El menor nivel de inversión en las islas orientales obedece, efectivamente, a la frialdad de las aguas, ya que los fenómenos de upwelling son más intensos cuanto más cerca de la costa, si bien todo el archipiélago se ve afectado por una advección oceánica de agua más fresca procedente de latitudes más altas, de la Corriente del Golfo concretamente. De hecho, en el Cabo Juby la inversión llega a formarse en superficie, con frecuentes bancos de niebla al nivel del mar (cosa que no ocurre en Canarias).
Tal es el efecto del aire frío y denso pegado al suelo que muchas olas de calor saharianas no se notan en la costa sur marroquí y sí más al oeste, en Canarias, donde tiene que vencer una resistencia menor de aire no tan frío y más fácilmente barrido (a veces no, ojo).
El aire que subside desde capas altas en el cinturón subtropical de altas presiones no llega al suelo prácticamente: a medida que se acerca a superficie, se va encontrando con una atmósfera cada vez más densa y que ofrece una resistencia al aire que llega de arriba, de modo que la subsidencia se detiene a cierta altura. Consiguientemente, el calentamiento por compresión que sufre el aire subsidente alcanza su máximo a cierta altura sobre la superficie: por eso hay aire a ese nivel más cálido que inmediatamente debajo y tenemos, efectivamente, inversión; inversión de subsidencia en este caso.
Si enfriamos el aire a nivel de superficie (yéndonos a la costa africana, donde el agua está más fría), el aire, al volverse más denso, se aplasta contra la superficie, permitiendo al aire subsidente llegar más cerca del suelo y formándose la inversión a menor altura.
Si calentamos el aire, como ocurre sobre el Sáhara en verano, la dilatación de la capa aerológica superficial elevará la inversión a mucha más altura e incluso la hará desaparecer, aunque no ocurra nada convectivamente hablando porque la atmósfera sigue siendo estable.
Si viajáis hacia poniente, hacia aguas más cálidas, la inversión se elevará hasta varios miles de metros como ocurre en las Antillas.