
Cada uno como estaba
Del uno y el otro sexo
Cual sin mantilla, ni manto
Cual sin capa ni sombrero
Y entre tanta confusión
El Rio salió corriendo,
Reventó el Mar, y las aguas
Se juntan á poco trecho;
De forma, que se tragó
Todo quanto hallaba en medio:
Todos suben a los montes
Y más empiñados cerros
Unos predicando estaban
Otros iban absolviendo
Las reliquias en las manos
Los Copones en el pecho.
El Juicio parecía,
¡No vi día más tremendo!
Más almas arrepentidas
Las rodillas por el suelo,
Fervorizados en actos
De construcciones deshechos;
Nos retiramos á ver,
Al cabo de día, y medio,
La Tuta, donde los ojos
Vió llena de cuerpos muertos
Cargar los carros, á darle
El descanso hasta in aeternum;
Dos mil son los perecidos
Ahogados, y entre ellos
Su capellán religioso
Fray Manuel Bravo, el ejemplo
De virtud y santidad
Dios le tenga allá en el Cielo.
La Villa toda ha quedado
Sin Casas, Plazas, ni Templos;
Sin familias; y el sustento
Preciso h asido lo traigan
De Moguer , San Juan del Puerto
Por tierras, que en barcos no
Han querido por el riesgo
Las ruinas principales
A referidas empiezo;
Las dos parroquias cerradas,
La Concepción y San Pedro,
En la primera la torre
Desde la mitad del cuerpo
Caído, y el otro resto.
De cuidarlo y bien riesgo
La nave y los conventos
San Francisco, La Merced
Aunque cerrados, abiertos
La Victoria arruinada,
El altar mayor deshecho
Parte la Iglesia por tierra
La torre, y por cada hueco,
Las campanas se han caído.
Oficinas aposentos
De forma no hay donde estar.
Ni a donde hacer paraderos,
En un portal refacción
Se toma; y aquí un portento;
Sucedió del Pan Sagrado
¡Oh divino Sacramento!
Hundido el Santo Sagrario
Y enterrado en los fragmentos
Del altar mayor caídos
Con los oleos, y aquel Cuerpo
Manjar dentro del Copón
Al descombrar advirtieron.
Diez y seis hombres, hallarse
Rompido y el Sagrario entero,
El Copón bajo un ladrillo,
Como a mano, estaba puesto
Dosel, que sirvió a tener.
Por milagro, tanto peso.
De material sobre si
Considérelo el discreto
Ocho han sido los que han dado
La vida al Señor excelso
En las ruinas de casas,
Y heridos son muchos de ellos,
Los más vecinos se han ido
A hacer vecindad de los Pueblos
Más cercanos; y el temblor mayor o susto primero
Duró catorce minutos,
Aunque alguna cosa menos;
Las monjas se hailan hoy
Dentro de su mismo huerto
En chozas con penitencia,
Con o los demás conventos
Cortó desgraciadamente
Al caer unos fragmentos
La vida a una religiosa
Y el acto más dulce, tierno
Sucedió a otro religioso
Del ya dicho compañero.
Fue, viendo se le acercaba,
En conflicto, tan funesto.
Como era perecer.
Entre dos aguas cogiendo
Un santo Cristo en sus manos
Asido de uno de aquellos
Pescadores y en coloquios
Ambos a dos perecieron.
Tierra como no te abres,
Al referir por muy cierto
Haber, en conflictos tales
Quien a las playas vinieron
A hurtar las arcas envueltas
Con quienes fueron sus dueños,
¡Habrá corazón más duro!
¡Empedernido y protervo!
Sin temor de la justicia
De Dios del mundo un ejemplo
Los minimos van labrando,
Interin hay otro acuerdo,
Un altar donde poner
De Paula el Milagro excelso,
Y al Señor sacramentado.
Por no saber dónde ponerlo
Y en pública procesión
Coloca le con el ciero.
Y en hacimiento de gracias
Se ha de cantar el Te Deum
Y para más obligarle
Penitencias hacer los cuerpos
De ayunos y disciplinas,
Que es el eficaz remedio
Al levantar el azote
Amenazado y el reino
Por eternidades largas
Por los siglos lograremos.
Un saludo.