El pasado 30 de agosto tuve a bien darme un somero garbeo por los alrededores de Suellacabras, pueblo soriano a la vera de la Sierra del Almuerzo, próximo a la capital. Mi intención era pasear por la citada sierra, pero llegado allí me llamó la atención una senda que seguía la dirección contraria, intrigado por las indicaciones a pie de carretera, tomé este camino y descubrí un rico bosque mediterráneo al norte del pueblo, del que aquí os refiero unas cuantas imágenes.
En primer lugar, desde el camino que sale del pueblo, y por encima del encinar, destaca la vista del monte Ayedo de Tierras Altas.
El camino se introduce rápidamente en un denso encinar en cuyos matorrales de degradación destaca el enebro (Juniperus communis), aunque abundaban también los majuelos, escaramujos y endrinos, fuentes de alimento de multitud de aves (mirlos, zorzales, currucas capirotadas, palomas torcaces, petirrojos…, así como de raposos, tasugos (=tejones) y garduñas (o fuinas, como se las conoce en diversos lugares de Soria).
A mi espalda, la cara norte de la Sierra del Almuerzo, ocupada por un claro pero continuo sabinar. La cara oeste, a la altura de Narros, presenta un aspecto muy diferente, con tupidos rebollares y encinares que se sustituyen en las zonas altas por pinar albar, muchas mañanas de invierno envuelto en niebla. En esa parte el suelo es húmedo y tapizado de gayuba (Arctostaphylos uva-ursi).
Pasado un primer arroyo donde refrescarse, el camino que nos espera se torna interesante.
Poco después hallamos los restos del castro celtíbero de “Los Castellares”, engullido por el monte, y del que muestro aquí lo que queda de su muralla oeste.
Un cartel nos indica la zona de nacimiento del río Alhama, al aproximarnos a su orilla, aumenta el frescor y se observan típicas herbáceas riparias. No faltan saltos rocosos, ahora secos, en los que dentro de poco volverán a verse pequeñas cascadas. Junto al cauce, llama la atención una encina seca invadida de líquenes y cuscutáceas.
A partir de ahí el camino se estrecha…
Un poco más tarde nos encontramos con un hermoso pie que, a simple vista, juzgué como de rebollo, sorprendente en el bosque en el que nos encontrábamos. No obstante, viéndolo más de cerca, resolví que debía tratarse de uno de los comunes casos de hibridación entre Quercus. En mi opinión era un Quercus x numantina (faginea x pyrenaica), pero muestro a continuación un detalle para que otros compañeros emitan su opinión.
El bosque es rico en fauna, abundando la caza mayor, vimos no pocos rastros de ciervo y jabalí, como la menor. Precisamente junto a un puesto de palomeros, encontramos este llamativo ejemplar de encina.
Poco después, bajamos de nuevo al valle del Alhama, que a esta altura ha ganado caudal y anchura, y presenta vegetación riparia típica, con salces, chopos, griñoleras, etc. Llama la atención un aprisco abandonado en la ladera contraria, como éste, muchos son los que se están cayendo por los montes de mi olvidada y despoblada comarca soriana de Tierras Altas.
Arroyos aquí y allá fluyen por vallecillos aportando caudal al régimen del Alhama, junto a uno de ellos, me encontré este esbelto quejigo.
Remontando el río de regreso al pueblo, hallamos un molino abandonado, recuerdo de los tiempos en los que bullía la actividad en estas riberas.
El paisaje del valle me recordaba, salvando las distancias, pues esto es mucho más pequeño y menos imponente, al también muy mediterráneo de los Arribes del Duero zamorano-salmantinos. Como digo, a pequeña escala, pero con un tipo de encanto similar. Ahí van dos fotos que ilustran este comentario. Y es que, tratándose de un río recién nacido y encontrarnos a unos 1100 metros, no deja de ser sorprendente lo que se encuentra uno allí.
De nuevo el camino se ensancha, señal de que nos vamos acercando al pueblo.
Un bonito puente sale a nuestro encuentro.
Aquí las ruinas de una curiosa ermita abandonada, dedicada a San Caprasio, quien sin duda tiene que ver con el nombre de Suellacabras.
Ganadas las primeras casas del pueblo, última vista atrás para despedirnos de este sorprendente valle, que aguas abajo se encajona y hunde más y más formando espectaculares gargantas en pueblos como Magaña.
Eso es todo, me despido invitándoos a conocer mi despoblada comarca, llena de incentivos tanto naturales como culturales, con numerosos pueblos abandonados y perdidos en cuyas ruinas resuenan ecos de un esplendor ya muy antiguo y olvidado.