Os dejo un blog de RTVE:
http://blogs.rtve.es/retiario/postsVacaciones en Iitate, a 40 km de Fukushimapor Pepe Cervera el 29 Mar 2011 | URL Permanente
La radiactividad tiene un carácter inquietante. Es invisible e inodora, inmune a cualquier instinto defensivo; nuestros sentidos no pueden percibir su presencia y mata de formas misteriosas y crueles incluso años después de haberla recibido. Es capaz de afectar no sólo a las personas, sino a sus hijos todavía no nacidos. Puede agazaparse durante años o centenares de miles de años, imposible de erradicar, escondida, matando. Para colmo está asociada con imágenes, actos y sueños terribles del pasado, incluyendo culpabilidades históricas difíciles de superar. Paradójicamente, a pesar de su intangibilidad podemos detectarla en cantidades infinitesimales, ridículas de tan mínimas, lo que contribuye a un caos de unidades, de ceros arriba y abajo. La radiación mancha a la energía nuclear, que por su parte lleva mucho equipaje político, económico y social. Asociada como está a empresas enormes, capitales ingentes y decisiones macroeconómicas su producción y necesidad es casi invisible, por lo que es la industria perfecta para convertirla en el Goliat de todo aspirante a David. En las entrañas de toda central nuclear se agazapa un monstruo cuyos detalles contrarios a la intuición son terreno para especialistas. Es el ogro perfecto para todos los cuentos, el malo ideal para cualquier película.
Y sin embargo nada hay más natural que la radiactividad, aunque hasta hace apenas unos años ni siquiera sabíamos de su existencia. En cada momento estamos siendo bombardeados por radiación cósmica que nos llega del espacio y nos atraviesa como si no estuviésemos aquí. La dosis recibida por esta causa aumenta si volamos en los modernos aviones a reacción, que a su altura de crucero de 10 a 12 kilómetros dejan atrás sustanciales porciones protectoras de la atmósfera. Los elementos radiactivos naturalmente presentes en nuestro planeta nos someten a un continuo bombardeo, de mayor o menor intensidad dependiendo del lugar donde vivamos y del tipo de roca que haya debajo de nuestros pies. En al menos una ocasión la geología fue capaz de crear un reactor nuclear natural; en muchos lugares el mismo suelo libera gases radiactivos que pueden llegar a suponer un cierto riesgo. Los seres vivos llevamos miles de millones de años sobreviviendo a ciertas dosis de radiación, por lo que estamos dotados de mecanismos de reparación que nos ayudan a sobrevivirla. Como cualquier otro veneno el peligro de la radiactividad es una cuestión de dosis. Pero el recelo que despierta y la facilidad de confusión que proporciona la extrema facilidad de su detección (que permite encontrar cantidades minúsculas) es una receta segura para el pánico. Y hay que pensar en la industria de la energía nuclear, pero a ser posible con la cabeza en su sitio.
A ello no contribuyen historias como la publicada hoy con bombo y platillo en numerosos medios, procedente de una medición realizada por la organización ecologista Greenpeace en el pueblo de Iitate, a 40 km de la planta. Allí, dice Greenpeace en tono alarmado, hay contaminación grave que justificaría ampliar la zona de evacuación: nada menos que 10 microsieverts por hora. Claro que convendría poner un poco las cosas en contexto, dada la confusión de unidades en la que nos movemos estos días. 10 mSv/h son 0,00001 Sv/h, y el daño biológico depende (simplificando) del número total de Sieverts absorbidos; la dosis total y por tanto el riesgo está en función de la tasa horaria y del tiempo de exposición. ¿Qué suponen entonces en términos reales esos 10 mSv/h? Usaremos como referencia la elegante tabla publicada por XKCD, que subraya el carácter exponencial de las medidas. Con una radiación de 10 mSv/h como la que había ayer en Iitate, suponiéndola mantenida en el tiempo:
- En 1 hora se acumula la dosis normal de radiación de fondo que recibimos en un día.
- En 4 horas la dosis recibida en un vuelo Nueva York-Los Angeles.
- En 7 horas la dosis anual media de vivir en una casa de piedra, ladrillo u hormigón.
- En 208 días el límite anual de exposición de un trabajador de central.
- En 1 año, 1 mes y 21 días se acumula la menor dosis peligrosa.
- En 4 años, 6 meses y 24 días se acumula la dosis mínima que provoca síntomas.
- En 88 años, 6 meses y 12 días se acumula la dosis mínima que es letal con certeza.
En comparación los mismos artículos informan de que en algunos túneles del edificio del Reactor 2 se mide radiactividad por valor de 1 Sv/h. Con esta intensidad la dosis de envenenamiento radiactivo se alcanzaría en 24 minutos de exposición; en dos horas se acumularía suficiente para un caso muy grave de envenenamiento radiactivo con posible muerte, y la dosis letal con certeza se obtendría en 8 horas de exposición.
Por supuesto que no todos los cuerpos humanos responden igual. Y que no todas las exposiciones son las mismas: se sabe por ejemplo que exposiciones intermitentes son menos dañinas que las continuas, aunque éstas sean más intensas; tal vez porque los mecanismos de reparación de cuerpo pueden actuar entre dosis y dosis. Pero lo cierto es que sin pretender quitarle hierro al asunto 10 mSv/h no es un nivel de radiación que obligue a salir corriendo: uno puede alejarse del lugar tranquilamente, incluso a pie. La conversión entre potencias (microSieverts, o millonésimas de Sievert, se mezclan con milisieverts, o milésimas de Sievert), unidades (Bequerelios, Sieverts, Grays) y el tiempo de exposición hacen que la medida de contaminación radiactiva sea tan confusa que los mismos portavoces oficiales se equivocan. Y quienes arriman el ascua a su sardina se aprovechan del lío para colocar titulares que sólo con mucha caridad pueden calificarse de poco tranquilizadores. Para entenderlo todo bien, nada como este espléndido post de La Pizarra de Yuri. En conclusión, la situación en Fukushima es grave, dejará importantes secuelas y costará muchísimo dinero. Pero no es el apocalipsis nuclear que algunos casi parecen desear. Confundir las medidas y exagerar el grado de peligrosidad de la contaminación radiactiva sólo contribuye a provocar ansiedad y a enturbiar las aguas. Es lo peor, justo cuando habría que abrir un serio debate sobre el futuro industrial de la energía nuclear.