En Oviedo no he estado. De hecho en mi sueño ni siquiera se llamaba Oviedo, si no Vetusta. Cuando desperté tuve que consultar que ciudad era porque sabía que ese nombre correspondía a una real pero no recordaba cual. Era un ambiente primaveral, no recuerdo que hiciera calor, pero si que había gente, muy familiar. También algo de viento pero totalmente despejado y soleado. Estaba bañándome en una especie de desembocadura y de repente se nos viene encima una ola gigante. Me encontraba con una amiga y su familia, corrimos a escondernos tras los pilares de madera de un puente que pasaba por encima nuestro y la ola de bastantes metros de altura no nos llevó por delante. Cuando todo pasó, fuí a comprobar como estaba la gente con quien estaba y allí mi esposa (no tengo ni novia), rubia y manejera, que vestía un bikini blanco, se fundió conmigo en un abrazo.
Obviamente todo lo que soñamos lo hemos visto en algún momento de nuestra vida, la gente del siglo XV no podía soñar con aviones ni con dinosaurios ni yo recuerdo haber soñado con algo que no exista que ni siquiera haya aparecido en la ficción por la tele (caso de los zombies, en este caso influenciado por The Walking Dead). Pero lo que vengo a decir es que los sueños de una noche no tienen que venir determinados por lo que haya surgido inmediatamente el día anterior.