Supongamos que, hipotéticamente, nos decidimos a investigar la existencia de las sirenas (seres marinos con cuerpos de mujer desde la cadera hasta la cabeza, y cuerpo de pez desde la cadera hasta la punta de sus aletas); que de alguna forma logramos que un mecenas nos aporte dinero ilimitado para financiar la investigación. Terminamos usando una flota de barcos recorriendo todos los océanos, usando multitud de sensores, cámaras, submarinos y dispositivos de última tecnología, todo para encontrar rastros concretos de la actividad de las sirenas; contratamos a decenas de investigadores dedicados a diseñar los experimentos, y dedicando miles de horas-hombre tanto en terreno y en el análisis de los datos obtenidos, todo esto durante decenas de años. Después de todo el esfuerzo de recorrer los océanos del planeta, tomar todo tipo de muestras y analizar toneladas de datos, supongamos que no se consigue ni una prueba tangible e innegable de que las sirenas existan. ¿Podemos concluir que las sirenas no existen?
No, la ausencia de evidencia que resulta de esa gigantesca exploración sólo cuenta como “ausencia de pruebas”.
Por más que se haya usado lo mejor de la tecnología, o las más cuidadosas técnicas investigativas, la ausencia de evidencia no es concluyente como prueba en contra de la existencia de las sirenas, porque la falla en encontrar tal evidencia podría perfectamente deberse a múltiples razones tales como:
Siempre se buscó en el lugar equivocado (la investigación no fue exhaustiva).
Las sirenas pueden darse cuenta de que estaban siendo buscadas y pueden hacerse indetectables (no era posible detectarlas).
Las sirenas pueden contar con mecanismos o técnicas más avanzadas que las nuestras que permiten burlar los sensores que se usaron (no era posible detectarlas con nuestra mejor tecnología).
La investigación sí encontró sirenas, pero hay una oscura organización “amigos de las sirenas” que pagó y silenció a los investigadores para que reportaran un resultado negativo (teoría conspirativa).
Los investigadores y/o la investigación no fue prolijamente realizada o contó con fallos metodológicos (la investigación es inválida).
Etc.
Dado que cualquiera de esas razones en principio podría ser posible y puede explicar el resultado fallido, compiten contra la hipótesis “las sirenas no existen”, y no pueden ser descartadas de plano. Por ello, la “ausencia de pruebas” de la existencia de las sirenas de esa o cualquier investigación similar no podrá nunca demostrar en forma absoluta y definitiva que tales seres no existen. Se podría multiplicar el presupuesto, el personal, el tiempo, los recursos, la tecnología, y aun así, si el resultado es negativo, llegamos al mismo punto.El detalle es que en este caso la ausencia de pruebas solo permite considerar inductivamente que es muy poco probable que alguno de esos seres exista. A más extensa, cuidadosa y prolija la investigación, menos probable es que tal ser realmente exista, pero no es posible demostrar que el ser en cuestión realmente no exista en lo absoluto (o tenga probabilidad cero de existencia), porque siempre “podría” ser el caso de que el ser exista y simplemente no ha sido encontrado aún; nuestra incapacidad de lograr dar con la evidencia a favor de su existencia no es equivalente a la certeza de que la opción contraria, que no existe, sea la conclusión definitiva.
Por ello, cuando hay claros motivos para darse cuenta de que lograr demostrar una postura negativa va a caer en la categoría de “ausencia de evidencia”, carece de sentido destinar ingentes recursos y esfuerzos en demostrar tal negativo. Y es por ello que es por lejos más eficiente y racionalmente lógico asumir que quienes postulan la afirmación positiva, si su postura es racional, deben tener razones de peso para sostener en principio tal postura, y por ello son ellos quienes deberían proporcionar las pruebas positivas que respaldan su postura.
www.aech.cl/2014/01/ausencia-de-evidencia-se-puede.html?m=1