Pues parece que si algo esta ayudando algo en este desastre es la meteorología, ya que el viento sopla de WE. Masas de aire frío entrando de Asia, lo que es muy habitual en el Japón en esta época. Actualmente tienen una borrasca al norte que que hace que los vientos rolen en esta direccion. Pero estoy echandole un vistazo al GFS y la cosa puede cambiar en los próximos dias. Lo peor en mi opnión es un A al norte que llevarían vientos del NE hacia el centro y sur de la isla.
A merced del viento:
KITA-IBARAKI, Japón.- Ya ni el gobierno mantiene la apariencia de calma. La evidencia es que, herido por el tsunami, estragado por la destrucción y amenazado por la emanación radiactiva , el destino inmediato de este país, potencia tecnológica, depende ahora, en buena medida, del viento.
Si la suerte ayuda, las partículas atómicas que liberó la catástrofe nuclear de la cercana Fukushima I se dispersarán hacia el Este, sobre el océano. Si ocurre lo contrario y sopla hacia el Sur, la carga ponzoñosa invadirá sus grandes ciudades, incluida Tokio, donde ya se detectaron niveles anormales de radiactividad.
Con la caída de la noche llegó la noticia de que, por primera vez, los escasos cincuenta técnicos que persistían en la central de la desgracia tropezaban en su intento de enfriar sus reactores. El agua de mar, a la que apelaron a la desesperada, se recalentaba.
A quienes viven en los alrededores de la planta y de sus atemorizantes fugas radiactivas ya ni el viento los salvaba del veneno.
"Cuanto más lejos estén de allí, más seguros estarán", admitió, con rostro sudoroso por los nervios, el vocero del gobierno, Yukio Edano, que dio la orden de evacuar de inmediato.
Lo hizo con la más inquietante de las instrucciones. A quienes residen en un radio de hasta 20 kilómetros les dijo que se fueran de sus casas, porque la situación allí era "alarmante" y potencialmente dañina para la salud. Fue la primera vez que el gobierno lo admitió.
En cambio, a quienes se encontraban en la franja de entre 20 y 30 kilómetros de la central les ordenó exactamente lo contrario. Esto es: que se encerraran en sus casas, que no salieran, que no hicieran compras ni fueran a trabajar, porque "ésa es la mejor manera" de evitar la contaminación que está en el aire, según dijo el primer ministro, Naoto Kan.
"¿Dónde queda exactamente el límite entre quedarse o salir disparando? ¿Cómo quedarse en casa cuando, arriba, el cielo está envenenado?", se preguntan miles de japoneses.
La respuesta incluye la sospecha de que el desastre es tan grande que no hay modo de montar un operativo más rápido. "Ni siquiera se asomen para colgar la ropa, déjenla que se seque dentro de sus casas", decía, por ejemplo, la televisión local. "Cierren las ventanas, cierren las puertas, no las abran ni para hacer las compras", fueron las instrucciones.
La angustia encontraba eco en los alrededores de esta ciudad costera, 90 kilómetros al este de Tokio, donde el paisaje que dejó el tsunami se repetía con desgraciada perseverancia entre las montañas de escombros. "Fue una ola de agua negra", dijo Mariko Radoi una maestra que nos acompañó durante parte del recorrido. Su escuela es ahora un refugio para los que se quedaron sin casa (Ver aparte).
Pero con la contaminación nuclear en el aire era del viento de lo que se hablaba. La televisión seguía sus humores sin perderle pisada. "Acaba de cambiar de dirección. Ahora sopla con dirección al Este, al océano", dijo, con inocultable alivio, el presentador del informativo.
Eran las 19 (hora local), con la primera nota de sosiego en otro día abrumador. Hasta entonces, el viento soplaba hacia el Sur, desparramando la radiación sobre la mitad de la isla de Honshu, la mayor del archipiélago que forma Japón y en la que se encuentra Tokio.
Nunca fue tan real aquello del "respiro de alivio" en el aire. La gota de esperanza en un día cargado de tragedia, que empezó con nuevas explosiones y un incendio en la central de Fukushima, seguido del reconocimiento oficial de que el riesgo nuclear se desparramaba con la velocidad de las malas noticias.
"¿Piensa volver a Tokio?", me preguntó Mariko, sin alarmismos. Estaba agradecida no sólo por estar viva sino porque había tomado yodo, la medicación para paliar el potencial cancerígeno de la contaminación radiactiva. Aún inmersa en la desolación que castiga, se consideraba muy afortunada por eso.
"El gobierno repartió pastillas", comentó. Hace días que buena parte de la población viene clamando por cápsulas de yodo. La Organización Mundial de la Salud asegura que Tokio aún no ha solicitado su ayuda, pero que sus expertos están alertados.