¿Quién prendió la llama?
TEXTO: MARIO DÍAZ FOTOS: SIGEFREDO
MADRID. La humeante epidemia de cada verano llegó, el pasado 21 de julio, muy cerca de la localidad de Pedrezuela. Fue uno de los cinco incendios que ese fin de semana arrasaron más de 700 hectáreas en la región, en un verano especialmente dañino. «Estamos ante la mayor superficie quemada en Madrid desde 1986, cuando se empiezan a separar los datos por autonomías», asegura María Ángeles Nieto, portavoz de Ecologistas en Acción, que calcula que, en lo que va de año, en la región «se ha llegado a las 3.000 hectáreas quemadas». Los datos oficiales aún no se conocen, primero se ha de hacer balance de la campaña de incendios 2003, que concluye en estos días.
«El incendio junto a Pedrezuela fue importante porque pasó la Nacional I, los cuatro carriles, y no es que tuviera fuerza, pero saltó una triste pavesa», comenta el alférez José Manuel Vivas, jefe de la sección de Investigación del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de Madrid. Su labor no consiste en apagar los fuegos. Junto a sus hombres, se encarga de averiguar cómo se produjo el incendio y qué o quién lo provocó. Han de descubrir si fue la propia naturaleza o si, como en el 80 por ciento de los casos resueltos, la causa fue humana. «Luego puede ser accidental o intencionado, y el caso se judicializa», explica Vivas.
De los 70.000 agentes de la Guardia Civil del país, unos dos mil pertenecen al Seprona, una especialidad tan minoritaria como suelen serlo todas: «Nos basamos en poquita gente, pero muy preparada», explica el alférez Vivas.
Un centenar de agentes en Madrid
Alrededor de un centenar de los dos mil agentes del Seprona trabajan en la Comunidad, la comandancia con la unidad más numerosa. De estos cien, dieciséis forman la sección de Investigación. El guardia Salmerón y el cabo primero García, 32 y 36 años respectivamente, son dos de ellos. Ambos llevan seis años en el Seprona. Como sus compañeros de la sección, han pasado un curso en el Centro Nacional de Educación Ambiental (Ceneam) de mes y medio. A la tradicional labor preventiva suman la propia actividad que reza el nombre de su sección: investigación. «Como policía ecológica se puede decir que somos los primeros del mundo en plantear la dualidad -aclara Vivas-. En otros países cumplen la función preventiva, pero las incidencias delictivas se las pasan a la policía judicial. Nosotros, no», concluye.
Las agresiones medioambientales más frecuentes en verano, los incendios, nos llevan una mañana cerca de Pedrezuela. Pero no al sitio exacto donde se inició el incendio. Tampoco nos desvelan sus causas. «Es que está aún judicializado», se excusan.
Aunque suelen trabajar en parejas, al guardia Salmerón y al cabo primero García se les une el alférez Vivas. La sección de Investigación puede vestir de civil y conducir vehículos camuflados, pero en acciones de este tipo acuden uniformados y en un todoterreno. Portan sus utensilios de trabajo en maletas. Comienza la búsqueda para saber qué o quién provocó el fuego.
«La evolución posterior del incendio no te interesa, ya están los bomberos para atajarlo. A ti te interesa la zona de inicio», argumenta el jefe de la sección. El mismo día que arranca el fuego, el equipo de Investigación ya está allí. «Al principio se buscan testigos, hasta llegar al primero que lo vio, y lo antes posible», desgranan. Además, ya se siguen las primeras pistas. «El fuego siempre deja indicaciones de dirección, y el terreno también te habla», comenta el cabo primero García.
Por ello, el Seprona también se apoya en los servicios meteorológicos y hasta pueden solicitar una fotografía aérea de la zona.
Zona y punto de inicio
El objetivo es localizar la zona de inicio, el radio donde se originó el incendio, una labor que lleva un tiempo variable, «aunque no nos la suelen estropear, porque cuando llegan los bomberos ya está quemada», sostiene Vivas.
El terreno se empieza a acotar con banderas de colores, según la información que desprenden las piedras, las gramíneas o los árboles: «El fuego pasa antes por la parte en la que el árbol no está chamuscado», explican como ejemplo. Una banderita roja indica una certeza; otra blanca, un camino dudoso. «Como un buscaminas», bromea Salmerón. «Al final, el conjunto te indica el camino al inicio», dice el alférez.
La zona ya está delimitada, y comienza un minucioso rastreo. El terreno ha sido acotado en cuadrículas de un metro cuadrado o en estrechos carriles, y los agentes, vestidos ya con un mono, tamizan el terreno de rodillas, con una regla. «Te pones como un deshollinador, si no, no has hecho bien tu trabajo», aseguran. Así, hasta averiguar el lugar exacto desde donde partió el fuego, para tomar muestras y sacar las fotografías necesarias. Es imprescindible para desentrañar muchas claves del suceso. «Es el 95 por ciento de lo que tienes que mirar», valora el alférez Vivas. En el incendio de Pedrezuela llevó su tiempo, y sólo puedo ser localizado al día siguiente.
El fuego, como suele ser habitual, ha comenzado en la zona de máxima combustión, y normalmente se aprecian restos grises. «Con experiencia, se suele ver al momento», comentan. De todos modos, el convencimiento sirve de poco. Los agentes han de presentar pruebas, y las muestras, si las hay, pasan al laboratorio.
Labor de despacho
Se intentará detectar el tipo de material, si ha habido acelerante, etc. Ha llegado el final del trabajo de campo y sólo se volverá al punto de inicio si hay que aclarar algo. Comienza la labor de despacho, más pericial, ahora hay que cuadrarlo todo... y lleva su tiempo.
Es complicado condenar a alguien por provocar un incendio. De los 565 detenidos por delitos medioambientales el pasado año en todo el país, casi 200 lo fueron por su presunta implicación en incendios, pero pocos fueron condenados. Hay que probarlo. «Un indicio es que el supuesto autor estuviera a esa hora en el lugar del incendio; y una prueba, que se encuentre en el punto de inicio material del autor», resume el alférez, que añade que, en un Tribunal, «si no hay muertos o lesiones, la valoración siempre se hace desde el punto de vista de los daños, y si quemas un monte entero te puede suponer dos años de cárcel».
Los incendios tampoco figuran como los atentados al medio ambiente más denunciados. De un amplio porcentaje no se descubren las causas, aunque en la gran mayoría de los que se averiguan, el hombre es el culpable.
La actuación del Seprona, en todo caso, no se limita a los incendios. Baste el detalle de que el 80 por ciento de su trabajo es de carácter administrativo y la «mano humana» en los incendios entra en el 20 por ciento restante. Por delante del tópico del pirómano, destacan las imprudencias. «Aunque quizá no alcancen la superficie quemada de un incendio provocado», reflexiona el jefe de Investigación.
Récord negativo en la región
«Este verano será de máximo riesgo», advirtió el viceconsejero de Medio Ambiente, Francisco Sepúlveda, a principios de verano. La escasez de lluvias y las tremendas temperaturas presagiaban lo peor. Y no se equivocó. Las 3.000 hectáreas quemadas que apunta Ecologistas en Acción constituyen un penoso récord en la Comunidad. «No es que haya habido más incendios, es que han sido más graves», mantiene la portavoz ecologista, María Ángeles Nieto.
«Madrid sufre menos incendios que otras regiones, pero también tiene menos superficie; los daños no son nada desdeñables», sentencia. Abandonamos la zona incendiada. En esta ocasión, al menos, «sólo» se vieron afectadas zonas de pasto y matorral, y ninguna familia sufrió, además, el drama de verse obligada a desalojar su vivienda.