Hola a todos,
El pasado mes de octubre hicimos un viaje de varios días a la isla de El Hierro, conocida como la Isla del Meridiano porque antiguamente pasaba por ella el meridiano cero, que después fue trasladado a Greenwich.
El Hierro es la más pequeña de las islas Canarias, pero no por ello deja de tener una variedad de paisajes impresionante, con una naturaleza casi virgen, quizás conservada debido a su escasa población, que sufre una doble insularidad: las comunicaciones no son muy buenas y por ejemplo nosotros salimos de Tenerife en barco a las diez de la noche y llegamos al Hierro a las seis de la madrugada).
El amanecer en Valverde, la capital herreña, nos sorprendió con esta bonita panorámica. Se aprecia al fondo la isla de Tenerife con la silueta del Teide, y un poco más cerca de nosotros, La Gomera:
Vista parcial de la Villa de Valverde, situada en el NE de la Isla:
Tras pasear por la localidad pusimos rumbo hacia la zona Norte de la isla, donde se encuentra la costa de El Golfo, un gran valle provocado por un gigantesco derrumbe de material volcánico. Algo parecido al valle de La Orotava. Una vista desde el Mirador de Jinama:
Antes de llegar, visitamos el peculiar poblado del "Pozo de las Calcosas":
Y ya en el Valle del Golfo uno de los primeros puntos de interés que visitamos, en la zona conocida como "Las Puntas", fue el hotel que ostenta el honor de ser el más pequeño del mundo:
Una vista más original:
Así rompe el mar en la costa del Golfo, muy acantilada. De paso vemos la nubosidad de todo tipo que adornaba el cielo ese día:
Alguna nube lenticular también se escapó. Aquí las tenemos, encima de los conocidos "Roques de Salmor", que cierran el Golfo por el NE:
Muy cerca de esa zona pudimos ver, unos pocos días después, estas impresionantes formaciones volcánicas:
Al principio del reportaje he comentado que la naturaleza en El Hierro puede verse en su estado más salvaje. Pero hay que reconocer también que los habitantes de la isla han puesto mucho empeño y han conseguido que la acción humana no suponga una agresión al medio, sino más bien todo lo contrario: sale reforzado. Para muestra, este camino:
Aunque la isla no se caracteriza por sus playas, podemos encontrar pequeñas calitas de arena negra de una belleza impresionante. Como por ejemplo, la cala del Verodal, en el extremo Oeste de la isla:
Como podéis ver en la foto, se trata de una playa totalmente virgen, sin nada que recuerde la presencia humana alrededor, salvo un pequeño techado que permite tomarte tu bocadillo sin estar expuesto al Sol. Una buena idea.
De la cala del Verodal se accede a la zona de La Dehesa a través de una carretera estrecha rodeada por un impresionante paisaje volcánico. Merece la pena pararse en los miradores:
En un intento por potenciar la agricultura, en los años 90 se intentaron cultivar plataneras en pleno "malpaís", que es como se llama este terreno volcánico. Parece que la idea, por distintas razones, no funcionó y hoy queda la huella de aquel intento, esta vez sí, como una pequeña agresión:
Llegamos a La Dehesa, en el Oeste de la Isla. Zona alta, nos encontramos a unos 800 metros de altitud, y aquí los vientos alisios soplan con fuerza aportando humedad. Que se lo digan a esta señal de madera:
La señal nos indica cómo llegar al mirador de Bascos, que puede presumir de ser el mirador más meridional de Europa. Y probablemente uno de los que más bonitas panorámicas nos brinde. He aquí el valle del Golfo desde las alturas:
Una prueba de que los alisios soplan con mucha constancia y fuerza la tenemos en los peculiares ejemplares de sabina que crecen en La Dehesa, que a pesar de su tamaño son totalmente doblegados por el viento:
Sí, son ejemplares grandes:
Cerca de la Dehesa, bajando a la costa de nuevo, podemos acercarnos hasta el faro de la Orchilla. Nos encontramos aquí en el punto más occidental de España. El paisaje es absolutamente estremecedor, por la soledad, el aislamiento, el terreno volcánico...
Aquí pudimos contemplar el último atardecer de España:
Tras la visita al Oeste de la isla, otra excursión que emprendimos fue hacia el Sur. Allá visitamos La Restinga, pueblito costero donde se la erupción submarina truncó temporalmente la tranquilidad de sus habitantes, aunque ahora hay una total normalidad e incluso se puede visitar un pequeño centro de interpretación de la erupción submarina, muy recomendable.
Un pequeño pozo de agua salada, en el puerto de La Restinga:
Tras nuestro paso por la Restinga (donde nos comimos un pescadito en un bar del pequeño paseo marítimo) emprendimos viaje al Tacorón, zona en el Sur de la Isla donde comienza el mar de las calmas, y donde de nuevo el paisaje volcánico en estado casi virgen brilla con todo su esplendor:
En la costa Sur de la isla, pero hacia el Este, se encuentra otro pequeño golfo. Esta zona se denomina "Las Playas". Ahí se encuentra el Parador Nacional. Puede verse desde un mirador situado en el pequeño pueblo de Isora:
El Parador es el pequeño conjunto de luces que se ve a la derecha de la foto. Justo en el otro extremo, a la izquierda, se divisa el Roque de la Bonanza. Más adelante lo veremos de cerca, porque antes os quiero mostrar una foto de un árbol que quizás no sea muy bonito, o de gran porte, pero que tiene un gran simbolismo para los herreños. Es el garoé:
De este árbol (en realidad de un ejemplar que se encontraba en el mismo sitio que el que se ve en la foto, pero que fue derribado tras una tempestad en el siglo XVII) los herreños obtenían el agua lque les servía de sustento. Era un árbol que "destilaba" el agua de la niebla. En realidad sus hojas atrapaban el agua contenida en este meteoro tan abundante en la zona y precipitaba al suelo. Los bimbaches, antiguos pobladores de la isla, crearon un interesante trazado de canales y cisternas en la roca volcánica para almacenar ese bien tan preciado como escaso.
Y ahora sí, tras la visita al Garoé (que se encuentra en la zona alta de la Isla, en el llamado Macizo de Nisdafe), aquí tenéis el peculiar roque de la Bonanza, en Las Playas. Hemos vuelto al nivel del mar:
Volvemos a subir de nuevo, y nos dirigimos hacia el Norte. Si ya los antiguos herreños aprendieron a utilizar de manera sostenible sus recursos naturales, nadie mejor para diseñar un mirador en la isla que César Manrique, canario de Lanzarote abanderado en la segunda mitad del siglo pasado del movimiento que apostaba por crecer sin acabar con los recursos. He aquí su obra, el Mirador de la Peña:
Y he aquí las vistas (hechas a la mañana siguiente, ya que cuando llegamos el Sol nos daba de frente). De nuevo se trata de unas vistas del valle del Golfo sencillamente espectaculares:
Un rincón encantador en el Hierro es la cala del Tamaduste, lugar vacacional para muchos habitantes de la isla:
A pesar de ser finales de octubre, las aguas estaban templadas, lo que, unido a su claridad y el calor ambiental reinante, propició uno de los mejores baños del verano. Y es que el clima de El Hierro es peculiar por la enorme influencia de los alisios: como en junio y julio soplan con tanta fuerza, humedecen y refrescan el ambiente de manera que dichos meses estivales son generalmente más frescos que agosto, septiembre e incluso octubre, meses en los que estos vientos pierden fuerza.
Aquí podemos ver las piscinas de La Caleta, muy cerca del Tamaduste, ideales también para darse un chapuzón:
En el Hierro todo es tranquilidad. Que se lo digan a este señor:
Por cierto, que además de plátanos en El Hierro se cultivan piñas, gracias a las bondades ya comentadas de su clima. Para el que nunca haya visto antes la planta que da las piñas, aquí las tenéis:
Y así finaliza nuestro viaje por la Isla del Meridiano. Con un muy buen sabor de boca por todo lo visto y vivido. La visita es muy recomendable. Y como colofón de despedida, pudimos contemplar este arcoíris cuando subíamos de vuelta a Valverde desde El Golfo:
Espero que os haya gustado. Gracias por llegar hasta aquí.