Esto es un ejemplo del pan nuestro de cada día en la sacrosanta "piel de toro", donde la gente arrima el hombro lo justito y, si puede, un poco menos.
Estoy cansado de ver desmanes por el monte por dejadez de los operarios: latas de gas-oil para motosierra tiradas en medio del bosque derramando, plásticos de envoltura de las bandejas de plantones de repoblación, las propias bandejas y pots, etc. Eso no quiere decir que no haya operarios conscientes de lo que hacen, pero, como en todos lados, existe mucha gente dejada, que no tiene ningún cuidado ni respeto, y a veces hacen ellos solitos más daño, porque se mueven en los sitios más delicados, que una tribu de domingueros.
Para mí fue especialmente sangrante el encontrarme cientos de metros de alambrada con pinchos, bien oxidada, abandonados por el cordal de Cebollera, en la divisoria entre Soria y La Rioja, enredados en los brezos y cubiertos por la nieve. Yo, que iba pendiente, me enganché los pantalones varias veces, y encontré pelos y sangre en muchos de los pinchos. Todo porque se había cambiado la vieja alambrada de la divisoria (creo que delimita el parque natural, pero no estoy seguro) por alambre nuevo. Quienes hicieron el encargo, a medida que quitaban el alambre viejo, lo iban abandonando a merced del viento y a su suerte en plena zona de cumbre, sin preocuparse lo más mínimo de lo que hacían, y sin que, por supuesto, a nadie de ellos se le ocurriera llevárselo de allí y depositarlo donde fuera menester. Lo cómodo es hacer las cosas así, claro. En su día hice gestiones para denunciar el asunto, pero no he conseguido nada concluyente. Ha pasado más de un año, y los alambres siguen a la deriva, y además enganchando carne cada dos por tres.
Esa misma gente no tiene escrúpulos en tirar el cigarrito en verano mientras trabaja, en cambiar el aceite de la motosierra directamente sobre el suelo, etc.
Que me perdonen los compañeros operarios que sí hacen las cosas bien, pero es que hay que reconocer que en este país, y en todos los oficios, la incompetencia y la dejadez superan con creces a la eficacia y la implicación.
Perdonad que me haya desahogado, ya se me pasará, al fin y al cabo, en algunos lugares tenemos lo que merecemos.