Pero es que, vamos a ver, ¿cuál es la composición normal de la atmósfera, especialmente del CO2 en ella?.
Varía continuamente, por causas naturales (excluída la ínfima parte producida por los seres humanos con el uso de combustibles), en muchas ppm, dependiendo del lugar, del momento, del día o de la noche, de la estación, de la existencia o no de volcanes "visibles" (que los invisibles son muchos: todos los que están debajo del mar). Eso sin tener en cuenta las variaciones que ha tenido a lo largo de la historia geológica del planeta.
Es, al menos, ridículo hablar de una proporción "normal". Cuando, por cualquier razón, el nivel aumenta, las plantas se encargan de consumirlo y crecer. Si falta, las plantas decaen. Así de sencillo. Y así ha sucedido por cientos de millones de años.
¿Contaminante? En un momento dado, en un salón de clase en invierno, por ejemplo, el nivel puede llegar a algunos miles de ppm. ¡Por favor!
Es puramente alarmismo eco-religioso, una variante del concepto de "culpa-pecado original" que forma parte de muchas religiones (si no de todas), desde los chamanes que piden un sacrificio para apaciguar a los espíritus de la lluvia, hasta los desvaríos de los actuales adoradores de Gaia-Pacha Mama y similares. Lo curioso es que siempre los candidatos a ser sacrificados no son los verdaderos creyentes ni sus sacerdotes, sino los más insolentes y contestarios de la tribu o los no-humanos de las tribus más lejanas... todo para beneficio de los puros de corazón.
Ninguno, ninguno de estos ecologistas actuales deja de utilizar su coche, o su ordenador, o su calefacción en estos días de frío-provocado-por-el-calor... pero eso sí, que los africanos no utilicen carbón para tener electricidad y así poder acceder al agua potable, o que los chinos alcancen el nivel de vida del primer mundo. Eso es anti-ecológico, por supuesto, y muy contaminante, claro.